Me lo regaló mi madre, creo que porque en la escuela primaria se lo habían hecho leer y le había gustado. Las ilustraciones que aparecían en papel plastificado y una vez cada “muchas” páginas, me hacían entender que ese sería mi primer libro largo en serio. Supongo que los tomos de esas colecciónes (roja y azul de Billiken) estarían en el estante de las novedades en oferta por aquel entonces, ya que vino acompañado de “Las Aventuras de Tom Sawyer”.
Yo no había empezado a ir a la escuela y ya lo leía, por lo que deduzco que lo recibí con cuatro años de edad. Sigue siendo mi libro preferido, y años atrás lloré de emoción cuado, por accidente, me encontré viéndolo en la forma de dibujitos animados, en un canal de cable desaparecido. Pero también lloro cada vez que veo que matan al negro de “Milagros Inesperados” mientras canta “Cheek to cheek”, así que… no me presten demasiada atención. Lloro por muchas cosas.
El caso es que días atrás, tomaba un té con un docente cuando éste me comentó que se ve obligado –nuevamente- a darles una adaptación resumida de un libro a sus alumnos. Capricho de una escuela privada que pretende que niños de diez y once años lean un mínimo de doscientos libros a lo largo de los nueve meses de ciclo lectivo, a cualquier precio, aunque algunos no sepan todavía identificar vocales y consonantes, o visto un colectivo por dentro. Y le tocó a mi amigo Samuel Clemens, como si Tom Sawyer (con Huckleberry sucede algo diferente, siendo una crítica social mucho más seria) no hubiese sido escrito para que lo leyesen los niños, pobre diablo…
Me da miedo que esta costumbre de abarcar mucho y apretar poco sea adquirida por otras materias que también considero indispensables. Imagínense que en matemática se enseñase a multiplicar y a dividir apenas llegados los chicos a primer grado. Pero sólo por 1, 2 y 3, ya que los números 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 0 se irían aprendiendo en los años siguientes. O que en Geografía, durante el EGB se enseñasen todos los nombres de los países del mundo, pero no se aprendiese a ubicarlos en el mapa a ninguno. Eso ya quedaría para Tercer Año Polimodal.
En Historia, se enseñaría todo lo que pasó en todos los países del mundo el 25 de Mayo de 1810. Y se pegarín daguerrotipos de todos los próceres juntos, de todo el mundo, en una cartulina. El nombre de cada uno se aprendería en Segundo Año Polimodal y lo que hizo cada uno se dictaría en el CBC en caso de que el alumno quisiese seguir el profesorado de Historia.
A la larga se quitarían todas estas materias, por su escasa utilidad y lo engorroso de su aprendizaje (supongo que el francés en los secundarios no le servía a nadie), y se las reemplazaría con las que sonasen mejor, como: “Ciencia Visual Sugerida del Conocimiento”, “Ecología Deportiva Artística”, “Filosofía Introductiva del Marketing Adolescente Exacto”, “Desplazamientos Genéticos Ambientales”, “Salypimientación Humanística de la Sociedad” y así.
Lo bueno es que de a poco yo voy pareciendo más inteligente, más culto, y mejor hablado, pese a que escribo y leo mucho peor que hace unos años. Y no tengo que hacer nada: alcanza con que el sistema educativo se siga echando a perder solito.