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Archive for junio 2021

El jueves pasado me levanté medio deprimido, sin ganas de nada. Clases seguidas de una reunión de trabajo en menos de cinco minutos. Los medios y las redes sociales estaban muy entretenidos todos con la última que el presidente dejó caer en público: que “los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva y los argentinos salieron de los barcos”. La línea es sacada de una canción vieja, y Fernández debe haberla dicho para sugerirle al presidente español (con quien se encontraba entonces) que los argentinos y los europeos son la misma cosa (vos y yo somos iguales, fiera), pero… me hace acordar a la copla que un Martín Fierro borracho suelta contra una negra, antes de agarrarse a las puñaladas con el marido de la misma: me la aprendí de memoria a los siete años porque me parecía racista y graciosa.

“A los blancos hizo Dios, a los mulatos San Pedro, y a los negros hizo el diablo para tizón del infierno” dice Fierro, y el negro –que según palabras de Fierro había estado juntando rabia “dende ajuera”, se le tira encima enloquecido. Fierro, que es más hábil y por eso lo provocó, lo termina matando. Un diablo menos, diría Alberto Fernández. Y como todo tiene que ver con la gordura de la gente, no está de más recordar que es en este mismo altercado que Fierro deja caer el famoso “VA… CA… yendo gente al baile”, burlándose de la negra y sus dimensiones, que imagino similares a las de lo que conocemos como “ganado en pie”.

No es para cualquiera eso de hablar en público. Macri decía giladas también, Cristina lo mismo. Te creés que sos genial y hablás, porque te ponen micrófonos y cámaras e imaginás que lo que vas a decir va a estar bien, porque por eso todos te miran y te escuchan y te votan (al fin y al cabo, te eligieron para reinar porque te necesitan). Sumale a eso que la mitad que escucha el otro no es la mitad que vos dijiste, y el resto es ruido, estática y señal de ajuste. Pero a Alberto Fernández se le ven las costuras en ese sentido, una y otra vez. Cada vez que habla hace cagadas o se pone en ridículo. Le pasa mucho, muy seguido. Es como un tío borracho de sobremesa que hace comentarios que no son tan geniales como él cree que son.

Tendrá que ver con que Alberto fue a presidente colgado de la vuelta Kirchnerista y ganó pura y exclusivamente por eso, ya que de haber ido con un partido propio habría sufrido las suertes de Florencio Randazzo, que hace algunos años cuando se quiso cortar solo y sin el apoyo del manto peronista no consiguió los votos ni para ser senador. O sea, a Alberto le falta práctica, le falta oficio de político que tiene que salir a hablar sin decir nada, sabiendo que lo que diga va a rebotar en todos lados. Le sobra bronce, sin embargo. Se las arregló para ser presidente de la nación aún sin votos propios, y ahí está el mérito. Le respeto eso, que demuestra inteligencia. Algún día, cuando le toque morirse, va a recibir honores de Estado. Muy distinto a lo que pasó con el negro, a quien enterraron “retobao en un cuero” sin velarlo y sin rezarle, volviéndolo un alma en pena; una luz mala.

Una luz mala y negra, seguro.

Porque la luz blanca es buena por default, diría Alberto Fernández.

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