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El jueves pasado me levanté medio deprimido, sin ganas de nada. Clases seguidas de una reunión de trabajo en menos de cinco minutos. Los medios y las redes sociales estaban muy entretenidos todos con la última que el presidente dejó caer en público: que “los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva y los argentinos salieron de los barcos”. La línea es sacada de una canción vieja, y Fernández debe haberla dicho para sugerirle al presidente español (con quien se encontraba entonces) que los argentinos y los europeos son la misma cosa (vos y yo somos iguales, fiera), pero… me hace acordar a la copla que un Martín Fierro borracho suelta contra una negra, antes de agarrarse a las puñaladas con el marido de la misma: me la aprendí de memoria a los siete años porque me parecía racista y graciosa.

“A los blancos hizo Dios, a los mulatos San Pedro, y a los negros hizo el diablo para tizón del infierno” dice Fierro, y el negro –que según palabras de Fierro había estado juntando rabia “dende ajuera”, se le tira encima enloquecido. Fierro, que es más hábil y por eso lo provocó, lo termina matando. Un diablo menos, diría Alberto Fernández. Y como todo tiene que ver con la gordura de la gente, no está de más recordar que es en este mismo altercado que Fierro deja caer el famoso “VA… CA… yendo gente al baile”, burlándose de la negra y sus dimensiones, que imagino similares a las de lo que conocemos como “ganado en pie”.

No es para cualquiera eso de hablar en público. Macri decía giladas también, Cristina lo mismo. Te creés que sos genial y hablás, porque te ponen micrófonos y cámaras e imaginás que lo que vas a decir va a estar bien, porque por eso todos te miran y te escuchan y te votan (al fin y al cabo, te eligieron para reinar porque te necesitan). Sumale a eso que la mitad que escucha el otro no es la mitad que vos dijiste, y el resto es ruido, estática y señal de ajuste. Pero a Alberto Fernández se le ven las costuras en ese sentido, una y otra vez. Cada vez que habla hace cagadas o se pone en ridículo. Le pasa mucho, muy seguido. Es como un tío borracho de sobremesa que hace comentarios que no son tan geniales como él cree que son.

Tendrá que ver con que Alberto fue a presidente colgado de la vuelta Kirchnerista y ganó pura y exclusivamente por eso, ya que de haber ido con un partido propio habría sufrido las suertes de Florencio Randazzo, que hace algunos años cuando se quiso cortar solo y sin el apoyo del manto peronista no consiguió los votos ni para ser senador. O sea, a Alberto le falta práctica, le falta oficio de político que tiene que salir a hablar sin decir nada, sabiendo que lo que diga va a rebotar en todos lados. Le sobra bronce, sin embargo. Se las arregló para ser presidente de la nación aún sin votos propios, y ahí está el mérito. Le respeto eso, que demuestra inteligencia. Algún día, cuando le toque morirse, va a recibir honores de Estado. Muy distinto a lo que pasó con el negro, a quien enterraron “retobao en un cuero” sin velarlo y sin rezarle, volviéndolo un alma en pena; una luz mala.

Una luz mala y negra, seguro.

Porque la luz blanca es buena por default, diría Alberto Fernández.

Si ya sé que soy un hijo de puta por no haber anunciado mi regreso y luego SÍ desaparecer durante un año, más la cuarentena, más media cuarentena más. Y sí, se me escapó hasta la muerte de Maradona. Muchas cosas.

Pero hoy leí algo (que no es nuevo: sucedió a fines del 2019 pero me llegó hoy) que me hizo acordar las razones que me hacían escribir en este blog. Fue una de esas noticias de titular perfecto, inmejorable. Me reí tanto que se me cayó la pila de monedas de cincuenta centavos que estaba apilando para ver si me alcanza para comprarme un Conogol. ¿Existe el Conogol todavía? ¿Le cambiaron el nombre? ¿Es el tipo de helado que venden ahora, libre de género o combativo del patriarcado? Ah, qué momento para estar vivo…

Pero acá el titular del que les hablaba.

Homeless man throws bucket of hot diarrhea on woman in random attack

Me tomo el trabajo de traducirlo EN CARÁCTER INFORMAL porque algunos de ustedes son muy brutos.

Linyera le tira un balde de cagadera caliente a una mujer en un ataque al azar.

Es genial. La palabra clave, obviamente, es “hot”. Porque no le tiró diarrea. Le tiró diarrea caliente.

O sea… la escena previa es hermosa. Lo tiene al linyera valiéndose de sus primitivos medios para calentar la diarrea en una olla al fuego. Y obvio que me lo imagino sonriendo, silbando un chamamé, disfrutando de antemano y mezclando la chocolatada, tan cargada de comedia pura como de energía Damospeniense: una batiseñal de mierda que me llama a volver a escribir.

Una batiseñal de mierda caliente y líquida.

Una segunda palabra, un poco menos clave pero entretenida, es random. Porque al azar, lo que se dice azar, no debe haber sido. Alguien –aunque sea los dioses de los baldes, debe haber estado confabulando contra esa mina. Porque vos te levantás, preparás a los pibes para ir a la escuela, después les volvés a poner el piyama (¿o iba con jota?) porque te acordaste de que en la provincia no hay clases presenciales, desayunito rápido, dar un par de clases virtuales antes de agarrar el coche y salir a hacer las compras semanales de verdulería. Elegís la verdurita, la pagás, la metés en el baúl del auto, te sentas, bajás la ventanilla y ¡ZAS! Se te aparece de la nada un vagabundo que te tira un balde de de chocolate cobertura bacterial digno de que se escriban poemas sobre él.

“Me dejó empapada” dice la mina. “Me chorreaba de las pestañas y se me metía en los ojos”.

Pero la mejor es la de los paramédicos que la asistieron, que de acuerdo a la cantidad de baño marrón que le pudieron sacar llegaron a la conclusión de que “el tipo debe haber estado guardando mierda durante un mes”, por lo menos.

Yo no lo creo capaz de tanto. No porque no sea posible, sino porque la ansiedad de llevar a cabo la travesura no me dejaría aguantar tanto. Tipo, si tenés pensado emboscar a alguien tirándole una bechamel marrón, no te aguantás todo un mes. A lo sumo (y esto es lo que yo creo) le pedís a otros colegas linyeras que te ayuden en la cruzada. Una especie de proyecto Kickstarter. Shitstarter, ponele. Y es fija que la diarrea esa era en realidad un blend: un multivarietal tan bello como escatológico. Un ensamble de fluidos humanos que de tan horrible, resulta bello.

La pobre mina trató de llamar a la policía, no le dieron bola. Y ahora está en tratamiento, y se va a tener que controlar cada tres meses quien sabe hasta cuándo. Cosas que pasan. LE CAGARON EL AÑO, A LA MINA…. ajajajaja… se entiende? PORQUE LE TIRARON CACA….. JAJAJAJAJA.

Pero en serio, pensando en la cuarentena, los disparates políticos, el hecho de que Venezuela está cada vez más cerca… difícil no juntar mierda. Pero este año hay elecciones, y la Argentina va a demostrar qué es lo que quiere y va a votar usando su baldecito, el mismo de siempre. Lo complicado del COVID es que te jode el olfato, y en una de esas no te das cuenta del olor a mierda que sale de algunas boletas. Viste cómo es.

Y va a estar interesante de ver, te digo.

El que tiene, tiene

Bueno, como que el nuevo gabinete no deja mucho librado a la imaginación. Volvieron, porque a la Argentina le sobra paño y peronismo.

Por ahí, en una de esas, lo que uno tiene que hacer es dejar algunas cosas por escrito, como para que quede registro. Cuando mi hijo me pregunte qué estaba haciendo mientras Cristina Fernández y el resto de sus compañeros de trapisondas volvían a erigirse y transformarse en gobierno electo, podré decirle sin temores que estaba comiendo fideos integrales salteados con vegetales, escribiendo este artículo y jugando al Fallout 76, pese a que cada vez anda peor. Y no, no es que me haya vuelto gay con eso de los fideos: el cirujano que me sacó la vesícula hace dos años dijo que estaba con sobrepeso antes de que aumentara otros siete kilos, así que mejor, no debo estar ahora. Sumale a eso los tres litros de mala sangre que uno no puede evitar hacerse a diario y así andamos.

Por eso, estas dos grajeas de realidad.

Primera grajea: Cristina cantando la marcha, un nieto de Cafiero (que ahora es bueno, porque se murió y se volvió bueno, no como Menem que es malo porque todavía está vivo y a veces hasta lo extraño porque -puta madre- al lado de Magario resulta que es Abraham Lincoln), Wado de Pedro (que se va a hacer tirar la g..g..gom.. goma por los gobernadores antes de soltarles doscientos LECOP serie “B” y unas fichas de ENTel), Katopodis (que lo tirás al fondo del mar y te hace un asado y te saca la morcilla crocante), Felipe Solá (que no está preso) Gustavo Béliz (la cuarta cosa más menemista del mundo después de Menem, Zulemita y el negro Todman), Sabrina Frederic (la que dice que el terrorismo no es un problema para nuestro país, porque imagino que cuando explotó la AMIA estaba en Holanda), Elizabeth Alcorta (la abogada de Milagro Sala que ahora va a ser “Ministra de la Mujer”), Lammens (sí, no es joda), Cabandié (ese que anda manejando borracho porque le desaparecieron los padres o algo así), Luis Basterra (hombre de confianza de Gildo Insfrán, tipo capaz de meterle miedo al conde Drácula) y la lista sigue. Zannini es el procurador del Tesoro. O sea, arriba las manos.

Segunda grajea: Me cansé de ver fotos y comentarios y de navegar la web y de cruzarme con los beduínos estos que están encantados con la idea de que llegó un presidente que no tiene una familia “blanca, pura, hétero, católica y ejemplar”, como supuestamente era –dicen- la de Macri. Ahora llegó un presidente que –indirectamente- es parte del colectivo lgbtiejdjhejhr o como mierda se escriba la palabra puto hoy en día, o algo así. O sea, están contentos de ese tipo de representación, pero son los mismos que una elección atrás lloraban desolados porque había perdido precisamente Scioli, a quien habían votado con locura. Aquí una imagen de su campaña, nótese cuan compungida está actuando la conchuda de al lado:

sciolicreendios

A lo que voy es: no me jodan.

No tienen principios, ni ideales, ni ideología ni convencimiento, ni esto ni aquello.

Si Alberto hubiese ido en lista propia con su hijo (al que no sé si mandarlo a hacer la colimba, cagarlo a trompadas o hacerle un aborto) de vice, sacaba el 0.2% de los votos. Por algo no lo hizo, preguntale a Randazzo. Porque la verdad es que no tienen ideología, no tienen asfalto, no tienen agua potable, no tienen nada salvo peronismo.

Eso tienen.

Eso es lo único que tienen. Y es lo único que van a tener.

Y en un país que viene haciendo fuerza hace rato para volverse cada vez más pobre, ellos van a seguir haciendo fuerza hasta que el peronismo sea lo único que le quede a la Argentina. Me preocuparía mucho, de no ser porque la Argentina se siente representada, efectivamente, por el peronista que le toque. Hay gente que votó a Macri para que saque a Cristina y a Cristina para que saque a Macri. Me pregunto si habrá festejado y llorado emocionada las dos veces, andá a saber.

No sé a que venía todo esto, pero inventé un insulto que sirve para festejar durante estas fiestas: “Andá a chuparle la concha al hijo de Alberto”.

Yo creo que puede prender mejor que “andá a hacerte coger por el muñón de Scioli”, pero viste como es… a veces el primer corte no es el mejor del disco. Dicen que Paul se enojó cuando le hicieron los arreglos de «The Long and Winding Road» porque el quería solo pianito.

The monkey realised she was a page away from it and stopped typing, Arcite still on the horse.

1 uno

Era un día casi lindo, de sol, poca nube y calor. Calor futuro en mayor medida: a las siete de una mañana de verano es más el calor que se espera, que el que se vive en la carne. Se entenderá mejor si digo que el calor que hacía esa mañana era ese calor que hace que las señoras salgan a regar las plantas para que el mundo se convierta en un sauna antes del mediodía. Era calor a ser.

Salí de casa sin apuro rumbo al centro. No era yo un croto, pero bien vale mencionar que me sentía casi disfrazado, vestido así de traje, como la gente. Como la gente muerta, quiero decir, con una corbata sobria y de nudo bien hecho, llegando a la hebilla del cinturón negro haciendo juego con los zapatos. Lo suficiente como para demostrarle al entrevistador que no era la primera vez que me ponía un saco y que podía volver a hacerlo. A fin de cuentas, es como dice el tango:

 

Salir a laburar es morirse un poco,

como pagarte los petardos en navidad,

ya no sos un pibe, qué vas a hacer.

 

En Retiro, el olor a chipá se mezclaba con el sudor suave de los oficinistas y el café de carrito. Era chipa redondo, de arandela gorda: al pasar junto a la canasta de mimbre que me los ofrecía le hice una promesa silenciosa a la vendedora, quien habrá pensado que le miraba el busto. Paseé los ojos por los puestos de diarios y los alfajores de los kioscos, mareado entre mis propios pensamientos y el olor a piso sucio, que también estaba ahí. Caminando frente a mí, una señora muy gorda y alta llevaba puesto un vestido de fondo azul y flores amarillas en el que llegué a calcular que entraban cinco flores y dos pimpollos por cada veinte centímetros cuadrados. Cargaba ella con el peso espiritual de la fuente de trabajo de un millón de abejas, también espirituales. Pensando en eso, crucé la calle, sin mucho cuidado. El semáforo había cambiado varios segundos atrás y mis compañeros peatones se me habían adelantado en una coreografía asimétrica de maletines, mochilas y carteras. Yo llevaba un bolso negro sobre el hombro, muy sobrio, hecho de cordura empresarial. Era el tipo de bolso que no servía del todo, quedándose chico nomás con una agenda, una botella de agua y un cuaderno: no le entraba un pulóver ni por decreto. Llegué a abalanzarme sobre el cordón amarillo de la vereda con el tiempo justo para que un taxi me tocara bocina, con su conductor recordándome que mi madre, antes de formar una familia, había sido primero niña, luego mujer y finalmente, provocadora.

—¡La concha de tu vieja! —me gritó.

—¡Te perdono, bestia aurinegra! —le grité yo, levantando el puño con el frenesí del que acaba de alejarse de la muerte y ve partir abotonados a Ismael y la ballena. Por un momento pensé en apurar el paso y tratar de alcanzarlo en el semáforo para seguir hablando de mamá, pero me esperaban para la entrevista y el transportista tenía pinta de que si se bajaba, me golpeaba.

El sol había comenzado a castigar, y mi mano se hizo visera para amortiguar. Al otro lado de la plaza, la torre Selvaggi Primo se elevaba majestuosa, o algo así. Estaba ahí adelante, quiero decir, a cierta distancia. Con su altura de torre repartida en una treintena de plantas, era bastante más grande que yo, y a veces, con eso alcanza. Pero se tapaba con un dedo. Peor: con el dedo de un desocupado. Me imaginé a mi mismo recorriendo sus pasillos como un hámster caído al inodoro, subiendo y bajando escaleras y ascensores, haciendo simulacros de incendio, comenzando a fumar para poder salir a fumar y esas cosas que hace la gente.

Me imaginé trabajando. Me imaginé empleado.

Ya más cerca y bien frente a la torre, metí la mano en el bolsillo del saco.

—Cinco-seis-dos, Vautier y Bereterbide. Cincoseisdos  —leí en voz alta y de corrido. Sonaba a nombre propio raro, como Nabucodonosor.

Empujé la puerta giratoria y el cepillo emitió un sonido delicioso que raspaba y barría (la superficie terrestre toda) en ese medio círculo que le hice hacer, pensando en que una sucursal del Banco Provincia había sido el único lugar de mi niñez con una puerta como esa. El cambio de temperatura fue brusco pero no del todo desagradable; la hora de la siesta iba a ser una parrilla.

En la planta baja de la torre uno podía caminar libremente hasta encontrarse con unos molinetes demasiado lindos como para haber sido robados del subte, y demasiado prepotentes como para no dar a entender que no eran para el pueblo, sino para la gente como uno. Tirando al centro estaban las escaleras y los ascensores, si bien no llegaba a ver estos últimos, enfrentados detrás de una columna gruesa y revestida en mármol de salpicaduras blancas sobre un fondo negro. Anterior a los molinetes, una fila de gente esperaba que un escáner les revisara los bolsos, las carteras y —por qué no— las intenciones. Dos guardias de seguridad más comprometidos con el sueldo que con la causa se encargaban de mirar y fotografiar presionando un botón mientras los bultos pasaban a través de la maquina, sobre una cinta transportadora en forma de “L” que era impulsada a base de rodillos y desconfianza en el prójimo. Un monitor devolvía una imagen relativamente nítida. Medio al pedo, pero nítida. Algunos bolsos se trababan y giraban, enganchándose las correas entre el metal y los flecos de goma negra que hacían las veces de cortina de carnicero en las aberturas del equipo, pero eso era todo.

—Ya habrá tiempo de tener quilombos con los bolsos —imagino que me dijo el fantasma de las Navidades futuras, sin que yo lo escuchara.

Se siente como volver a casa.

 

Lo cual es extraño, porque estoy escribiendo desde casa. O sea, la misma casa que tenía cuando dejé de escribir. Más o menos la misma cantidad de hijos (un nene y una nena, creo que la nena es nueva para los lectores) y el próximo presidente es peronista o algo de eso. Kirchnerista, les dicen ahora. A mí me cae bien porque me hace acordar a Krilin cuando es viejito.

Pero me cae mal porque dice que por fin el poder vuelve al pueblo y todas esas cosas que dicen los peronistas y que, eso es obvio, deshumanizan (o «despoblizan») a quienes no los votamos. Eso no me gusta, soy tan Argentino como cualquiera, pago tantos impuestos como cualquiera y me masturbo mucho más cualquiera, a decir verdad, así que dejémonos de compararnos entre nosotros. Cuando quieran entender porqué ganó Alberto, díganse a si mismos que fue porque hasta tiene un hijo semi-trans o algo así, y eso está de moda, y me hace sentir el abuelo Simpson.

¿Por qué vuelve el blog? Porque me hace falta. Escribí novelas durante un rato para concursos, pero no tuve la suerte o el talento (o la energía) necesarios para echar eso al mercado. Voy a hacer, entonces, algo que prometí hace años.

Voy a resucitar el blog, en una era de empoderadas. No creo que vaya a tener lectores, pero en una de esas, hay gente que todavía lee blogs. No me sirven ni Twitter con sus limitaciones, ni Facebook. Lo mío es el blog, con su olor a gimnasio viejo de colchonetas cansinas y máquinas descascaradas. Como el gimnasio donde entrena Rocky, porque Mickey lo ama.

Tenemos mucho de que hablar. Mucho para ponernos al día. Yo tengo mucho, incluso, para corregir. Pero voy a aprovechar que me echaron de un laburo (tengo varios, soy adicto al dinero) y usar ese tiempo en la cosa más satisfactoria y auténticamente auténtica que puedo hacer, que es volver a escribir por el puro placer de hacerlo.

Y si, una vez por semana, les voy a ir acercando los capítulos de la novela de Damos Pen@, que es un folletín para leer sin pensar, cagándose de risa de lo que nos pasa a los argentinos nomás por ser argentinos, por vivir en este país en el que el peronismo gobierna el noventa por ciento del territorio el noventa por ciento del tiempo y ahora vuelve, como Damos Pen@, a brindarnos la solución de todos nuestros problemas.

Si vuelven ellos, vuelvo yo también, caramba.

 

Arde

Resulta que me fui a la costa con la esposa y el nene, y el nene se agarró Rotavirus. No sé si irá con mayúscula, pero como me preocupé, y fuimos a la guardia del hospital de mar de ajó, y a la otra noche siguió con fiebre, diarrea e inapatencia, y después otra noche igual, y los baños fríos en el hotel, y me volví corrriendo en el auto hasta hacerle los análisis en San Isidro, y resultó que era Rotavirus, que es como decir «es un virus».

mar de ajó va sin mayúsculas porque tardaron mucho en atenderme. Y la prosa es confusa porque hace mucho que no escribo. Así como en el post anterior les decía que la novela de Damos Pen@ estaba casi terminada, a la semana dejé de escribir por falta de tiempo o ganas. Para que me den las ganas de volver, les dejaré aquí un cacho de la novela, en los próximos días. Y nada, eso. Así soy yo, dramático e impredecible.

Pero el asunto fue, que de bronca por no haber podido correr un poco en playa y agarrar algo de color en la piel, me dispuse a quemarme un poco al fondo de casa, junto a la Pelopincho, que va con mayúsculas porque es una marca. O un nombre propio. O las dos cosas. En vacaciones no sé ni me importa.

A eso de las dos de la tarde del domingo, me acosté en la reposera a leer. A las dos horas y media sentí que era momento de remojarme en la pileta, pese a no sentir que me quemaba. Protector solar no me había puesto, porque en casa hay uno que usa mi esposa para el bebé, que es como taparlo con una loneta líquida, más o menos, y pierde el chiste porque quedás más blanco que antes. Es como un Plavicón fibrado pero fabricado por una farmaceútica.

Llevo, entonces, tres noches de casi no dormir, con todo el pecho, panza y piernas quemados a rojo. Desde el domingo. Lo curioso es que, como tengo una barba de diez centímetros (cinco meses), no me quemé ni la cara ni el cuello. Lo cual dió por resultado una quemada inversa, en la que no se me ven las partes que me quemé, a menos que me saque la ropa. Es como si me hubiese puesto una cota de malla caliente, para retirarla una vez hecho el daño.

Y hablando de cosas que arden, ¿Vieron que ganó Macri? Miren si no será malo el Kirchnerismo, que hizo que a más de la mitad de los argentinos un Macri presidente le pareciera una buena idea. Piénsenlo. En una de esas, para la próxima, somos todos un poco más cuidadosos. Para que no nos arda tanto y podamos dormir mejor, digo.

Diferencias Brancatéllicas

Se me dio por leer los comentarios del post este que publiqué hace unos meses, medio como de regreso, preguntándome si había que volver o no.

Lo curioso -lo más curioso- vino de la mano de un comentario de un lector llamado Syntagma. Lo transcribo aquí porque está bueno:

Blog suavemente inepto. Las ilusiones del clasemedismo mediopelín al que CFK salvó las papas de su pobrecita existencia argenta, salvándolos de que el gran capital se los terminara de almorzar, banda de prescindibles. Pero se creen indispensables.

Así que sos un profesorcito, y soñás con motos de 55 lucas verdes. seguí soñando. Espero que se acabe el kirchnerismo. Ese va a ser MI voto castigo. Voy a votar a Macri, a Del Sel y a la Carrió y a la UCR, otra vez, así terminan de hundir todo, cero industria, cero laburo. Y no es que CFK sea una genia, es mediocre. Pero mediocre comparado con el fist fucking que nos hicieron tus “boinas blancas”, ni hablar.

Voy a votar a la UCR, total vivo en el exterior. Agárrense fuerte mediopelines, que el próximo vendaval neocon va a dejar las cosas claras en Argentina: pobres o millonarios. Nada de híbridos K.

Buena suerte, profesorcito. Moto de 55 lucas…. Jajajajajajajajaajajajaj!

Faaa, viejo. Tranquilo… ¿Tenés problema de erección o qué?

Lo primero que hice, después de reírme un rato, fue buscar si existían motos así de caras en este país, y no encontré. Estamos hablando de más de unos 700.000 pesos en dólares ilegales, que son los únicos que podría comprar debido a mi magro sueldo.

Me llamó la atención eso de “tus boinas blancas”, lo cual denota que esta persona me leyó mucho o algo así en el pasado, hoy en día, a Dios gracias, el radicalismo ya no forma parte de mis simpatías. A fin de cuentas, la mayoría de los radicales se volvió “K” para seguir trabajando de nada, y los que dicen estar buscando otra cosa, se fueron con Massa. Lo cual también es gracioso. Me gusta el entusiasmo del radicalismo del pasado anterior a mi nacimiento, del mismo modo en que algunas películas viejas también me gustan a pesar de no haber superado la prueba del tiempo.

Lo mejor del comentario del lector, no obstante, es lo del fist fucking. Porque no se trata de un término que maneje todo el mundo. Obviamente, esta persona mira porno, como muchos de nosotros. Y en vez de ponerse a hablar de porno, se enoja. ¿Cuándo fue que los kirchneristas dejaron de reirse con los chistes de hímenes y pasaron a ser luchadores de la democracia y la libertad al estilo africano? En una de esas, si yo hubiese seguido escribiendo durante todo este rato de ausencia bloguera, estaría también así de fanatizado. Menos mal, entonces, que pasaron otras cosas.

¿Va la Argentina rumbo a convertirse en una cosa de pobres o millonarios? Es muy probable, y yo a millonario no creo que llegue, pero no me voy a comer esa de que el Kirchnerismo se pasó los últimos diez años combatiendo a los millonarios… porque no, digo. Porque no. Uno tiene sus restricciones en lo que a ingenuidades se refiere, y por respeto a gente como Lázaro Báez es que lo voy a dejar tan sólo en eso.

¿Fue CFK la que salvó a la clase media de ser devorada por vaya a saber qué cosa? ¿Tan grande es esa mina para el fanatismo oficialista más actual? El lector escribe «Espero que se acabe el Kirchnerismo» como diciendo «ya vas a ver». Lo de «vivo en el exterior», no sé si es en serio, o si es un recurso que no estoy entendiendo. No entiendo muchas cosas.

Uno de los motivos por los cuales dejé de escribir el blog fue precisamente eso, el fanatismo desmedido. Esa cosa de negarle al otro el derecho a existir; de querer destruirlo, quemar sus huesos, erradicarlo. Porque cuando es en joda es divertido, pero cuando no, da miedo. Una cosa es gorilear un poco en Internet para despuntar el vicio, y otra muy diferente es vivir la vida queriendo desintegrar al otro, cuando –para peor- alcanza que el otro diga “Aguante Cristina” para que deje de ser el otro y pase a ser un patriota lindo y bueno, como pasa con todos los justicialistas que amagan con irse o se van y vuelven, oscilando entre traidores inútiles y hombres del proyecto como si uno fuese más estúpido de lo que realmente es.

El otro día leí a Esteban Podetti -alguien a quien aprecio mucho y admiro todavía más- decir: “jamás tendría entre mis contactos de Facebook a alguien que votara a Rodríguez Larreta”. Me pareció un poco fuerte. Después me di cuenta de que me había quitado de su lista de amigos de Facebook. No sé si me sacó por gorila o por subir fotos de mi hijo, algo que no hace la gente cool de Facebook, ni los que tienen hijos feos. Espero hayan sido las fotos. No sé si llegó a ver la foto de la torta que le hice a mi nene para su primer cumpleaños, por las dudas, aquí se las muestro a todos en plena confección:

SAM_0986

Todo está texturado fiel a los juegos. Me costó unos doce mil dólares en materiales y un día de trabajo, pero valió la pena. Uno no sabe cuantos colores tiene Mario hasta que tiene que amasar cada uno de ellos en pasta Ballina. Shigeru Miyamoto hijo de puta.

Yo voto en provincia, pero bueno, supongo que sí, votaría a Rodríguez Larreta, probablemente. Si viviese en la Ciudad de Buenos Aires, no obstante, tendría un montón de motivos para no votar a nada que tuviese que ver con Macri, del mismo modo en que mucha gente que debería estar enojada con Scioli (motociclistas, docentes, etc.) lo vota igual, por esto o aquello. No sé que haría, la verdad. Votaría en blanco, supongo, como lo vengo haciendo desde que Altamira se olvidó de darme las gracias por votarlo.

Burguesito y pelotudo, seguiré comprándole a Podeti sus libros. Y seguiré sintiendo cosas lindas por él. Porque sigo creyendo que es un lindo escritor de humor –cosa que no abunda en estas tierras- cuya existencia descubrí (como muchos de nosotros) leyéndolo en el blog que tenía cuando trabajaba para el grupo Clarín. Y que no se crea que hay un palo encubierto en esa frase: yo daría clases en la ESMA a cambio de un sueldo, porque los bebés ensucian mucha ropa y a veces no sale y tenés que comprarles ropa nueva.

Seguiré también escandalizándome ante el escándalo de que, por ejemplo, un presidente le pase la banda presidencial a su esposa. Si alguien cree que eso no le hace daño a un país, es porque no entiende algunas cosas, del mismo modo en que yo no entiendo muchas otras. Tampoco entiendo como hay que aplaudirles cuando venden YPF y aplaudirlos de nuevo cuando compran YPF. No puedo tomar en serio a la que ahora dice estar en la mira de ISIS debido a que es amiga de Bergoglio, o que tiene a un Milani trabajando de Milani.

Desconozco qué va a ser lo peor de que se vaya el kirchnerismo, pero si estoy seguro de que lo mejor va a ser que la fiebre va a bajar un par de grados, y vamos a poder volver a salir a jugar a la pelota todos juntos, hasta que sea la hora de comer. En una de esas, podemos ponernos todos de acuerdo y putearlo al que gane las próximas elecciones, que razones no van a faltarnos, de acuerdo a lo que ofrece la paleta de candidatos.

Todo eso se extraña mucho.

Pero la pregunta damospeniense del día es: ¿Quién le dio el teléfono de mi casa a Massa? ¿Quien fue el hijo de puta? ¿Fue Randazzo? ¿Se escribe así Randazzo?

En otro orden de cosas, «7 monos», la novela gorila de Damos Pena está a poco de terminar de escribirse. Con Chinchulín y todo. Y la respuesta es sí: hay chistes de hímenes y curas pedófilos. Debe haber tres por página.