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Archive for agosto 2007


La cuestión es que fui a comprar un juego de destornilladores, de esos chiquititos, utilizados en relojería, joyería, óptica, etc. Los reconocerán porque son chiquitos, de acero, y vienen unos seis en una cajita. Su versión “económica/trucha” puede conseguirse con facilidad en cualquier lado, inclusive en algunos puestos callejeros de chucherías. Acá les pongo una foto de lo que compré, para que no se gasten imaginando, porque la verdad es que después de lo pobres que estuvieron algunos comentando en el post pasado, mucha fe no les tengo.

No saben ustedes cuán hombre me hacen sentir estas cosasMe salieron caros, pero la verdad es que desde siempre había estado recaliente con ellos. Son japoneses, están rebuenos y cada vez que recuerdo que ya son una de mis posesiones siento ganas de desarmar cosas al azar. Aproveché la volada y también en esa misma casa de “pasatiempos” compré una hermosa pinza de precisión. Pero lo interesante de todo esto es que para conseguir los destornilladores tuve que pasar por varias tiendas. En una de ellas, fui partícipe de la más entretenida situación de negociación que pudiese experimentar un ser humano cualquiera intentando comprar algo.

Por si quieren repetir mi experiencia y sentirse dentro de un sketch televisivo, les diré que esta ferretería de aspecto relativamente antiguo queda alojada sobre la calle Uruguay, en pleno microcentro, Capital Federal. En una esquina. No sabría precisar en cual (todo está lleno de estos negocios por allí y hay ferreterías en varias esquinas), pero puede que sea sobre la calle Bartolomé Mitre. Si se concentran podrán sentir y distinguir el olor de clavos y tornillos, grasas y desengrasantes, bolsas de agua caliente y veneno en polvo. Envuelto en mi campera y bufanda crucé la puerta sólo para ver a un anciano de anteojos y boina sentado en una silla, amén de otro saliendo de detrás del mostrador (de madera oscura y pesada), dispuesto a atenderme.



Mantis: -Buenas tardes… ando buscando un juego de destornilladores de precisión: (ayudándose con las manos y entrecerrando los ojos como un idiota a fin de parecer más amable que ignorante) los “chiquititos”… ¿tendrá?
Viejo 2: (sin levantarse, de fondo)-¿Tenemos destornilladores “chiquititos”?
Viejo 1: -Tenemos que tener, vamos a ver si es lo que busca…
Viejo 2: -Destornilladores “chiquitiiiitos”, quiere el muchacho…
Viejo 1: -A ver …(sacando una caja de la vidriera) acá está, creo que esto lo que me pedís.
Mantis: -Ah, bueno, sí… ¿Cuánto están estos?
Viejo 1: -$7.90
Mantis: (dándose cuenta de que son precisamente los chinos y truchos) -¿Se pueden abrir?
Viejo 1: -Si, cómo no, lo abrimos…
Viejo 2: (siempre sin levantarse) -Lo está mirando mucho, no lo va a llevar…
Mantis: (sacando uno, el más defectuoso) -Éste está doblado, mire… qué macana.
Viejo 2: -Uuuuuy, ¿ves? Ahí tenés. Ya empezó a encontrarles defectos…
Viejo 1: (sacando una nueva caja y entregándomela) -Bueno, no hay problema, buscamos otro.
Mantis: (tratando de cancelar el intento de compra sin herir los sentimientos de nadie) –Me parece que no son los que andaba buscando yo.
Viejo 1: -¿Y cuales andabas buscando?
Mantis: -Eran prácticamente iguales, ¿no tiene algún modelo parecido?
Viejo2: -Uhhhh… quiere otro modelooo…
Viejo 1: (dirigiéndose al viejo 2) ¿Te acordás de cuando venían éstos (destornilladores) argentinos? Se les rompía la punta al primer día y costaban el doble.
Viejo 2: -Y, dale unos de esos, que se va a poner contento…
Mantis: (revisando el nuevo juego) -Creo que venían también en otra cajita…
Viejo 2: (levantando la voz, siempre desde el fondo, sin pararse) -Aaaahhhh… el muchacho venía a comprar una cajita…
Viejo 1: -(caminando hacia el fondo) Buenooo, esperá que ya te doy una cajita ¿por qué no me dijiste que querías una cajita?
Viejo 2: -Le van a vender una cajita linda en otro lado y se la va a llevaaaaar…
Mantis: (riendo) -¿Esto es aluminio?
Viejo 1: -Aluminio y acero esmaltado.
Viejo 2: -No lo veo convencido al muchacho, eeeeh…
Mantis: -¡Si estoy acá es porque quiero comprar destornilladores!
Viejo 1: -Y bueno, yo te estoy dando los destornilladores que me pediste.
Viejo 2: -Cambiaaaaale la cajita…
Mantis: (soltando una carcajada)-¡Si me gustan los voy a llevar, pero éste está tan torcido que yo podría atarle un elástico y usarlo para tirar flechas!
Viejo 2: -No viiiiino a comprar, dejalo tranquilo…
Viejo 1: -No te sientas mal, mirá que nadie te va a obligar a comprar nada…
Viejo 2: -Ponelo en la vidriera, dejalo que no se decide…
Viejo 1: -Yo lo pongo en la vidriera y listo.
Mantis: -Mire, éste también está torcido.
Viejo 1: -Y… vienen todos así, entonces.
Mantis: -¿Y no tiene algunos parecidos, pero sueltos?
Viejo 2: -¡¡Uuuuhhh… (levantándose y yéndose) ahora ya no quiere la cajiiiiitaaaaa!!

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Siempre supe que eventualmente terminaría encontrándome con un tema lo suficientemente poderoso como para apabullarme.

Y ese día llegó. Hoy, sábado, a las once de la mañana. Ahora.

Por algún motivo, sospechaba que mi verdugo y gusano vencedor tendría como origen o fuente una cultura milenaria. Salí airoso de aquella vez en que me enteré de que los chinos contrataban strippers para llevar mucha gente a sus velorios. Pero los chinos prevalecieron. Este es, probablemente, el mejor y el peor momento en la historia de Damos Pen@.

El gobierno chino prohibe a los budistas reencarnar sin permiso. Por decreto.

Los detalles son varios, y el verdadero motivo de China (mi país preferido de ahora en adelante) es el de quitarle autoridad y poder al Dalai Lama, pero eso no importa. O al menos, no debería importarnos. Porque en cualquier lado se fusila a disidentes, y en cualquier lado se destruyen los derechos humanos… Pero esto va mas allá de toda mi capacidad narrativa y/o humorística. Me rindo. Realmente, no puedo escribir como a mí me gustaría a este respecto. Es demasiado grande. Se me ocurren demasiadas cosas. Me parece lo más justo entonces, ya que solo no puedo, el pedirles ayuda. Que el gobierno te prohiba la resurrección es prácticamente lo más horrible que puede pasarte. Lo único peor -imagino- sería perder los testículos en una pelea a cuchillo con tu madre.

Llegó el momento de que metan los mejores comentarios jamás escritos en ningún blog. Lúzcanse.

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Un resumen para los que no estén al tanto: Un tipo, subido a su camioneta, atropelló a más de veinte personas que manifestaban frente a él. ¿Y si esos no son huevos, los huevos donde están?

Y ese es todo el resumen. Escueto, sí, pero es que tampoco logré escuchar o leer mucho más. Soy conciente de que debería haberme informado un poco mejor, conociendo algunos detalles contingentes, pero la verdad es que no pude. Al hecho de que ando con mucho trabajo hay que sumarle eso de que cada vez que veo la filmación del tipo metiendo primera me descompongo de risa y me caigo al piso, porque me imagino todo con los planos de cámara y banda sonora de Meteoro.

VarizatEl tipo en cuestión, llamado Daniel Varizat (y a quien nos referiremos de aquí en mas como a: EL CONDUCTOR DE LA MUERTEEE), es un ex-funcionario menemista (y kirchnerista), quien no brindó declaraciones. Sus representantes legales lo defendieron argumentando que EL CONDUCTOR DE LA MUERTEEE había temido por su vida y tratado de abandonar el lugar con precaución, en una clara demostración de que no se puede estudiar derecho a menos que uno esté convencido de que Dios no existe o puede ser coimeado. Los atropellados sí declararon (a excepción de uno que está grave), diciendo que esperan respuesta de la justicia, haciendo una movilización y convocando a un paro general en la provincia (Santa Cruz) en una clara demostración de que la esperanza es realmente lo último que se pierde. Ahora bien, es evidente que EL CONDUCTOR DE LA MUERTEEE hizo lo que todos los perjudicados por los piquetes y cortes de ruta quieren hacer: pisar a alguno para que se dejen de joder. La macana es que en esta oportunidad los que manifestaban eran miembros de la oposición, reclamando vaya uno a saber que cosa… si hubieran sido piqueteros armados de tumberas o gualeguaychuenses hinchapelotas… bueno… todavía, qué se yo.

Alguno va a salir a decir: «lo que pasa es que algunos pueden hacer lo que quieren sin pagar las consecuencias porque están metidos en la política». La palabra es impunidad, en eso estamos todos de acuerdo. Pero yo creo que en realidad, esa impunidad es el efecto secundario del más interesante de los elementos de este mundo. Y ese elemento es el dinero.

El dinero es el que otorga el poder; y mucho dinero otorga la casi omnipotencia, si me lo permiten. Porque EL CONDUCTOR DE LA MUERTEEE consiguió el poder gracias a la política, pero Carrascosa consiguió zafar de la cárcel tras haber participado del asesinato de su esposa, de la misma manera en que Gabriel Novaro tiene su casa llena armas de fuego prohibidas, por no hablar de Macri, Yabrán, Paris Hilton, los rugbiers aburridos que te cascotean o todas esas cosas que hacen las estrellas de rock y que bastarían para que cualquiera de nosotros terminase en el presidio, sollozando y acariciándole la sombra de barba a un ex-travestido devenido en físico culturista que al oído nos susurrase un «te dolió porque todavía estás en ablande, ¿entendés?».

Y es entonces que me pongo a pensar en lo bueno que sería blanquear la situación, modificando por escrito las leyes a aplicarse sobre los ricos. Una constitución paralela. Un conjunto de leyes y derechos VIP. El derecho legal a estacionar el auto en la vereda o pasar semáforos en rojo (sus vehículos llevarían patentes especiales, doradas), violarse una nena, matarla y esconder el cuerpo, la posibilidad de que en una elección sus votos valiesen como cinco votos “comunes”, el permiso a consumir todo tipo de drogas… esas cosas. La sal de la vida para aquellos que ya no pueden diferenciarse del resto a través de su dinero, viendo que cualquier empresario estafador de poca monta se va a vivir a un «dizque barrio privado» creyéndose alguien.

¿Qué ganaríamos nosotros –los pobres diablos- a cambio? Varias cosas. Podría, por ejemplo, aplicárseles a ellos un impuesto muy pequeño a la riqueza VIP, de supongamos, un 0,6% anual de sus ganancias netas (no brutas, cosa de que puedan disimular y pagar menos todavía), a sortearse junto al gordo de navidad. O un 3%. Y a decir verdad, no creo que el resentimiento general de los pobres hacia los ricos pueda aumentar mucho más. Digo, ¿cuánto más se puede odiar o envidiar a alguien que probablemente ya tenga una lancha de oro (y llena de supermodelos desnudas drogadas) lista para zarpar el próximo fin de semana? A mi criterio, la ganancia sería la de, por lo menos, dejar de sentir que deberíamos ser todos iguales. Me tiene sin cuidado el hecho de que otros sean millonarios impunes y yo no, lo que me molesta es que todavía algunos sientan que eso puede solucionarse.

Si, ya se. Podría haber publicado un artículo referido a lo del terremoto acontecido en Perú, pero creo que ya bastante tiene esa pobre gente. Además, todo no fue una desgracia, si consideramos que una prisión de máxima seguridad se derrumbó dejando escapar a unos 600 convictos de peligrosidad extrema, quienes seguramente se encargarán de ayudar a remover escombros y esas cosas con sus brazos musculosos.

Hey… Cuantos más seamos para ayudar, mejor.

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Soy muy macho. Soy más macho que Bruce Willis en cueros y lastimado, haciendo flexiones de brazos durante dos horas. No voy a negarlo.

Un macho en serioPero quienes siguen lo que sucede en este sitio desde rato saben que si bien mi masculinidad es avasallante, a veces desquito algún capricho cuestionable o dejo ver algún rasgo metrosexual, por no decir otra cosa que sonaría muy feo. Por lo general eso se nota más cuando no puedo evitar sentirme embelezado ante esa ambrosía visual que es Brad Pitt y se me escapa un: “no podés tener esa facha” o “papito”. Y no es que a veces me la coma, pero quienes no me conocen (y algunos otros malpensados), al leer ese tipo de líneas dicen “No te la comerás, pero los cubiertos en la mano los tenés”. Malpensados.

Sin embargo, las condiciones socioeconómicas y el entorno condicionan e influyen en el grado de “masculinidad creíble” que todo hombre tiene. Recuerdo esos primeros meses posteriores a la devaluación monetaria de hace algunos años. Gastar en un boleto de colectivo para no caminar doce o quince cuadras era algo de lo que te convenía que tus amigos del barrio no se enterasen, a menos que te divirtiese eso de verlos peleándose por ver quien sería el primero en introducirte algún elemento cárnico (y privativo de su organización psicofísica) en el ano, a la voz de: “¡NO SABÍAMOS QUE TE GUSTABA, ANALÍA, NO SABÍAMOS! ¡CUÁNTO… TIEMPO… PERDIDO… ANALÍA!”.

Hoy en día, las cosas parecen estar mejor que en aquel momento, pero esa misma reacción se puede conseguir si ven que te tomás un remis en un día soleado, así sea para ir al hospital a tratarte una peritonitis. Así y todo he sufrido difamaciones, y el hecho de ser “un señorito inglés” (ver archivo si tienen ganas) no ayuda. Yo jamás me animaría a chiflarle a una chica, por ejemplo. Y la gente duda. La primera vez se dio cuando yo tenía 16 o 17 años… no sé, no me acuerdo. Fue cuando me perforé la oreja para colocarme un aro, aprovechando que mi gato siamés me había mordido hasta lastimarme y ya me dolía. “Sacate eso que es de puto” fue mi apodo en casa por esos días (me lo puso papá), a pesar de que hice el agujero hurgando con una aguja de coser y una pinza que terminó embebida en sangre. Como mi autoestima a ese respecto nunca se vio afectada, me dejé el arito y sumé también la otra oreja. Luego, en determinado momento de mi juventud que todavía palpita, decidí dejarme las uñas largas. Para que se den una idea, estamos hablando de más de un centímetro por fuera del dedo.

Nunca fui “dark”, “vampiro” o nada de eso. Era Harry Potter con uñas largas. Y permítanme destacar el hecho de que mis uñas eran mejores que las de cualquier mujer que hayan conocido. Largas y afiladas, limadas con dedicación, rectas, durísimas, rematadas en punta, libres de imperfecciones, siempre impecables y enriquecidas con calcio y protector cada cuatro días sobre una mano no acostumbrada a las labores rústicas, puedo decir que las mismas eran lujosas y brillantes garras. Cortaban cartón corrugado, papel, plástico, cuerina, latas de gaseosa… lo sé porque las fui probando contra esos materiales. La idea original era que me ayudasen para tocar la guitarra, pero cuando quise acordarme ya no quería rasparlas contra las cuerdas, porque eran preciosas y temibles. “Travesti asqueroso” fue lo menos que me dijeron mis compañeros de trabajo de aquel entonces. Cuando me cansé de ellas, retorné a tenerlas cortas y luego volví a dejarlas crecer. Finalmente, al darme cuenta de que a las mujeres les da envidia y -por consiguiente- no quieren salir con un muchacho que tenga mejores manos que ellas, terminé por quedarme sin garras. Cosas que pasan.

No hace falta mucha sagacidad para llegar a entender el motivo de este artículo: quiero que los hombres (machos) que leen este blog me den una manito confesando alguna maniobra metrosexual de esas que están o que estuvieron, y que no los hacen menos machos. Las mujeres pueden colaborar contando mariconerías de sus maridos/novios (como comer barritas de cereal) o bien alguna costumbre de macho que tengan ellas mismas. No vale decir que cuando tenían 12 años jugaban a la pelota. Eso no cuenta, de la misma manera en que Rocky Balboa no era afeminado por saltar a la soga.

Me quedé pensando en “El Chacal”, esa película en la que Bruce Willis es malo y le come la boca a un tipo en un bar. That´s some pretty disturbing shit.

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Querido diario:

Llevo varios días sin escribir, te habrás dado cuenta. Es que pasaron ciertas cosas… Resulta que aumenté de peso. Cinco o seis kilos. Lo bueno es que soy lo suficientemente alto como para que tales variaciones no se noten. Lo malo es que habiendo sido gordísimo, no estoy dispuesto a volver a “encerdecerme”. Entonces, le pedí a mi madre una tarta de verduras, único de los alimentos de origen no-vacuno al que puedo someterme sin llorar y maldecir a manos llenas. Al otro día (jueves) durante la noche, ciertos malestares me hicieron creer que la tarta me había caído pesada. Por “malestares” quiero decir “contorsiones agónicas, la necesidad imperiosa de dormir con el cuerpo doblado a fin de poder respirar y la sensación de que la muerte no es sino una transición necesaria e inevitable cuando el dolor hace que uno vea al diablo en calzoncillos debido a lo profundo que se llega dentro del Infierno”.

-Dos porciones grandes no pueden haber hecho tanto daño -me dije, entre violentas sacudidas, limpiando mi monóculo-. Ha de haber sido otra cosa. En una de esas estuve y estoy yo acarreando un empacho. Tengo que desintoxicarme.

Así me hablo yo, ¡lo sabes, oh tú, querido diario! Esa actitud me duró dos días. El sábado acudí presuroso ante una comilona de pizzas que mi tío me tenía planeada desde hace meses, habiéndole faltado yo a su cumpleaños, el de sus hijos y otras invitaciones. Entonces, comí. Comencé con una picadita de queso, papas fritas, maní, palitos salados. Como un hombre. Seguí con dos porciones de jamón y queso, dos de jamón y morrones, una de cebolla y cinco de calabresa. A esa altura ya había recuperado la confianza propia del gordo que supe ser. Y gaseosa… gaseosa… De postre vino el helado, de chocolate granizado, frutilla y crema americana. Porque pedí especialmente crema americana. No conforme con ello me dispuse a bajarlo todo con un té y masitas secas de manteca. Unas seis, con chocolate y membrillo. Sí, como un poeta guerrero, diario mío. Mi cuerpo parecía haberse olvidado del empacho. Cuando finalmente terminó la película horrible a la que fui sometido (Vacation, comedia romántica con Cameron Díaz y Kate Winslett, da ganas de comprar alambre de púas y aplicarse con éste un torniquete en el cuello) saludé y partí. Llegué a casa y me sentía panzón, pero bien.

-Abre tus ojos –me dijo mi propio hígado con voz aguardentosa cuando los primeros rayos de sol comenzaban a descoser la mañana de ayer-. Ahora me la vas a pagar, perro. This is Sparta.

Y me pasé las siguientes 10 horas vomitando y temblando, querido diario. Luego, mi domingo se redujo a quedarme en la cama quietito, sin comer ni dormir hasta las 22.00hs., cuando finalmente se me dio permiso para hacer un caldito suave, comparable -presumo- a la diarrea del más vegetariano de los saurópodos. Yo gemí como una prostituta cubana de doce años montada sobre un turista hasta que me permitieron agregarle tres ravioles caseros de espinaca.

Hoy lunes me levanté dispuesto a ir a trabajar, más por costumbre que por ganas. Me puse los pantalones, fui para el baño, hice pipí y a la salida, caí. No en la cuenta de algo, sino en el piso. Desperté de espaldas, sobre las baldosas heladas. En este momento tengo problemas para caminar o sentarme y padezco de algo que ha de llamarse “politraumatismo de culo”, o algo así. Si tuviera que explicártelo a ti, querido diario, podría decirte que una pelota de tenis está creciéndome en un costado. Soy demasiado conservador y serio como para ir al médico bajo la excusa de “me bajó la presión y tras desmayarme me golpeé una nalga”, y que la empresa mande un médico a ver cómo me rompí el culo sin ayuda no es mi idea de la diversión. ¡Lo único que faltaría ahora, querido diario, es que estuviese padeciendo yo de alguna dolencia tipo -no sé, ponele- cálculos en la vesícula, y no me hubiese enterado!

Por eso estoy trabajando. Ahora, no me queda más que publicar el artículo ese, de las reglas del «viajar no tan mal en tren». Será hasta luego, querido diario.

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En la blogósfera (término con el que desde hace un tiempo se denomina al conjunto de inadaptados con tiempo libre y acceso a una PC) se ve de todo. Los bloggers profesionales, sin embargo, son pocos. Al resto nos queda nomás la obligación de seguir fingiendo que trabajamos en nuestros respectivos infiernos hasta que un día morimos, creyendo erróneamente que dábamos para más.

Revista SuéltemeUno de esos bloggers prefesionales es el enorme Esteban Podetti, quien escribe para la sección de Blogs del Diario Clarín y es autor de muchas otras cosas, historietista, etc, etc, etc. Es como -para que se den una idea- un semidios sin cejas. Junto a Diego Parés y unos diez o doce tipos más, conforman el motivo principal de que quien les habla todavía no haya sacado la nacionalidad húngara o polaca o de otro lado. Da gusto ser argentino así, y de allí que uno de mis blogs le rinda homenaje en una manera desgastada y esporádica pero sincera.

La cuestión es que Podeti me linkeó en su blog «¡Yo Contra el Mundo!», en su lista de «otros blogs» (si bien utilizó la vieja dirección de Blogger desde la cual yo solía escribirle) y eso me pone, por lo menos, feliz. No entiendo el verdadero motivo de la acción pero quiero podría creer que se debió a una cortesía llena de lástima o a un error cuando copiaba y pegaba otro link. And that´s good enough for me. Algunos de sus «linkeados» son objetos de mi admiración y fuente de mi entretenimiento. Gracias a su blog conocí los dibujos de Rodolfo Fucile y la prosa del gran Karmelo Restelli, para que se den una idea. Y el hecho de que ustedes conozcan la existencia de este horrible sitio llamado «Damos Pen@…» también se debe a que cortésmente él me ha sabido «enlazar» de vez en cuando. De un tiempo a esta parte lo alabo menos de lo que me gustaría nomás porque desde el laburo me bloquean y rastrean todo lo que hago, cosa que me lleva a leerlo nomás cuando accedo a una pc particular, (una vez por semana) disfrutándolo compulsivamente, con gula y en forma de «maratón».

Su libro «Moriremos como ratas» (me compré dos y regalé uno) está en mi poder, lamentablemente no autografiado debido a que los horarios no me ayudaron en su momento. Pero me consuela saber que ambos cumplimos años el mismo día y nos maravillamos desde la incomodidad al ver que los norteamericanos le ponen queso rallado a la pizza, cosa que aprendimos viendo la película «Haz lo correcto».

No se me ocurría como festejar. Los invito a todos ustedes a compartir la situación. Eso. Se pone más famoso el blog, con Chinchulín saliendo en la tapa de la Revista Barcelona (n°112) y esto, nos vamos para arriba.

Un video porno amateur subido «sin mi autorización» sería el paso siguiente, ¿uds. qué creen? tendría que ser algo muy cuidado y artístico, sí.

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¿Vieron que se murió Ingmar Bergman? Me gustaría que este blog fuese de los que le dedicarían algunas líneas alabando lo mucho que supo hacer por el cine, investigando y llevando el celuloide a esferas por aquel entonces vírgenes, explorando terrenos distintos y etc. Pero no. Incluso me lo confundí con Ingrid Bergman. Para que se den una idea acerca de que blog es este, les diré que mi relación con el cine en los últimos días se reduce a ver visto «The Punisher» (con el actor ese que hace de amante de Angelina Jolie en «Pecado Original») en el cable, y luego haber salido a comprarme una remera. Una remera de The Punisher.

Y también se murió Fontanarrosa, a quien algunos echaremos de menos en cierta medida. Y se murió un montón de gente más, tanto en accidentes de tránsito como en asaltos y otras cosas. La gente se muere nomás de vieja, o de enferma. Pero de entre todos esos muertos, dos quisieron resucitar.

Y lo lograron. Un anciano enfermo de cáncer fue descubierto vivo dentro de la morgue, al igual que una beba con poco rato de nacida. Aleluya.

El cuarto nivel era desesperante (laberinto y motosierras a morir)Me dirá la mayoría que en realidad los susodichos no resucitaron. Que todo se debe a la impericia médica, la cual a esta altura del partido ya no permite ni siquiera diferenciar a los vivos de los muertos. Con falsa modestia, mi novia a veces dice cosas como «Que Dios nos salve si los médicos se reciben y obtienen el título sabiendo de medicina tanto como yo de literatura», pero lo cierto es que algo de razón debe tener. Yo los entiendo a los médicos (aunque eso no quiere decir que vaya a dejarlos operarme para extraer los cálculos en mi vesícula); muchas veces me encontré reparando mi PC y encontrando que funcionaba igual sin un montón de piezas o tornillos o cosas que me olvidaba de poner adentro. No es culpa de los hipocráticos que una PC de carne y hueso decida volver a andar después de haber sido mandada a desguace.

Pero aquellos quienes (como yo) hayan perdido a un ser querido, comprenderán lo siguiente: ¿No será acaso el mejor de todos los regalos (más allá del disgusto y la «mala sangre») el enterarse de que un ser amado al que dabas por muerto, en realidad está vivo? A mí, cuando se me murió mi viejo, se me murió en serio. No resucitó, no volvió, no pasó nada. Ahí está, en un cajón, como mi primo, en la bóveda familiar. No exagero si les digo que incluso llegué a envidiar a los parientes desaforados que hablaban de mala praxis entre nervios: ¡Qué no daría yo por tener a mi hermana viva y haber sido a sometido a ese tipo de incompetencias en una sala de espera! Mis duelos, mal que me pese, jamás fueron abortados.

La cuestión es que lamentablemente, estos «resucitados» se murieron al ratito. O al otro día, creo. No sé, no me acuerdo, fue hace como una semana. Ahora bien, lo divertido es que –me vengo a dar cuenta- yo jamás podría trabajar en un hospital, o estudiar medicina. Porque si un muerto al que yo diese por muerto no estuviera muerto y se moviese, el asunto funcionaría, según mi criterio, más o menos así:

Habría un 50% de probabilidades de que la persona hubiese sido mal diagnosticada y estuviese realmente viva, un 13% de probabilidades de que un camillero medio idiota estuviese tratando de jugarme una broma, un 1% de probabilidades de que bajo la sábana se encontrase Christopher Lambert y un 11% de probabilidades de que el finado se hallase resucitando debido a la mano de Dios, pero el 25% restante se repartiría indistintamente entre probabilidades de que el finado estuviese regresando debido a intereses del demonio, o convirtiéndose en un zombi altamente infeccioso. Y los deudos podrían hacerme todos los juicios que quieran luego -si me equivoqué emitiendo diagnósticos apresurados-, pero yo tengo muy en claro que a un muerto vivo se lo mata en serio nomás decapitándolo y prendiéndolo fuego.

Me parece que es mucho riesgo como para andar dudando a fin de conservar un sueldo o título de mierda.

*Me costó mucho decidirme por una foto para poner en este artículo. Como sabrán algunos, la captura de pantalla pertenece finalmente a uno de los juegos mas fantásticos, adictivos y difíciles que cualquier consola de 16 bits haya podido tolerar, su nombre es «Zombies Ate My Neighbors» y supo quitarme el sueño durante meses. Recomendadísimo.

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