En el sentido más legítimo de la expresión. Estuve pensando en como sería un artículo inofensivo, inocuo, inodoro, insípido e incoloro que no pudiese ofender a nadie ni molestar, ni nada. Ni nada. Nada. Se me hizo difícil la cosa, considerando que me he metido -voluntaria o involuntariamente- en mayor o menor medida prácticamente con todo el mundo, incluso con los retrasados mentales. Y entonces recordé algo que tiene casi dos años de estar guardado. Se escribió junto con los primeros artículos. Junto con éste o éste, por dar ejemplos contemporáneos. Debo reconocer que es de lo peorcito que he escrito o leído. La idea es mala, la narrativa es pésima, y está demasiado forzada la situación (de un exagerado y triste “stand up”) que pudiese despertar alguna sonrisa o reflexión. Iba a reciclarlo, por si algún día no se me ocurría nada que publicar. Pero prefiero publicarlo hoy, para que vean…
Se titulaba: “Candonga del Colectivero”
Poco tengo que ver con el gremio de los colectiveros y su mundillo, y es por eso que me sobran las preguntas referidas al reglamento y comportamiento de los chóferes y vehículos; ¿Qué elementos componen la parada del colectivo? ¿Es “parada” porque la gente se encuentra de pie, o porque el colectivo “para” durante algunos segundos?
Me gustaría saber si el colectivo se detiene obedeciendo al buen sentido de su conductor o al cartel que oscila en el caño (la parada, propiamente dicha) ¿Que sucedería si a un vivo como yo se le ocurriese remover dicho caño y adelantarlo algunos metros? O mejor aún, ¿Que pasa si yo llevo el poste conmigo, dispuesto a tomarme el colectivo donde a mi se me cante el ombligo? ¿El colectivero me seguiría a todos lados, eternamente hasta cumplir con la parada y ponerse en paz con su alma?
Es por eso que prefiero el tren.
Y ahí terminaba. ¿Vieron cuan malo es? No pueden negar que lo de hablar de nenitos de siete años siendo hurgados por un montón de curas da mucho más juego.