Antes de empezar quiero dedicarle un ratito a eso de que en Salta se estén inundando y ahogando y lastimando por meter las manos entre las chapas para hacer toda clase de cosas heroicas e innecesarias. Porque en Salta llovió, y se están inundando y ahogando de nuevo. Como el año pasado. Y el anterior. Y el anterior. ¿Se acuerdan de cuando hablamos de esto? Bueno, aparentemente esa gente no siguió mis sugerencias de abandonar esa zona y ocupar ilegalmente otros terrenos. Digo, si lo que quieren es darme a entender que son enemigos de la estabilidad habitacional, lo mismo daría que reconstruyeran sus viviendas sobre escaleras mecánicas. No conozco Tartagal, pero me imagino a un montón de gente dividida en equipos durante la mañana de un sábado, llevando enormes cabezas de fantasía, vestidos con pantaloncitos y camisetas de colores, tratando de armar casas con bloques gigantes de telgopor antes de que suene una chicharra, todo en alemán.
Ahora sí, el artículo.
Ustedes y yo somos más parecidos de lo que más de uno creería. Seguro que tenemos nuestras diferencias: imagino que a no todos ustedes les pasa eso de no necesitar usar preservativos para prevenirse de las enfermedades de transmisión sexual (mi pene se calienta al rojo vivo debido a la fricción y se esteriliza por si solo durante cada embestida), pero resulta innegable que las semejanzas no terminan en el lenguaje común y el corazón antizombita (¿entienden? como antisemita pero con zombis ¿entienden?), sino que se continúan en terreno numismático. Porque a todos nos deben estar faltando las monedas, imagino.
Tal es la escasez, que la gente ha dejado de utilizarlas en los teléfonos públicos, los cuales pronto serán removidos debido a que mantenerlos en funcionamiento ya no es negocio, considerando que la negrada no sólo no le pone monedas adentro, sino que además los destruye sistemática y repetidamente antes de que puedan ser utilizados. La dementa presidenta dijo que con lo de la tarjeta magnética se va a acabar el “negocio” que muchos hombres faltos de rectitud se hicieron con eso de venderte 95 monedas a cien pesos o semejantes, pero cualquier persona de las que viajan normalmente utilizando el transporte público estará de acuerdo conmigo cuando digo que la única forma de solucionar el problema definitivamente requiere de conocimientos específicos de difícil adquisición, a ser: la capacidad de tele-transportarse poniéndose los dedos en la frente, o una armadura de acero rojo y amarillo con propulsores en pies y manos, o una cantidad obscena de dinamita y una total falta de preocupación por los resultados. Hablando en serio, la máquina a tarjeta magnética sólo puede traer más problemas que soluciones. Cierren los ojos y casi podrán verlo al chofer, que se baja y empieza a pegar palmadas a los costados de la máquina, para luego abrirla con un destornillador para sacar la tarjeta trabada, igual que ahora pero más seguido. Las tarjetas suelen desmagnetizarse o no ser reconocidas, y no se me hace difícil imaginarme a una abuela quejándose porque la maquina le cobró tres pesos en vez de 2,50. Incluso creo que en Mar del Plata ya se usaban y ahora se están por retirar debido a que no andaban ni para atrás.
Pero para no caer en la payasada común, me permitiré adentrarlos en la solución temporaria al inconveniente con esta anécdota. Resulta que yo estaba en un cumpleaños de uno de mis amigos políticos cuando salió el tema. Vamos a representarlo tal cual pasó:
Mantis (tratando de disimular el tamaño de sus bíceps): -El problema está en la cantidad de gente que viaja. Tanto en Capital como en provincia hay mucha gente trabajando, y eso satura el asunto.
Julieta (imaginándose el miembro de Mantis, que no es otra cosa más que una suerte de piedra pómez tubular y rosada de 30 cm. x 9 cm.): -Y sí… la gente tiene que viajar.
Mantis (extrayendo una serpiente de cascabel de su bolsillo y haciéndose picar en la rodilla, a fin de conseguir un aletargamiento similar al que los demás reciben gracias a sus débiles bebidas con alcohol): -No, porque el transporte público que tenemos es el que nos merecemos: peor que el de Tokio pero mejor que el de la India. Cuando el país cumpla su ciclo natural y reviente económicamente en algunos meses en las manos de alguien ajeno al Justicioperonismo o cualquiera de sus afluentes, mucha gente no va a tener trabajo y entonces los restantes van a tener monedas para viajar y asientos desocupados.
Che, estuvieron flojos. No me hicieron avivar y puse el nombre de la mina. Pero ahora que lo veo escrito, me doy cuenta de que la anécdota en sí era demasiado clara. Lo que quise decir fue eso: que faltan monedas al mismo tiempo que el transporte se satura no sólo en las horas pico, sino en cualquier momento, con muchos vecinos pidiendo que se renueven y aumenten las flotas de colectivos, denunciándolos incluso por sus ruidos y olores. Muy probablemente la situación no se llevará de igual manera en el interior del país, pero lo cierto es que con un 30% de desocupados, el asunto se arreglaría. La Argentina, atada con alambre como vive, no tiene porqué viajar sentada, mucho menos aún tiene porqué llegar a tiempo. Es más, me animo a decir que a esta altura del partido ya no estamos en condiciones de viajar en aviones de pasajeros, sino en esas avionetas llenas de mercaderes persas llevando jaulas con gallinas, como Indiana Jones.
Ojo: creo que resulta obvio que no estoy diciendo que ocasionar un 30% de argentinos desocupados sea lo que hay que hacer: a veces es peor el remedio que la enfermedad. Pero nuestras “horas hombre” no se están aprovechando de todas maneras, si tenemos en cuenta que la gente pierde mucho tiempo productivo buscando moneditas y moneditas, haciendo largas colas para recibir entre dos y catorce pesos, o recorriendo negocios hasta encontrar un dependiente misericordioso. ¡Ah! Y sé que alguno va a querer decir que cuando baja la cantidad de pasajeros baja la cantidad de servicios dando vueltas, pero lo cierto es que, debido al increíble poder de los sindicatos, a las empresas de transporte les rinde más mantener trabajando al volante a sus empleados, que despedirlos o ponerlos a realizar tareas administrativas. (Prueba de ello son los horarios de trenes y colectivos, que son los mismos desde que tengo diez años).
Quizá por eso, y porque ando medio envenenado debido a que el domingo pasado tuve que gastar 8 monedas de un peso para ir y venir del zoológico con mi esposa, la pregunta del día es: ¿Cuánto dinero han gastado innecesariamente en golosinas y artículos misceláneos que no habrían comprado de no ser porque exclusivamente necesitaban monedas? Yo creo que me alcanzaría para una bicicleta de las caras, o buena parte de una moto, que viene a ser una bicicleta para hombres.
Y en otro orden de cosas, este horrible sitio web cumplirá cuatro años la semana que viene. Un montón, considerando la calidad apreciable en cada artículo. En serio, yo creo que todos los otros sitios web deberían cerrarse. Es más, si usted estaba pensando en abrir un blog, le recomiendo que no lo haga, porque la verdad es que en un futuro la gente vestirá ropajes plateados, se afeitará el cabello, viajará en naves espaciales y sólo necesitará leerme a mí.