De repente, hace un par de días, en la tele se comenzó a hablar de algo raro. Una gripe, pero que no era la gripe aviar, y que nada tenía que ver con esa gripe tercermundista llena de dengues que nos venìa acosando. Era una gripe, pero otra cosa. El tipo recuerda un viejo artìculo en el cual hablaba del virus “Mantis” o algo asì. Una enfermedad tipo SIDA, muy letal, de facilìsima transmisión, de virus resistente y beligerante.
Pero fue de golpe. Sin aviso, de un dìa para el otro. En un momento no pasaba nada, y en el otro, pasò de todo. De golpe y porrazo, en la tele se comenzò a hablar de México, de algo que pasaba allì. Porque de allì parecìa salir la gripe, que habìa causado ya un puñado de muertos y varios manojos de infectados. Pero que no necesitaba de mosquitos ni de gallinas para transmitirse. No necesitaba de nada, salvo de los humanos mismos y del aire circundante. Y de los chanchos. Gripe porcina, le dicen. Parece que primero se la contagiaron a travès de los chanchos.
Pero parecìa que era en serio, que se venìa el fin del mundo. Las camaras filmaban un México apocalìptico, pero apocalìptico en serio. En la primera tapa de los diarios se mostraban cifras y mensajes en colores alarmantes, y lo de andar sin barbijo quedò para los màs guapos. Se suspendieron los actos públicos, se suspendieron los partidos de fútbol o se jugaron sin aficiòn, se suspendieron las clases y de repente no habìa chicos en las escuelas ni adultos en las oficinas. Y màs barbijos, en la calle todavía màs barbijos.
Eran cuarenta los muertos cuando Mèxico se cerrò definitivamente, y se se animò a quedarse con la vida paralizada. Eran cien los muertos cuando la Argentina decidiò cerrarle la puerta a Mèxico y a los mexicanos que no tengan el narco-pasaporte en narco-regla. Porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, che, que es una gripe y nada màs. En Estados Unidos tambièn hay infectados, pero insisto: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Yo no sè cuanto mediràn un germen de gripe porcina, pero quince o veinte te deben entrar en el bolsillo de la camisa. Me miro los brazos. De a poco, la capa de crema repelente de mosquitos va perdiendo su poder. Su espesor es inferior a la pulgada, habrìa que darle una o dos manitos màs. Eran 169 los muertos cuando se eliminaron las escenas de besos en los guiones de las telenovelas mexicanas. Eran 1300 las personas con síntomas cuando la semiologìa entrò a romper las pelotas, porque una cosa son los síntomas y otra cosa son los signos. Resulta que los signos son los que puede comprobar el doctor, mientras que los síntomas son subjetivos.
Pero ponele que en Mèxico mientan. Porque a todos nos resulta sospechoso (o por lo menos abrumadoramente atìpico) eso de que de repente, de un dìa para el otro, el mismo estado mexicano se inmole diciendo “somos el epicentro de una epidemia”. No tiene sentido, nadie lo hace, a menos que se encuentre frente a algo temible que no pueda no sòlo contener, sino tampoco explicar o entender. Pero pese a que es procina la gripe, de los chanchos se habla poco. Faltan infografìas, faltan mèdicos hablando de cómo saliò del chancho. Faltan dibujos de chanchos, faltan animaciones computarizadas en las que unas flechitas hacen las veces de respiración chanchuna que sale de una silueta de chancho contagiando a la silueta de un cristiano delgado de cabello corto y un metro ochenta de alto, con un aire a Edward James Olmos. Nadie se ocupa del chancho. De repente no hay expertos.
Ponele que en una de esas no fue el chancho.
Pero de vuelta, ponele que en Mèxico mientan. Ponele que se sabe algo que a la gilada (a nosotros) no le llega. Ponele que alguien estuvo traveseando. Ponele que a alguien se le rompiò un tubo de ensayo cuando no tenìa que rompèrsele. Ponele que sean mil los muertos en Mèxico. Asì y todo, 1000 muertos en el DF no es nada. Son 30, cuarenta millones en el DF. No se cierra un paìs por eso. Todo el mundo no se pone en estado de alerta internacional por algo asì. Tiene que haber sido otra cosa. Tiene que ser otra cosa. Me meto los espirales en el orto, ¿no? En la tele aparecen anècdotas raras. Se suspenden los vuelos, se suspenden. Massa dice que se suspenden. En la radio, un tipo de Bragado, el intendente, dice que algo raro pasa, que se muriò un argentino porcinamente engripado en Mèxico. Que tardaron muchìsimo màs de la cuenta en devolverle el cuerpo. Que en Mèxico se hacìan los otarios. Que nunca suelen pasar ese tipo de cosas. Se habla de poner sensores de temperatura en los aeropuertos para detectar a los enfermos. ¿Cuàl va a ser el paso siguiente? Perros. Imagino que los perros, capaces de detectar a los infectados de gripe misteriosa. Ahì estàn, ladrando enfurecidos ante sujetos aparentemente normales, sanos, derechos y humanos. Esos infectados que infectan sin necesidad de picar como los mosquitos, ni de emplumar como las gallinas, ni de enloquecer como las vacas. Esos infectados que infectan sin que te des cuenta mientras que las acciones de los laboratorios se van a las nubes. Van a hacer dinero los laboratorios, porque no hace falta que la medicaciòn pueda tratar a los infectados: alcanza con que exista para que pueda comprarse. Tanto tenès, tanto valès. “Tanto duràs”, agrega Magic Johnson millonario y desde el SIDA, pero no le toca nomàs a los crotos eso de morirse.
Y ahì està el miedo, entonces. Nadie lo dice, nadie sacude el avispero, nadie levanta la perdiz, porque Dios es misericordioso y ataca en orden alfabètico: aztecas primero. ¿La Argentina se escribe con “C” de criollo, con “G” de gaucho o con “P” de peronista? Pero todos tiemblan ante la probabilidad, mìnima, ìnfima, indivisible de tan pequeña pero real, de que no sea cosa de los chanchos. De que el dìa haya llegado. De que la infecciòn haya comenzado a cobrar sus vìctimas de la peor manera posible. Y la gente gasta el jornal en barbijos y alcohol gelatinizado. Y un aviòn hace escala en Perù, y deja hospitalizada a una argentina que venìa de Panamà. Venìa a la Argentina, la señora, con su fiebre inexplicable. En Argentina se estudian tres casos, que parecen nada considerando los 21.000 casos de dengue autòctono diagnosticados, pero que en realidad lo son todo considerando que nadie sabe realmente lo que pasa. Porque una cosa es el dengue, que sabès que es dengue, porque el dengue es una cosa y otra cosa es otra cosa. Y en los Estados Unidos se muere una persona de gripe achanchonada, lo confirman los funcionarios. Es la primera fuera de Mèxico. Es un bebè o un enano, algo asì, algo chiquito. Si hubiera ganado McCain en vez de Obama, a esta hora Mèxico estarìa siendo rociado con Napalm, pero quien soy yo para decirlo. En España se confirman dos casos. La infecciòn se expande. Y al que tose o estornuda lo detienen, pero al que venìa sentado a su lado en el aviòn no le abren ni la valija, cruz diablo. Pero… ¿Y a los taxistas en Ezeiza què se les hace? Un enema de Lisoform, la respuesta es: un enema de Lisoform.
Y mientras tanto el intendente de Bragado se hace el Condorito, y exige una explicación. Y se pregunta las razones que habràn llevado a los mexicanos a demorarse en la entrega del finado, que, ahora dicen, jamàs tuvo gripe porcina. Pide respeto su viuda, pide que no se mienta.
Dice que fue otra cosa, otra cosa y nada màs.