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Archive for septiembre 2008


Me tiene un poco preocupado eso de que ahora se hayan puesto de moda los narcotraficantes mexicanos. Primero que nada porque no me caen bien los mexicanos, con sus caras de azteca, todos feos y esculpidos con maza y cortafierro. Segundo, porque los narcotraficantes no me caen mucho mejor que los mexicanos, pese a que comparto con ellos el gusto por los yates repletos de ninfómanas eslovacas, todas menores de edad y con sus curvas mejoradas quirúrgicamente. Y tercero, porque la efedrina (o algún equivalente o derivado suyo) está presente en buena parte de los menjunjes que tomo cuando me resfrío y/o engripo. Si fuese yo un hombre de ley además de una bestia sexual, el día de mañana debería nombrar a un hijo mío Clarityne-D. Pero soy tan solo una bestia sexual.

Los funcionarios encargados de emparchar el asunto, tanto por incapacidad como por amarillismo o delincuencia deliberada, van a terminar tomando alguna medida de esas que causan desesperación sincera en quien suscribe: van a dificultar el acceso legal a los medios químicos utilizados para manufacturar los estupefacientes ilegales. Así, para comprar cualquier cosa cuyo nombre termine en “Drina” uno va a necesitar recetas nuevas, únicas, propensas a la autodestrucción, identificadas con códigos de barras y en papel colorado no-fotocopiable. Y las farmacias no van a poder comprar ni almacenar cantidades superiores a los –no sé, ponele, quinientos gramos. ¿Por qué? Porque debido a algún motivo que desconozco (ya lo hicieron así con el acceso a las armas de fuego) los ministros de Salud y Seguridad van a llegar a la conclusión de que endureciendo las leyes van a conseguir que las mismas se cumplan más ¿No es a la vez diabólico y gracioso? Llámenme “Maestro Detective” pero yo creo que los delincuentes son precisamente delincuentes debido a que operan por fuera del sistema legal. ¿No? Bueno, ahora resulta que en México era que estaban los pesados del mundo narco-farmacéutico. Los que fabrican pastillitas para los tarados de la Creamfields. No era en Colombia, mirá vos. Y uno que cree haberlo aprendido todo mirando tele. Yo creía que en México te secuestraban y te rescataba Denzel Washington aún a costa de su propia vida. Porque Denzel Washington es noble.

Y yo me pregunto entonces, ¿Cómo se combate el narcotráfico? Y me respondo: No se puede, ya que si bien estoy capacitado para obrar milagros (hubo una vez en la que reviví a una morocha de ojos verdes apoyándole mi miembro en la frente), no creo que sea posible acabar jamás con el narcotráfico. Los cráneos enseguida salen a decirte que el desamparo social es el único responsable, lo cual se traduce casi directamente en un: “y bueh, que se le va a hacer” que libera de responsabilidad a los de a uno y hace responsable a todo el conjunto, que es lo mismo que responsabilizar a nadie debido a la falta de contención propia de los pelotudos que prenden bengalas en los recitales cerrados y esperan que pase algo lindo. Avísenme si voy muy rápido o si me pongo complicado, porque la idea es que saquemos algo en limpio, en serio.

Por otro lado están los salvajes que apoyan a Chávez y creen que el narcotráfico es un mal necesario al servicio de las FARC, nomás por resentimiento contra Bush y los Estados Unidos, lo que se entiende como adolescencia. A ellos hay que sumarle la delincuencia gubernamental de nuestra patria, porque nuestros dirigentes no están hechos de fierro y mal que mal van necesitando del dinero y los favores del narcotráfico para mantenerse jóvenes y poderosos. Y silbando bajito vienen los que creen que legalizando el asunto (despenalizando cuanto sea posible) también se arreglarían las cosas.

Imaginemos que Dios pone al servicio de los hombres una máquina del tamaño de un encendedor, con un botón –adivinó usted, sí- rojo. Con sólo presionar ese botón, la humanidad se libraría de todos los narcotraficantes directos e indirectos. Desaparecerían los políticos corruptos y los políticos amenazados, los adictos, los vendedores, los compradores, los bancos que guardan las fortunas por detrás, los chorritos, los jueces vendidos y los jueces cobardes, los cirujanos plásticos, las esposas y familiares que no sospechan cuando el tipo se compra seis avionetas con un sueldo de anestesista y se hacen los sorprendidos cuando éste finalmente aparece tirado en un zanjón, las barras bravas, los relacionistas públicos, los farmacéuticos deshonestos, Diego Maradona, Vicentino, Joaquín Sabina…

Esa máquina es el sentido común. El abuso de la razón. La imposición de lo ideal por sobre lo real o probable sin soltar una bomba de neutrones. O sea: aniquilar el narcotráfico se hace imposible porque si se tuviese que desaparecer a todos los interesados en perpetuar el ciclo, creo que los únicos que quedaríamos seríamos Denzel Washington y yo. Ahora bien, créanme cuando aclaro lo siguiente, de antemano: no quiero ser facho, ni pretendo serlo de un modo encubierto por la prosa humorística. Estoy tratando de ser lo más objetivo posible, por más decimonónica que parezca mi actitud.

Me pregunto entonces si lo más conveniente no sería aniquilar al drogadicto. No se escandalicen antes de seguir leyendo, por favor.

Porque luchar contra las drogas es imposible, pero luchar contra un drogadicto debe ser bastante fácil. Un drogadicto tiene momentos en los que padece miedo, hambre, sueño, frío, y ataques de risa. Y puede ser derrotado (ponele que lo agarrás mientras duerme, lo metés en un tacho con cal y lo tirás al Río Reconquista), mientras que pelear contra el narcotráfico es el equivalente policial a enlazar una estrella fugaz, o domar al brioso semental que escribe estas líneas. No se puede. Alguno de ustedes dirá: “los drogadictos también son seres humanos”. Y tendrá razón. Pero los seres humanos no somos todos iguales, desde el momento en que Dios nos crea incluso con diferentes sexos. Por ejemplo, ser hombre tiene sus ventajas: no pude comprobarlo científicamente aún, pero estoy casi seguro de que las mujeres atraen a los zombies con su menstruación. Con su periodo, pero ese es tema para otro artículo.

Sigamos imaginando entonces –para fundamentar mi retorcida e igualmente impracticable teoría- que un decreto/ley de necesidad y urgencia/ estado de sitio súper poderoso es dictado y las penas para todo ser humano viviente ligado al consumo de drogas ilegales pasan a ser no sólo ejecutadas por los mismos vecinos, sino también violentísimas. No sé, digo, la tortura, la muerte, todo junto. El destierro a una isla sin alimentos, la cabeza puesta en una bolsa de tela junto a una rata hambrienta, las cañitas de bambú debajo de las uñas, un palo de golf al rojo vivo directamente en el glande, la amputación genital, el empalamiento Draculiano, etc. Algo de una violencia lo suficientemente increíble e inmediata como para que a nadie le queden ganas de joder ni por asomo, o por lo menos, como para que buena parte de la sociedad se “rescate” y se refugie en el alcoholismo, la obesidad o la pornografía. ¿Funcionaría? Ya vimos que con amor y derechos humanos mal enfocados no se consiguió sino la expansión del negocio… y si de una “Guerra” estamos hablando, pues no me imagino yendo a la guerra en inferioridad de condiciones. ¿Cómo creen ustedes que se puede comenzar a pensar en una batalla contra el narcotráfico, los sicarios y ese porvenir tan macanudo ante el cual nos estamos desperezando?

Puede que la morocha esa haya estado dormida, ahora que lo pienso.

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Amigos Políticos


La exposición internacional que me tuvo entretenido (y me arruinó los más soleados y agradables jueves, viernes, sábado y domingo de los últimos ocho años) semanas atrás tenía a mucha gente exponiendo cosas. Cosas del tipo de cosas que se ponen dentro de una casa para decorarla. Más o menos útiles. Fabricantes e importadores de regalos, artículos de bazar y afines. Así escrito suena a que fue una montaña rusa, ¿no? Sí, yo pensé lo mismo. Es más, cuando me enteré de que iba a pasarme el fin de semana atendiendo gente de la que goza un domingo viendo juegos de platería y velas perfumadas tuve que dejar lo que estaba haciendo, salir un rato afuera y respirar hondo un par de veces a fin de no eyacular involuntariamente.

Como era de esperarse, mi esposa aprovechó la movida y me dictó una lista de cosas que debía buscar, por si las mismas se encontraban “a precio” (cabe aclarar que en estas ferias las cosas están a precio mayorista). Estamos hablando de quizá un 50% o 75% de descuento, o lo que se entiende (si uno es sensato) como el verdadero valor de las cosas. La lista incluía, entre otras cosas, un tachito de los que se usan para derretir queso o chocolate para hacer fondue, con la idea de hacer un regalo a una mujer joven que cumplía años y que ahora viene a ser mi amiga política. Llamémosla Hugo, ya que su nombre no es Hugo pero estoy con ganas de referenciar un post anterior con fines humorísticos.

Y Hugo tiene un novio, que a su vez tiene otros amigos, que a su vez tienen parejas, y así… cuando quise darme cuenta, ya no era el lobo solitario y musculoso de antaño, sino que formaba parte de fiestas de cumpleaños en repelotudísimos bares de tragos de los que cobran caro a cambio de nada, y festejos con fondue de chocolate en el del día del amigo. Siempre en la zona de Caballito, que queda aproximadamente a seis soles y seis lunas de mi domicilio. Me atiborra de gozo eso de esperar –y combinar- colectivos a las dos de la mañana gastando todas mis monedas para llegar a casa a las cuatro, sí. No, esperen… no, no me atiborra. No me atiborra en absoluto.

O sea: Formo parte, indirectamente, de “un grupo de amigos”. Hugo y el resto de estos fulanos eran amigos de mi esposa y ahora vienen a ser amigos míos. Todos ellos salidos de Puán, pero malcriados del tipo “estudié Letras en la UBA porque quería la mejor educación posible en esta república bananera”, y no del tipo “me anoté en Puán porque ahí adentro la policía no puede entrar a confiscarme los porros o el licuado de menesunda”. Todos ellos muy simpáticos y decentes, macanudos. Algunos psicólogos, otros profesores, algún ingeniero. Todos ellos incapaces de sobrevivir una pelea a golpes de puño, ni hablar una invasión zombie. Y con un estilo de vida lo suficientemente de derecha (si bien piensan “en socialista” y meten la palabra plusvalía cada cuatro oraciones) como para hacer que yo parezca un anarquista sacado de “La Patagonia Rebelde”. Gente linda e inteligente, ponele, a pesar de que me ponen la chota cuadros de tantas reuniones que organizan, y de tantas fotos que se sacan, y de tantos viajes que hacen. Digo, viejo, quedate en tu casa, mirate una película y dejá de romper las pelotas. ¿Soy el único que tiene armas que limpiar y aceitar? ¿Te tengo que ver todos los meses, caramba? ¿De dónde sacaste que no sería graciosa sino cruel una pelea entre un mono disfrazado de mazorquero y un enano vestido de soldado unitario? ¿Así que te parece que soy peligroso porque ando con armas? Mirá como seré de peligroso que te voy a meter la anti-violencia por el culo y con un palo. ¿Que de dónde saqué el palo? ¡Discúlpeme por ofenderlo al señor Oaky Silver! ¿Será que porque yo tengo que esperar colectivos en lo oscuro?

Es interesante esto de tener amigos políticos, porque se supone que son amigos cuando en realidad no lo son tanto. O al menos eso creo yo… en una de esas los tipos realmente estarían dispuestos a cubrirme en caso de cometer yo un múltiple homicidio y acá estoy yo sacándoles el cuero. Lo más honesto del mundo sería decir que ellos son “conocidos míos” y que yo soy una perfecta máquina de matar, quizá una criatura mitológica que no fue concebida ni adiestrada para aprender a amar pese a la perfección de sus formas, aunque por otro lado también sería correcto decir que en contra de los esfuerzos de mi esposa sigo siendo un anti-social de mierda. Pero la culpa es suya: al fin y al cabo son ellos quienes organizan las reuniones en esos tugurios de luz mortecina y música elevada en los que un veintiañero cruza de emo con rugbier se toma sus buenos treinta minutos para servirme un sánguche de cogote húmedo entre panes de pizza fríos. Son ellos los snobs que se compran los paquetitos de queso para fundir y practican el terrorismo gastronómico, haciendo bromas acerca de “lo divertido de cocinar”. Yo no me divierto con esas cosas, e incluso siento ganas de empezar a repartir cachetazos. Porque cuando a alguien le está haciendo falta un cachetazo, te das cuenta. Porque te das cuenta. No es una de esas cosas que se te pueden pasar o escapar, tipo, no sé… el hecho de haber usado una pistola semiautomática en vez de un revólver. Tenés que ser muy pelotudo para encima olvidarte de juntar las vainas, viejo…

Y las fotos… caramba… las fotos. Meta foto, meta foto. Y cuando parece que va a ser una semana tranquila, resulta que Pancho y Porota se fueron a conocer Machu Puchu o algo así, y vienen con fotos. Unas trescientas, cuatrocientas, mil fotos. Eso es demasiado para un dragón guerrero como yo, que cuando es cuestionado acerca de las bellezas de El Calafate que conoció durante su Luna de Miel sólo atina a responder con un: “Hacía un frío de la gran puta”.

Entonces, en limpio… La pregunta friend-to-be-friendista del día es: ¿Qué es lo que más les molesta de sus amigos políticos? A mí, lo que me jode, es que quieren reunirse para todo, todo el tiempo (el comienzo de la primavera no va a ser excepción), aún cuando viven en la loma del consabidísimo ojete. En serio, a veces tengo miedo de asomarme por la ventana y ver los elefantes, o la tortuga gigante.



PD. Pese a que no nos vemos seguido, como si no viviéramos a escasas seis cuadras de distancia, Martín es mi amigo en el sentido más tradicional de la palabra, precisamente porque creo que sería capaz de ayudarme a cometer una buena cantidad de homicidios múltiples, más que nada porque también tiene armas y no sólo sabe manejar un automóvil, sino que además tiene uno propio. A algunos de ustedes, por otro lado, podría también considerarlos mis amigos debido a que el sólo hecho de que sean capaces de leer y disfrutar enteramente de este sitio web sin horrorizarse, ya dice que son personas dotadas de un riquísimo sentido del humor y una mente abierta predispuesta, lo cual habla maravillas. Mi cuñado también es mi amigo, aunque no sabe mentir jugando al póker. Feliz día del estudiante, la primavera y esas cosas para todos los damospenienses en buena ley.

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Una buena forma de darse cuenta de que llevan mucho tiempo entrando a Damos Pen@ es la de intuir los temas que tocaré en episodios siguientes, o el saber de antemano que tal o cual situación se convertirá ineludiblemente en un artículo. Si me dicen que no esperaban que me metiese con los floggers o que dijese algo al respecto de la gran repercusión que las tribus urbanas están teniendo, bueno, entonces ya no podemos seguir siendo amigos. Les pido disculpas por la demora. Hasta yo me la vi venir, cuando en las noticias se vió reflejada una supuesta batalla campal acontecida en un shopping paquete, donde se enfrentaron floggers, cumbios, raperos y emos. Eran 300 aproximadamente, como los espartanos. Pero salvando las distancias, que en este caso eran más o menos como de seis mil soles y lunas a lomo de camello.

Lo que tengo que confesar, sin embargo, no me llena de orgullo. O sí, esperen… sí me llena de orgullo. No se dan ustedes una idea acerca de lo mucho que me habría gustado estar ahí. Desconozco cual podría haber sido mi reacción, pero lo más probable es que quien les habla hubiera saltado a golpear gente al azar, emocionado, siempre y cuando hubiese podido sobrevivir al ataque de risa inicial. Mi superioridad física me habría permitido mis buenos momentos de diversión, digo, ya que hablamos de las tribus urbanas menos intimidantes en la historia de las pandillas… en serio, ¿vieron a un “emo” alguna vez? De no ser porque hay algunas “emo” obesas, el promedio de peso debe rondar los catorce kilos, con pines y todo. Yo, por otro lado, a veces me miro al espejo desnudo y me imagino peleando en un estacionamiento, arrojándole automóviles encima a Magneto. Podría.

Ahora bien, el verdadero detonante de mi desconcierto iracundo apareció en la forma de una pendejita que –me vengo a enterar mirando el noticiero- viene a ser el referente multitudinario de la cultura flogger. O de la tribu flogger. O como sean, no sé. Desconozco el nombre de la chinita esta, pero transcribo aquí parte de lo que escuché y vi en una entrevista que le hicieron:

Periodista: -¿Entró mucha gente a tu fotolog?
Floggera: -Tengo aproximadamente unas diecisiete millones de visitas.
Periodista: -¿En cuanto tiempo?
Floggera: -Un año y medio, mas o menos.
Periodista: -¿No pensaste en poner publicidad?
Floggera: -Si, ya puse un aviso de Nike una vez, y ahora firmé un contrato con Clarín.

Dejemos de lado el hecho de que ahora más que nunca estoy dispuesto a no cobrar por Damos Pen@ ni por nada parecido debido a una cuestión de principios morales y muy estúpidos pero ligados al honor de un guerrero del planeta Nameku (no es que no me venda, sino que me vendo bajo otras condiciones), y no crean que es envidia porque envidia le tengo únicamente al marido de Jennifer Connelly; Primero lo primero: me parece rarísimo y curiosísimo eso de que se haya adoptado como nombre propio de una tribu la condición esa, digo, se pegó una generalizada bastante fuerte. Formar parte de la comunidad del Fotolog nunca fue motivo de orgullo, pero así y todo no daba vergüenza. A fin de cuentas, quien se pone un fotolog viene a ser más o menos un bloguero a quien no le dio siquiera para escribir una sucesión de frases inconexas y por eso copia y pega pedacitos de canciones, lo cual no resultaba tan grave. Pero si yo tuviese un fotolog de, no sé, ponele armas o minitas japonesas en pelotas a las cuales someto vestido de enfermero, me sentiría onerosamente ofendido ante la comparación. Los pedófilos deben estar que trinan.

Segundo: No entiendo cómo es físicamente posible eso de los 17 millones de visitas. Dejé de interesarme en los numeritos de mis blogs hace mucho, probablemente cuando descubrí que los sitios web que más me gustaban (y que por consiguiente consideraba regenteados por los más talentosos e ingeniosos artistas de la esfera) alcanzaban un número de comentarios superior a los dos dígitos sólo en contadas ocasiones (y aparentemente voy camino a eso, cosa que no me proponía). Pero diecisiete millones de cualquier cosa es mucha cosa. Creo que un corazón lo llega a latir diecisiete millones de veces. Hay países que no llegan a los diecisiete millones de personas. Necesito que alguien me explique como es eso de conseguir 17 millones de visitas por medios honestos y no relacionados al SPAM o las suscripciones de novedades. De lo único que es sano tener diecisiete millones o más imagino que son los glóbulos rojos, o los dólares.

Pero el motivo de este artículo es el siguiente: tenemos que definir nuestra imagen de Bloggers. O de damospenienses, si es que no queremos caer en la idea de reducir todo a la mínima expresión. Estas son mis sugerencias, o más o menos lo que creo que bastaría para interesar a los noticieros en el asunto. Esto es lo que debemos procurar que aparezcan diciendo los imbéciles de turno en los medios:

1) Los bloggers protegen su identidad y utilizan rangos militares para referirse entre sí. Nos movilizaremos en vehículos preferentemente verdes. No necesariamente un Ford Falcon, pero es que Damos Pen@ se maneja en tonos de verde y blanco, habrán notado ustedes. Puede ser una camioneta como la de Brigada “A” también, en ese caso le cambio todo el aspecto al blog, no hay problema.

2) Los bloggers no tienen una moda o aspecto definidos. Imagínense que no podemos permitirnos el ser identificados por la calle, muy a pesar de lo orgullosas que estarán nuestras familias ni bien se enteren de nuestras actividades, para nada clandestinas. A fin de cuentas, si los policías no meten presos a los emos, ¿por qué irían a meterse con nosotros? Aparte, no puedo pretender que ustedes se desarrollen físicamente del mismo modo en que me pasó a mí. No sé si se los dije alguna vez, pero soy un adonis. Casi un imán para las chicas.

3) La cultura blogger no es violenta, los violentos son algunos sectores que malinterpretan las enseñanzas. Como pasa en el Islam. Ante las acusaciones de violencia innecesaria, es de vital importancia que ante los noticieros seamos capaces de brindar una imagen de ternura adorable. Por eso, yo pensé en hacer un clip y subirlo a Youtube, como prolegómeno de lo que serán nuestras “tareas”. Este clip sucede en Noche de Brujas. La primera parte muestra a un tigrecito y a un oso panda bebé con síndrome de Down, preparándose para salir. El tigrecito está disfrazándose de fantasma, poniéndose encima una sábana con dos agujeros en los ojos, mientras que el oso está vestido de vaquero, con revólveres de juguete, sombrero y todo. Luego, ellos salen a caminar y a pedir golosinas. Pero una vecina se queda sin golosinas después de darle al tigrecito, y entonces éste le da la mitad de sus golosinas al panda bebé. Nuestras películas preferidas son “Mi nombre es Sam” y alguna otra de esas.

4) Algunos bloggers portan armas. No imagino las armas que usan las diferentes tribus urbanas a la hora de pelear. Cadenitas cromadas de cien pesos, supongo. O acero quirúrgico. Dicen por ahí que sólo un tonto confía su seguridad a un arma, pues entonces nuestro segundo nombre va a ser “los tontos”, porque vamos a andar calzados como la gran puta. Supónganse que se da otro enfrentamiento entre tribus urbanas en un shopping. Ahí están los emos tirando arañazos, los raperos tratando de hablar como negros, etc. A los bloggers se nos va a reconocer porque vamos a bajar de automóviles y camionetas sin patente, empuñando objetos contundentes y amenazadores tipo los que se usan en el wrestling estadounidense, a ser: sillas plegables, tachos de basura metálicos, etc. Salvo el líder de grupo en cada operación, que va a llevar un arma de fuego (probablemente una pistola) y va a gritar cosas del tipo: ¡ANDATE A TU CASA A PREPARAR LA MOCHILA QUE MAÑANA ES DIA DE CLASES, EMO DE MIERDA! al tiempo que toma a su victima de la nuca y le aplica culatazos sanitarios. La pelea se acaba cuando el último de los emos salió corriendo (rengueando, de ser posible), y a los camilleros se les pega únicamente en caso de defensa propia. Ahí nos subimos y nos vamos a tomar café con leche y facturas a la casa de alguno de nosotros (nos vamos a ir turnando para que nuestras mamás y esposas/os no tiren mucho la bronca). En verano, helados. Cabe destacar que un blogger se diferencia del resto de los pandilleros urbanos debido a que se la banca también a solas, y no como los punks, quienes son bravos nomás de a cinco y contra presas débiles.

5) Los bloggers son diferentes a las otras tribus urbanas. Nada de referirse a nosotros como a una tribu urbana más. Cuando el periodista venga a entrevistar a cualquier damospeniense, se le debe corregir el error y recordársele que un damospeniense no forma parte de una tribu urbana, ya que el Comando Damospeniense es algo más que una tribu. Ej: nosotros los bloggers no somos acéfalos como los “emos”, quienes lo son por lo menos en dos sentidos. Acá mando yo, y en mi ausencia, Chinchulín, y en su ausencia, el mando se delega sobre aquel al que le vea más pinta de loco inestable. Nuestros enemigos mortales son los emos, los floggers, los raperos, los cumbios y los zombies. No, no me había olvidado de los zombies. No hacemos alianzas, a menos que quieran aliársenos los ninjas, o un grupo de piratas, o un grupo de vikingos. Nada tenemos contra los negros, los judíos o los homosexuales. Por ahora.

Y así. Ahora les toca a ustedes sugerir cosas, y nombrar detalles de esos que se me olvidaron porque estoy muy emocionado ante la idea de convertirme en un referente sindical o semejante. Moyano no parece ser un tipo sufrido, qué quieren que les diga… Si los bloggers logramos profesionalizarnos (ponele que mediante la violencia y el terrorismo) ya no tendríamos la necesidad de trabajar, y podríamos vivir de esta fantochada que tanto nos gusta.

Díganme si no vale la pena intentar.

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Por si no se enteraron y viven en una “Helatodo” de esas que se usan para guardar órganos tipo hígados o riñones, les cuento. Resulta que ayer en una estación de tren la gente tiró la bronca y las piedras debido a los manoseos de TBA. Luego, otra gente se copó y al final terminaron ardiendo trenes en Merlo, Escobar y que se yó que otro lado… ¿Recuerdan el modus operandi del personal de TBA? Yo sí, porque lo describí detalladamente en este artículo de hace cuatro meses. Lean, lean.

No escuché todo con lujo de detalles porque me estaba riendo, en el piso, salpicándome con mi propia orina y semen. Y me estaría riendo todavía de no ser porque al final parece que nevó en Córdoba, y no se va a quemar toda como yo quería.

TrenUno creería que eso pasó en el tren de los laburantes y no en el de los ricachones (el que tomaba yo para ir a mi antiguo empleo) porque la gente tiene más en juego. Digo, a un ejecutivo de mierda no se le complica tanto la vida como a un repositor de mierda por el sólo hecho de llegar una hora tarde a trabajar. Puede llegar a zafarla, porque el mundo es violentamente clasista. Pero es cuestión de tiempo. Yo estoy a la espera de un quilombo (ocasionalmente tomo el tren para regresar a casa cuando no tengo monedas, cosa que sucede día por medio) para poder empezar a quemar cosas. Y no sé si soy del Polo Obrero o del Polo Quinteros o del Polo Norte (me parece que soy medio de derecha porque tengo ganas de comprarme un loro y bautizarlo “Falcon Verde” y enseñarle a decir: «Acá no está Julio López»), pero lo cierto es que ando interesado en eso de ponerle condimento a la cosa. Porque no importa cuan aburridas piensen ustedes que son sus vidas: comparadas con la mía deben ser más o menos como la escena en la que Tony Stark aprende a volar vestido de Iron Man.

La mejor, mejor, mejor parte del asunto ocurrido ayer vino de boca de un responsable de TBA, quien atinó a decir en su descargo que “estas cosas pasan (refiriéndose a las piedras y a la quemazón de la formación) porque en la Argentina la gente no se aguanta ni una demora del tren” ¡Tomá! ¡Eso es tener aguante! Habría estado mejor que lo dijese montado sobre un caballo, vestido de samurái, katana en mano y galopando hacia un frente de ametralladoras, pero todo no se puede. Sin embargo, el caradurismo por definición se hizo presente de la mano de uno de los fantásticos incoherentes que la rodean a loca esa que nos gobierna.

Porque nuestro poliministro de Seguridad, Justicia, Defensa, Derechos Humanos, Interior y Arcoirismo, el señor Aníbal Fernández, salió a explicar con lujo de detalles lo ocurrido. Y dijo que (es muy gracioso) todo se debió a un atentado de la gente de Pino Solanas. Que un militante del partido obrero (y preceptor de un colegio) fue filmado iniciando el incendio, y que alguien neutralizó el sistema de frenos/locomoción utilizando un líquido especial. Porque Aníbal Fernández es lo más. Yo creía que lo era Alberto, pero Aníbal es lo más. En serio: Si hoy a la tarde se le ocurriese decir: “Voy a matar al responsable de atentar contra nuestros servicios ferroviarios, tienen ustedes mi palabra” yo me pondría de pie, y exclamaría: “¡Y también tienen mi espada!”. Y entonces uno de ustedes podría pararse también y decir: “Y mi arco”, luego otro de ustedes podría pararse y decir “Y mi hacha”. Juntos seríamos indestructibles.

Esperen, esperen… voy a citar textualmente las palabras de Fernández, porque son mejores que cualquier otra cosa que yo pueda decir:

«hay un militante del PO, José María Escobar, un preceptor de una escuela que en ese momento debería haber estado trabajando, que fue el que inició el fuego de los vagones en Merlo, vagones con aire acondicionado que cuestan un millón de dólares cada uno y fueron incendiados ocho»

«hay testigos que vieron como Escobar se sacó un buzo, lo metió en un balde donde se prendió fuego y con eso empezó el incendio de la formación».

«sabotaje, un atentado en el sistema de frenos de una formación. Se trató de una situación armada y premeditada»

«El pasajero puede estar molesto, pero no se queda tres horas peleándose, provocando destrozos y saqueos».

Y sí, esa es la señal que yo estaba esperando, porque quiere decir que en cualquier momento le van a empezar a echar la culpa de la inseguridad a los vampiros y a los ninjas. Y a los zombies. No se imaginan ustedes cuan preparado estoy para eso.

En cualquier caso, eso de que te filmen o te saquen fotos haciendo algo aparentemente ilegal no debería preocupar al preceptor, ya que a Madonna Quiroz se lo filmó vaciando el cargador de una pistola y a Luis D´Elía se lo filmó quemando una comisaría, y golpeando a los que se le cruzaban por delante. Pensándolo bien, este preceptor debería iniciarle al Estado una contrademanda por no haberle abonado su servicio de calefacción ambulante o algo así. Yo en su lugar apuntaría al Gobierno de la Nación y no al provincial, porque Scioli es capaz de escaparse dando lástima, sacudiendo su muñoncito y diciendo algo así como: “Uh, Señor Juez, primero lo del accidente en lancha y ahora esto…”

Pero no sé… A mí, lo que me cierra mejor haciendo las veces de explicación coherente, es esto: El tren quemado está presupuestado en 9 millones de dólares, lo cual se traduce en poco más de 27 millones de pesos. Como el Estado es quien debe hacerse responsable del daño (se sobreentiende que los mismos ciudadanos que lo destruyeron deben pagar por el arreglo), me imagino que entre detalles y pitos y flautas van a redondear la suma en 30 millones de pesos. Y esos tres millones son obviamente la razón por la cual TBA organizó el autogolpe, deteniendo las formaciones frente a sus oficinas, escondiendo a los responsables, y con los guardas ofreciendo una mentira diferente en cada tren. Hoy a la mañana, en Castelar los trenes pasaban exactamente cada cuatro minutos. Con vagones furgones y todo. Sin demoras, sin contratiempos y sin desperfectos técnicos. Los trenes de dos pisos se cansaron de llevar gente. Un lujo. Faltaba el tren bala, nomás.

En resumen: En hora pico, los trenes a tiempo por una vez, más 400.000 personas llegando puntualmente a su trabajo como si vivieran en Europa, más los vivos de siempre levantando una carretillada de dinero sucio que igualmente iban a conseguir de algun lado. Hubo gente que incluso viajó sentada. Todo eso nos costó exactamente tres millones de pesos más de lo que nos iba a costar de todas maneras.

No es caro. Puesto así, no es caro.

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6 – John Cazale

FredoJohn Cazale es el rey de los actores en este ranking que se llama “Top Cuatro” porque la verdad es que más de cuatro no sabía hasta que me acordé de un par más. Cazale es, fue y será siempre el incompetente, infeliz y traidor Freddo Corleone en la saga El Padrino, y ostenta una condición que mucha gente desconoce: actuó únicamente en seis películas, pero todas ellas resultaron nominadas al Oscar como Mejor Película. Un récord zombi. Se murió joven, de cáncer en los huesos, antes de que su última película (El Francotirador, o The Deer Hunter) se estrenase. Su por aquel entonces prometida Meryl Streep y el director de la película tuvieron que convencer al productor, quien ni siquiera quería asegurarlo (murió a las pocas semanas de terminada la filmación). Lo cierto es que Cazale incluso siguió actuando muchos años después de muerto, ya que en el noventa y pico, cuando se estrenó “El Padrino 3”, apareció nuevamente en una escena del tipo “retrospectiva” en la que Michael Corleone (Al Pacino) recuerda el momento en que toda la familia se enteraba de su decisión de ir a pelear a la guerra. Hay quienes dirán que Francis Ford Coppola usó rollos viejos de filmación o sobrantes de la película original, pero eso, en mi lista, se entiende como que es un zombi.

Momento cinematográfico a través del cual lo recordaré siempre: La escena de “El Padrino 2” en la que se encuentra pescando junto a su sobrinito, y le enseña a éste el secreto de su éxito como pescador: rezar Avemarías. Pues te tengo una sorpresa: ¡No le temo a la madre de tu “dios resucitado”, maldito zombi! ¡Ella no te protegerá de mí, ya lo verás!



5 – Richard Harris

Richard Harris era el profesor Dumbledore en la saga de Harry Potter, hasta que se murió. Pero sospechosamente apareció días después de muerto, en prácticamente toda la película “Harry Potter y la cámara secreta”. No vi mucho de las películas y leí solamente el primer libro, pero cuando vi que mi propia novela era mejor (esa que ustedes no leen porque les da fiaca y además carece de chistes pedófilos), me desinteresé al toque. Eso, lean mi novela antes de que empiece a cobrar por ella.



4 – Oliver Reed

Oliver Reed Lo más genial y fascinante de este viejo es que se murió como un verdadero gladiador. Aparentemente, le dio un patatús en su habitación, al regreso de una competencia de tolerancia alcohólica de la que había estado participando junto a un grupo de marineros en un bar en Malta (donde Gladiador se filmaba, precisamente). Marineros a los cuales había vencido no sólo a la hora del beber, sino también compitiendo a las “pulseadas”. Uno se preguntará qué clase de persona lleva a cabo semejante acción. Una gran persona: esa es la respuesta. El tipo tenía como setenta años y se hallaba filmando una película millonaria, pero una vez finalizada la jornada laboral no se fue a dormir como un viejito (como debe haber hecho la señora esa de Titanic) sino que se fue de juerga como en sus épocas de juventud, cuando era rugbier. Y de más está decir que le debe haber aceitado los patines a más de una pendeja durante esos meses de rodaje. No recuerdo si era escocés o irlandés el viejo éste, pero peronista era, seguro. Y ahora es zombi.

Momento cinematográfico a través del cual lo recordaré siempre: Cuando lo agarran los soldados romanos y lo cagan a puñaladas, ante la revuelta de sus gladiadores, cerca del final de la película. Sombras y arena.


3 – Bruce Lee
Bruce murió debido a algo… todavía se discute eso. Creo que habría sido una de las pocas personas capaces de vencerme en una batalla física. El mejor peleador “kilo por kilo” que ha tenido el Universo, sin lugar a dudas. Ahora que es un zombie no representa un gran reto realmente, porque los tejidos se descomponen. Iba a ponerme a escribir un montón al respecto del gran Bruce, pero la verdad es esta: sus películas me aburren bastante. En serio, creo que era un gran luchador, pero las películas chinakas más fantasiosas siempre consiguieron entretenerme un poco más. Bruce murió antes de que «Enter the dragon» (Operación Dragón) se estrenase, y eso es todo. Resucitó luego, como zombi inmortal.

Momento cinematográfico a través del cual lo recordaré siempre:Cuando pelea contra Kareem Abdul-Jabbar, y éste le deja impresa la huella de su enorme pie en el pecho.


2 – Brandon Lee
Lee De tal palo tal astilla… ¿entienden? Jajajajajaa…. porque también se murió, ¿entienden? Jajajaja… Si yo fuera un delfín, el mundo de la comedia sería mi Mundo Marino. El hijo de Bruce Lee era un muchacho simpático a quien de seguro todo el mundo quería cagar a trompadas todo el tiempo nomás por ser el hijo de Bruce Lee. Supuestamente, Brandon Lee cagó fuego durante la filmación de “El Cuervo” (el único superhéroe gótico) debido a que un arma se cargó dos veces por error, convirtiendo la salva en un proyectil de verdad o algo así. O sea, al tipo lo fusilaron sin juicio y sin causa, pero no lo veo a Rodolfo Walsh escribiendo un libro a ese respecto, ¿O si? Se dice que su muerte fue una de las primeras en obligar a utilizar una técnica de edición cinematográfica consistente en el uso de un doble para ciertas escenas, y el “copy-paste” de pequeños clips de película. Pero yo creo que no, que en realidad es un zombi. Por cierto, si los desaparecidos durante la Dictadura Militar no están ni muertos ni vivos, ¿vienen a ser zombies? Y los hijos de desaparecidos que andan por ahí, ¿Vendrían a ser zombies con el virus inactivo? Porque si resulta que es así, yo bien debería salir a cazarlos uno a uno. ¡Alto ahí, maldito inmortal!

Momento cinematográfico a través del cual lo recordaré siempre: El tipo había hecho un puñado de películas clase B antes de espichar: esta fue su primera en los Estados Unidos. Una película llena de estereotipos y frases hechas, muy muy mala, muy “de macho”, con Dolph Lundgren. Eran como las tres de la mañana. En esa película, Drago es un policía tipo Steven Seagal. O sea: muy espiritual e íntimamente relacionado con las artes marciales y el Japón a pesar de lo que uno esperaría a primera vista. El director se pasa la película tratando de hacer que el personaje resulte copado, pero no lo consigue ni por error. El personaje de Brandon Lee, por otro lado, es un policía norteamericano tradicional que subestima precisamente todo lo japonés, y que intenta aportar los toques cómicos y comentarios sarcásticos. Horrible también.

Resulta que en una escena, el personaje de Drago aparece desnudo, exhibiendo su monumental figura (no recuerdo si antes o después de tener sexo con la “princesita en apuros”), y es visto accidentalmente por Brandon Lee. Cerca del final de la película, y mientras toma lugar el enfrentamiento definitivo (un tiroteo, con espadas y miembros de la mafia japonesa incluidos) Brandon Lee deja escapar lo que intenta ser un comic relief, y se da el siguiente diálogo en inglés:

Brandon: Por si no salimos vivos de esta, quiero decirte que tienes la pija más grande que jamás he visto.
Dolph: Gracias.

Pueden estar seguros de que jamás en la puta vida me voy a olvidar de eso. Intenté conseguir la película original nuevamente pero en las versiones dobladas al castellano la última frase de Brandon es convertida a un inofensivo: “Eres el amigo más grande que he tenido” o “eres un gran amigo”.



1 – Heath Ledger.

Cowboy raritoHeath Ledger se había quedado seco meses antes de que “Batman: The Dark Knight” llegase a estrenarse. Se quiso hacer el Pity Álvarez, aparentemente, ya que se habla de una sobredosis accidental (se cerró así el caso). Dicen que andaba deprimido por su divorcio con la cara de Pato de Dawson´s Creek, a quien supiera preñar. Ahora parece que está de moda decir que su última actuación fue sobresaliente y electrizante, pero lo cierto es que la mayoría de quienes veneran al último Guasón en realidad rinden culto al morbo ese de santificar los muertos. O bien son demasiado jóvenes y no vieron la interpretación de Jack Nicholson. No obstante, Heath Ledger era uno de los mejores actores entre los de su edad, más que nada teniendo en cuenta que como Guasón se la bancó bastante bien (lo fantástico es el personaje, no el actor) y que los actores que hacen papeles de mariquitas por lo general son mariquitas y ahí se quedan. Es una pena que actualmente su alma se encuentre ardiendo en los infiernos. Porque Dios se opone a la homosexualidad y a quienes la predican, y por eso lo convirtió en un zombi, un horrible zombi. Eso te pasa por andar haciéndote el gay.

Momento cinematográfico a través del cual lo recordaré siempre: Toda Brokeback Mountain. Me resulta muy difícil olvidar esa película en la que es un cowboy gay, con un tono de voz tan sureño y grave. Se supone que los cowboys son la quintaesencia de la masculinidad, y va este y se manosea con el otro maricón ese. Una porquería. Con esto no estoy diciendo que un escuadrón de religiosos fundamentalistas republicanos debería secuestrar a Jake Gyleenhall y torturarlo hasta matarlo, pero tampoco estoy diciendo que un grupo de religiosos fundamentalistas republicanos no deba secuestrar a Jake Gyleenhall y torturarlo hasta matarlo.

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