Este es un artículo que va a llevar a muchos a desconfiar no sólo de mi salud mental, sino también de mi criterio. Pero lo cierto es que soy víctima de ciertos fenómenos paranormales, desde chiquitito. Muy pocos saben de ello. Ya bastante cuesta que la gente me tome en serio en el día a día por motivos obvios, se imaginarán…
Ejemplo 1: Durante más de un mes, el farol ubicado frente a mi casa se apagaba cuando yo salía, nomás para prenderse ni bien me alejaba. Cuando salía acompañado o había otras personas cerca, no pasaba nada, pero en cuanto salía solo, era inevitable el apagón. Empecé a sospechar al apagón #30, mas o menos. Se lo conté a quienes salían y entraban de mi casa, y a nadie le pasaba. Eventualmente, dejó de suceder más o menos cuando dejé de prestarle atención. Habré estado un mes, aproximadamente, con ese asunto. Dicen que esto es una condición, y que hay gente que lo estudia, pero a mí me parece poco serio.
Ejemplo 2: Los cementerios me hacen sentir tan bien como mal. No entiendo por qué, pero en algunas ocasiones salgo cargado de energía, mientras que en otras siento que no debería de haber entrado. Que no era bienvenido. Que a algo o alguien le molestó que fuese. Por algo no me gustan los cementerios.
Ejemplo 3: Suele darse que sueñe con elementos dispersos que al otro día toman forma de algún modo. He sabido soñar que me cruzaría por la calle con una persona que llevaba años sin hacerlo, y adivinado la ropa que traería, pese a que esta persona hubiese adquirido tal atuendo pocos días antes. Y muchos detallecitos parecidos. Creepy details.
Sin embargo, el fenómeno paranormal al que más me cuesta acostumbrarme, por el simple hecho de que no creo en los fantasmas ni parecidos, es el siguiente: puedo sentir, de vez en cuando, a un muerto. Sí ríanse todo lo que quieran, yo tampoco lo creo, pero me acostumbré a que así sea. Además, la gente se me suele reir cuando digo cosas mucho más importantes, así que no me van a traumar, ni nada parecido.
Al principio me causaba gracia, hoy en día, me intriga. Miedo no me da, por el simple hecho de que nunca me sentí amenazado, y el muñeco de malvavisco de los Cazafantasmas se parece a mí cuando era gordo. Miedo me dan los dictadores, Duhalde y los chorritos pasados de merca. Pero tengan esto en claro; voy a temer como niña chiquita si empiezo a sentir que se arrastran cadenas o ver sangre en las paredes. No hay vergüenza en vomitar llorando y hacerse caca de miedo al mismo tiempo, no importa lo que la gente diga. Y no me hagan pensar en sombritas de niños de cuatro años que pudiesen pasar riendo y tropezando a mis espaldas.
Insisto, no me sucede todo el tiempo. Y la cantidad de muertos acumulados en la historia del Universo es millones de veces superior a la cantidad de “sensaciones” que tengo. Es como si estuviese sentado frente al televisor leyendo un libro o haciendo cualquier otra cosa mientras la tele no ofrece imagen ninguna debido a que está sintonizada en alguno de los canales pornográficos codificados, y de repente se decodificase la información, una vez cada seis meses y sin que yo pudiese provocarlo, permitiéndome ver una película completa, con sonido y todo. Más de uno me entiende. En lo de la porno, quiero decir.
No es que vea la imagen recreada en mi cabeza, pero por momentos me quedo quieto. Suele pasarme cuando entro a lugares por primera vez. Una habitación, una casa cualquiera en la vereda mientras camino por la calle sin prestar atención, cosas así. Es un sentimiento de incomodidad y perturbación que me detiene y me hace voltear, o retroceder. Mi pensamiento es del orden de “Pasa algo raro”. Cuando voy al cementerio, no es de extrañar que alguna tumba me llame la atención desde la lejanía, y yo sienta que se trata de un hombre viejo, pelado, de bigote, a quien sus compañeros de trabajo supieron echar de menos, o una vieja de pelo recogido que se llevaba muy bien con su nuera, o un muerto joven debido a un accidente. El muerto no me habla, ni siquiera se da cuenta: es todo cosa mía. Es posible que llegue incluso a darme una idea de los años de nacimiento y defunción, o incluso el nombre, errándole por pocas letras, corroborando la información. Y sé que no se trata de una lotería porque nunca me equivoco. Ya sea que identifique la presencia con un solo dato, o varios (algunos incluso imposibles de corroborar), la sensación es siempre acertada. Siempre, siempre, siempre.
Si tengo que elegir, preferiría que fuese algún tipo de desequilibrio mental, antes que una habilidad sobrenatural. A fin de cuentas, podríamos estar hablando de algo verdaderamente demoníaco y yo no estoy preparado para hacerme cargo del raye o tormento sin resolver de ningún fiambre, caramba. Nunca me animé a eso del juego de la copa, o semejantes. Ni siquiera me subo al tren fantasma.
Les preguntaría si alguna vez a ustedes les pasó algo parecido, pero imagino que son gente seria…