Les confieso que el día que se me rompa la PC se cierra el blog, porque ya entro tan de vez en cuando, que no me acuerdo el usuario ni la contraseña de WordPress. Así ando.
Pero… de qué se trata el artículo de hoy, se preguntarán ustedes. O no, porque me daría un poco de miedito enterarme de que hay alguien que entra todos los días a mi blog a ver si escribo algo y se pregunta “¿que irá a escribir hoy?, ojalá escriba algo hoy…”. Bueno… Si tuviera que usar una comparación sensata, les diría que se siente como tener varios ganchitos (clips) en la boca. No de los que vienen forraditos en plástico de colores, sino de los tradicionales, metálicos, conservadores. Ahora bien, si la analogía ha de ser descriptiva, lo cierto es que chuparle la pija al robot “Cain” de Robocop 2 no debe ser algo muy diferente a lo que estoy experimentando.
Porque, resulta, que me pusieron los aparatos de ortodoncia. Arriba y abajo. Oh, sí.
Era una parte de mí que debía ser re-ajustada, si se quiere. Uno podría creer que voy rumbo a la perfección física, a menos que me conozca y entienda que la perfección física llegó hace rato, todo un palo, ya lo vés. La mejor parte es eso de que el tratamiento, bien hecho dura dos años, cuando yo llevo 5 días de esto y ya estoy pensando en meterme una cuchara de postre contra el paladar y arrancar la moto y poner la cuchara entre los rayos.
Cuando hablo, me lastimo. Cuando no hablo, la lengua curiosea por todos lados y me lastimo. Si quiero masticar, me lastimo. Estoy todo lleno de microcortes por toda la superficie de la lengua, ampollitas y esas cosas. Súmenle a eso el hecho de que a mí me encanta hablar, o me encantaba, y la cosa esa de que soy profesor de inglés en una escuela bilingüe. Hay una cera para ortodoncia que se compra en las farmacias, pero la verdad es que te la ponés y se te sale en cuanto quisiste tomar algo, y además cuesta como quince pesos las cinco barritas que te duran dos o tres días. A esa plata, me compro un paquete de forros y me mastico una goma diaria durante dos semanas.
Lo único bueno, si es que puede rescatarse, es que tres imitaciones me salen a la perfección. Y cuando digo perfección, me refiero a la más absoluta perfección, ya que mi estudio de los parlantes me permite no sólo hablar como ellos, sino también decir las cosas que ellos dirían. La primera es Sean Connery. La segunda es Javier Bardem hablando en inglés (la descubrí hablando con la lengua como hacia a fuera, tratando de no lastimarme), y la tercera, que practico hasta que me duermo porque es mi preferida (me bajé las mejores líneas de IMDB) es Gary Oldman haciendo de Mason Verger en Hannibal.
Por cierto, la respuesta es no. Ésta última no sirve para poner a tu esposa “en clima”. Muy por el contrario, medio como que te saca la mano cuando querés abrazarla y todo. Hay gente que no gusta del buen cine. Pero yendo al tema de la comida nuevamente, manifiesto aquí el procedimiento que he utilizado para ingerir dos elementos al azar durante las últimas 100 horas.
Porción de pizza: Cortás pedacitos chiquitos como una moneda de un centavo y los tragás enteros. El queso pasa quemando la faringe, la masa pasa frotándose con la suavidad de una media de toalla sobre la córnea.
Papas fritas de paquete: Agarrás una medianita y la ponés en la boca hasta que se disuelve como una hostia. Uno se convierte en una especie de pitón que traga a la presa entera y deja que los jugos gástricos hagan el resto. Aunque en mi caso, yo ya era PITÓN de antemano… JAJAJAJjajajaja… Jajajaja ¿Se entiende? Pitón. Por lo del miembro, sí. ¡Bum, baby!
Por lo que, en realidad, mi dieta se ha reducido a todas esas cosas que pueden tragarse sin masticarse, y que en cierta forma tienen la suficiente cantidad de nutrientes como para mantenerme andando. No. Semen no. Pero ayer le pegué una chupada al pegamento “Uhu Stick” que tenía en la cartuchera y no me supo tan mal. Si el semen tuviera ese sabor, sería una estupidez de mi parte no empezar a… ¡¿Eeeeh?! ¿No? Bueno, está bien, no. Tampoco te pongas así… yo… no, pará: la idea no era ponerme a chupar penes, sino ir a comprar a un banco de esperma, como si fueran Serenitos. No me tratés de puto, que tengo familia.
Yo me refería a ejemplos como: Yogur bebible, helado, Listerine y sopa de verduras procesada (te comprás una de las bandejitas de verdulería y luego de cocida le das a la Minipimer, pudiendo agregar algo de polenta o sémola posteriormente). En mi caso, eso es todo. Y si no creen que comer así me quitó las ganas de vivir, es porque no llevan mucho tiempo leyendo este horrible sitio web. Mi desayuno hoy fueron unos cachitos de cera para ortodoncia que me tragué accidentalmente.
Ahora bien, la cuestión es la siguiente: La Minipimer puede procesar cualquier cosa (salvo restos humanos sólidos, como huesos y cartílagos, y ni hablar de que se te hace un quilombo si la mina tenía pelo largo) y mis glándulas salivales y procesos psicológicos más inquietos me están pidiendo a gritos los sabores que hacen que valga la pena estar vivo. Léase: carne, queso, hojaldre, pan crujiente. Entonces, lo que yo tenía pensado hacer era evitar la masticación procesando todo con un poco de Coca-Cola natural, pero tengo miedo de vomitar todo y ponerme a llorar. Esa sopa es rica, pero no tan rica como para seguir con ella.
Imagino que alguno de ustedes usó o usa aparatos desde hace más tiempo que yo. Entonces, la pregunta del día es: ¿Cómo pija hicieron para seguir viviendo con esta cosa? Ayer –me olvidaba- traté de comer una feta de mozzarella que había en la heladera y créanme que soy sincero cuando les digo que me habría resultado mucho más fácil construir un tomógrafo funcional usando sólo cáscaras de naranja y medio kilo de cal “Milagro”.