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Archive for julio 2006

Authorized Personal Only

Trabajando – Vida Diaria – Yo por Dentro


El edificio donde trabajo es bastante nuevo y tiene mucho espacio en su interior. No sé cuantos pisos serán, pero en algunos de ellos opera al menos un banco de los muy, muy importantes, con muchísimas oficinas, archivos infinitos, cajas especiales y todo eso. Por lo tanto, las medidas de seguridad allí tomadas son como las que se ven en las películas.

Siendo empleado, tengo una tarjeta magnética que uso a diario para habilitar los molinetes y también para entrar al ascensor. Luego la vuelvo a usar para acceder a las oficinas del 4 piso, que es donde yo estoy. Para salir: lo mismo. No hace falta que la apoye: en todos lados hay sensores láser que pasan de rojo a verde cuando me acerco lo suficiente, aunque la lleve en la billetera. A veces –y con “a veces” quiero decir desde hace tres meses, todos los sábados- juego y digo: “Mantis”, o acerco mi ojo al láser, o apoyo el pulgar derecho haciendo de cuenta que soy un científico que accede a lugares de máxima seguridad debido a que en los registros se reconocen sus huellas digitales, retina y/o voz. No creo que vaya a cansarme de ello, nunca.

Sin embargo, antes de pasar por todo eso, tengo que someterme a otro procedimiento. Si bien ya no me hacen caminar por un detector de metales, porque el efectivo de seguridad se hizo a la idea de que soy inofensivo, mi mochila nunca se salva de que le saquen una radiografía. La coloco sobre una cinta mecánica, pasa por un coso metálico y en un monitor aparece, a ojos del curioso vigilante, el interior de la misma. O sea: una cartuchera, una agenda, un anotador lleno de apuntes y fotocopias del laburo, la “Guía T de bolsillo”, una botella de agua vacía y –ocasionalmente- un paraguas. Imagino que debe estar desilusionándose. Porque, digo, todos los días esperando ver algo interesante y yo le caigo con esas porquerías. A veces también incluyo un Tupperware con un sánguche o empanadas, pero…

En fin, me tienta la posibilidad de aniquilarle la rutina. Y no me refiero a entrar con el revólver de mi abuelo debajo de la campera y hacerle burlas desde el otro lado de los molinetes a la voz de “¿Adiviná quien se quedó sin trabajo?”, sino a otra cosa. Algo por lo que no se me pueda llevar a juicio. Estuve pensando en hacer -sobre un cartón corrugado, con alambre blandito y letra cursiva- un cartel. Me llevará un par de horas del domingo, pero imagino que cada minuto de labor valdrá la pena. Lo que no se me ocurre es lo que podría escribirle. Tiene que ser algo breve y no demasiado ofensivo. Pero que tampoco sea lo suficientemente insulso como para pasar inadvertido. Había pensado en “me gustás, papito” y en “damospena.blogspot.com”, pero estoy seguro de que uds. no van a tener inconveniente en encontrar alternativas bastante más interesantes…

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Baby Mantis

Yo por Dentro

Ando con ganas de tener un hijo. No, no me malinterpreten, no es que esté buscando sexo, ni voluntarias, ni úteros. Imagino que el hecho de haber tenido tantas pérdidas familiares en tan poco tiempo me ha despabilado la necesidad de conservar la estirpe cercana, a pesar de que tengo aproximadamente unos nueve mil parientes en la provincia de Buenos Aires, solamente. Será por esa cuestión de la «sangre de mi sangre», que se yo.

Mi novia no está para nada convencida de querer ser madre en un futuro cercano, por muchas razones. Sin temor a pecar de ingenuo, yo lo digo como unas “ganitas” para dentro de unos cinco o seis años, cuando estemos casados y un poco más organizados. Sin embargo, algo que me perturbó fue el hecho de que a ella le parece importante –o al menos interesante- que yo presencie el parto. La situación fue más o menos la siguiente:

Ella: -¿No te gustaría acompañarme y verlo nacer, mi amor?
Yo: – No, mi amor. Bajo ningún tipo de amenaza.

Ella es muy lista. Sabe que yo soy de acero para muchas cosas pero de mayonesa para otras. Porque ver como es expulsado el bebé –sea por cesárea o por parto natural- va a conseguir que quien escribe estas líneas llore, empalidezca, se maree, vomite, orine, defeque y se desmaye. Y no necesariamente en ese orden. Entonces, cuando el pequeño Baby Mantis abra sus ojos, lo primero que va a ver va a ser a su madre, fuerte y hermosa sosteniéndola en sus brazos y diciéndole lo mucho que la ama a pesar del dolor y el cansancio. Y cuando voltee instintivamente en busca de su padre, verá a un tipo con cara de idiota, mal afeitado, sumido en un charco de sus propios fluidos y teniendo que ser asistido por los facultativos médicos. Y así es como va a recordarme durante el resto de su vida.

No hace falta aclarar a quien le va a hacer caso la criatura de allí en más, o a quien va a recurrir en caso de necesitar consejo.

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Yo por Dentro – Vida Diaria

Creo que lo he visto todo.

Ayer, volvía yo de trabajar (mi vida se ha reducido a “ir a trabajar”, “trabajar” y “volver de trabajar”, lamentablemente) sentado/semi-apoyado sobre el tacho de basura que hay entre algunas hileras de asientos, cuando entró el primer vendedor ambulante del recorrido, ofreciendo pañuelos descartables, a dos paquetes por un peso. Un señor, al que llamaremos “SEñor PElado y DE BIgotes PArecido al actor que hacía del PADE BOcha en CEbollitas” o “SEPEDEBIPAPADEBOCE”, levantó su brazo y le hizo señas al escandaloso comerciante, que no dudó en encajarle tres paquetes por 50 centavos. El “Sepedebipapadeboce” entonces los guardó en su bolso negro, al que llamaremos “BOLNE”.

Dos estaciones después, otro vendedor se hizo presente, trayendo consigo paquetes de Bonovones genéricos, a un peso el pack de cuatro unidades. Una vez más, el “Sepedebipapadeboce” levantó la mano, y adquirió una bolsita que también fue a parar al “Bolne”. Imaginé que necesitaría monedas, debido a una pésima inversión metálica en los pañuelitos. Pero al llegar el convoy a la siguiente estación, tuve que desechar tal hipótesis.

-¡Prácticas y coloridas banditas elásticas para el cabello, se llevan los diez por un peso! –vociferó un tercer vendedor. Y el “Sepedebipapadeboce” volvió a levantar la mano silenciosamente y comprar. Y “Bolne” volvió a recibir.

Yo estaba fascinado. Era la primera vez que veía a alguien comprar tres veces en el tren. Probablemente eso había sido lo más interesante que me había sucedido en las últimas dos semanas, y la única anécdota digna de contarse a mis nietos. Pero se imaginarán ustedes mi sorpresa cuando, dos estaciones después, el “Sepedebipapadeboce” levantó su brazo por cuarta ocasión, para felicidad de la señora que vendía fundas elásticas para teléfonos celulares a 5 pesos cada una. Cual lebrel del infierno, “Bolne” devoró su presa una vez más.

A esta altura del partido yo ya no me quería bajar del tren. En caso de ser necesario, seguiría hasta Tigre y luego me tomaría un colectivo para regresar; no importaba. Una mujer parada frente a mí también lo había presenciado todo, y observaba al “Sepedebipapadeboce” con cierta curiosidad. Pero “Bolne” aún no se había saciado…

Hay momentos en la vida de uno, que lo marcan para siempre. Yo no salí campeón de la NBA seis veces, ni me salvé de morir en un atentado, ni tuve un hijo, ni llegué a la Luna, ni me gané un Oscar, ni salvé a 30.000 judíos empleándolos en mi fábrica metalúrgica, pero cuando el “Sepedebipapadeboce” levantó la mano para comprar una linterna a dínamo por diez pesos… sentí que pasaba a formar parte de la historia.

Mi cabeza se llenó de preguntas: “¿Será un extra contratado por los vendedores para provocar compras por contagio? ¿Vendrá del interior del país y querrá hacerse el platudo frente a los porteños?, ¿Será un millonario excéntrico que no puede dejar de comprar compulsivamente?, ¿Será “Bolne” –acaso- una criatura viviente? ¿Tendrá la misteriosa necesidad de todos y cada uno de los elementos adquiridos?”

El “Sepedebipapadeboce” abandonó el tren en la estación siguiente, llevándose consigo a “Bolne”. Luego me bajé yo, dos estaciones después.

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¡Viven!

Yo por Dentro – Comestible

Si bien he aprendido a comer casi de todo -por una cuestión de principios profesionales- hay muchas cosas que no creo sean recomendables. O al menos no me gustan, que se le va a hacer…

Lo simpático es que, cuando en cualquier lado –léase casas ajenas- me sirven algo de comer que no me gusta (o en casa hay que reciclar algunas chucherías olvidadas en los rincones de la heladera y/o despensa), mi cerebro reacciona instintivamente enviando este mensaje:

“Imaginate, Andrés, que estás en la guerra, o solo en una isla, y llevás días sin comer. Estas arvejas, porotos, aceitunas y zanahorias son lo último que queda y no hay otra cosa: si no comés, te morís. Y este pedazo de pan medio duro es el último: los carbohidratos en él te van a ayudar a sobrevivir y a aguantar un día más. Y la fruta abrillantada en este trozo de pan dulce te va a proporcionar el azúcar necesario para que tu cuerpo no entre en shock hipoglucémico… ¡HOY NO ES TU ÚLTIMO DÍA, ANDRÉS! ¡HOY VAS A VIVIR!

Y entonces, como. Sigue sin gustarme la porquería que estoy comiendo, pero el sentido de la obligación se impone, porque el lazo que me une a mi propia vida es más fuerte que cualquier asco. Va de la mano con esa frase que me digo a veces para hacerme sentir culpable: “¿Tanta gente pasando hambre en el mundo y yo no voy a comer esto SOLAMENTE porque sabe tan chocante a mis deseos?”. Lo curioso es que este método de “auto-convencimiento” se desarrolló sin que nadie (ni siquiera yo) me lo propusiese, más o menos en aquella época en la que dejaba de ser niño y era lo suficientemente gordo como para hacerle creer al mundo que a mi dieta no había elemento alguno capaz de escabullírsele.

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No se lo merece

Comestible – Yo por Dentro

Anoche soñé que por errores burocráticos me convertía en empleado part-time de Terrabusi, o mejor dicho, de Nabisco, o mejor dicho, de Kraft Foods (todo monopolizado por Philip Morris), la fábrica de donde sale el “Tang”, que, para los alienígenas que no lo saben, es una marca de jugo en polvo. En este sueño, me tocaba aportar ideas debido a que yo había pasado a formar parte del departamento de marketing o desarrollo. Algo de eso. Tenía que pensar en nuevos sabores, porque la empresa se venía a pique debido a la invasión de gaseosas de marca dudosa que atestan los almacenes y supermercados chinos.

Todos me trataban como a un genio, al principio. Terminé creando dos sabores: uno exitoso y otro que prácticamente decretó la quiebra. ¿El exitoso? Menta y chocolate, revolucionario más que nada por su sabor de chocolatada refrescante, que se hacía con soda en vez de leche y terminaba siendo usado en muchos tragos bolicheros. ¿El del fracaso? Tomate y hierbas de pizza finamente gasificadas, salado y pensado para diluirse en cerveza a fin de provocar la sensación de una comida completa. El presidente de la empresa, que era pelado y parecido a un vecino mío, lloraba y lloraba ante las cajas sin vender. Recuerdo haberme enojado y enarbolado el siguiente argumento:

-“La base de tomates está muy ácida y el orégano está viejo. Esta no es la receta que yo había pedido”.

Me desperté cuando me echaban.

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La Nariz del Abuelo

Yo por Dentro – Científicamente

Una teoría que defiendo y que nadie me ha podido defenestrar es la siguiente: Todos fuimos o vamos a ser lindos alguna vez.

Algunos exageran y se quedan lindos, digamos, por mucho rato, como en el caso de Jennifer Connelly. Pero a todos se nos dio una chance. Lo malo es que uno no decide. Por ejemplo: Sean Connery de viejo se la re-banca, pero de joven no era la gran cosa. Sharon Stone a los cuarenta estaba mejor que nunca. Pierce Brosnan es otro que de “madurito” subió algunos puntos. He visto fotos de mujeres horribles que de abuelas se vuelven digeribles, digamos, entre lo que queda para elegir cuando las mujeres llegan a viejas. Y eso no hay que subestimarlo cuando se alcanza esa edad en la que el cabello y la continencia urinaria se cotizan a niveles otrora irrisorios. Dakota Fanning puede ser muy bonita, pero tal vez sea este su mejor momento. Miren sino lo que le pasó a Macaulay Culkin…

Yo fui lindo cuando tenía un año y medio, dos, más o menos. Este post se queda medio incompleto debido a que no pude escanear una foto de mi bautismo (allí aparezco luciendo un conjuntito de chaleco y pantalones cortos en terciopelo marrón y unos zapatitos haciendo juego, moño de cintitas, camisa blanca inmaculada, piel perfecta, nariz de pompón, cachetitos adorables, ojos enormes y cabello con rastros del albino prematuro que fui al nacer (hoy, mi pelo es castaño oscuro, prácticamente negro). Una aaaarmosura era, que querés que te diga. Y un desperdicio, porque a esa edad a uno la belleza le sirve de mas bien poco, ya que de cualquier forma todo el mundo lo quiere porque uno es “novedad”, el milagro de la vida, o como quieran decirle al fruto de una noche de chanchadas egoístas. Luego me fui echando a perder, fermentando como una bolsa de achuras sobre el tejado en un día soleado de noviembre. Lo peor fueron mis últimos días de colegio secundario cuando mi aspecto era una mezcla de Anthony Kiedis y Enrique Pinti.

Lo de cómo estoy hoy se lo dejo a criterio de quienes me conozcan de aquí en adelante. Pero, suceda lo que suceda, sé que ostento orgulloso el cetro del bebé mas lindo en toda la historia de mi familia. Como quien les habla ha sido, jamás habrá ningún otro.

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Comestible – Vida Diaria

Muchas personas mienten o engañan con respecto a su poder adquisitivo, exagerando su riqueza para encajar en ciertos círculos o tratando de disimular por miedo a que uno, que es un degenerado, croto venido a menos y delincuente en potencia, le organice un secuestro express. Algunos lo hacen sin querer, otros adrede, pero hay algo que los deja al desnudo, y ese algo son las fotos del último cumpleaños. Pero no son los regalos los que hablan (algún pariente platudo y desubicado puede regalarle una colección de DVD´s al pobre flaco que vendió la videocasetera por necesidad), sino los comestibles.

Las gaseosas de marca son para gente de plata estable. Cuando uno anda pobre o sin plata para festejos, el jugo diluido inunda las jarras y los vasos en las fotos, y eso lo sabemos todos. Un punto intermedio son las gaseosas marca ACME de gustos y colores sospechosos o contradictorios (pomelo verde y esas cosas). Sépase: si todas las imágenes del cumple de un niño muestran una botella de Coca Cola de dos litros y 1/4, es porque hubo cash para invertir en la sed de sus compañeritos del club y colegio.

Las papas fritas. Tome una lupa y fíjese bien: si las papas son bien finitas (infladitas parcialmente algunas) y lucen un color amarillo canario claro, es porque son de Kellog´s, deliciosas y caras. Si en cambio algunas están medio chamuscadas, o se ven gruesas y de color amarillo intenso, es porque son de las que venden en los cotillones, en bolsas gigantes, más baratas y no tan crocantes. Nota: Si en vez de todo esto aparecen algunos tubos de Pringles, es porque hubo MUCHA plata…

Voy a hacer un alto, porque la situación lo amerita. Mi consejo, joven argentino, es que en este caso consiga que lo inviten al próximo cumpleaños, elija un pibe al azar y pida rescate, o que empiece el noviazgo con la gordita fea y tímida que prestó la quinta para el cumple. Las Pringles cuestan 12, 14, 16 pesos el tubo, viejo… y son ricas en serio. En esa casa deben tomar hasta yogurt…

Los Chizitos. A diferencia de las papas, los mejores, más caros y más ricos (Kellog´s) son los del color mas intenso, casi naranja de tan amarillo. Los más baratos, en cambio, son más pálidos, y un poco más alargados dentro de su organización psico-física tan irregular (incluso pueden estar húmedos), considerando que los Kellog´s son casi redondos.

Los palitos salados. Los Pep (otro chivo a Kellog´s) son los mas caros, pero a mí me gustan más los mas baratos, que son más oscuros, largos, salados y finitos, si a alguien le interesa.

El maní salado es caro siempre, pero el pelado es más caro y un capricho. $$$… taca, taca, taca… peso, peso sobre peso.

Los sanguches de miga. Hoy en día, una cadera de platino te sale más barata: cualquier paquetito de tres sanguchitos cuesta 4 o 5 pesos y no sirve ni para distraer. Los TRIPLES de miga son caros, ricos, coleccionables… y si aparecen apilados en montañas en las mesas y a nadie parece afligirle el hecho de que los compañeritos de colegio del nene les peguen un mordisco a cada uno y luego los abandonen baboseados en las macetas, es porque las cosas andan bien en esa familia. Y si entre los emparedados algunos son de jamón crudo y roquefort (los reconocerá a la distancia por el pan negro)… bueno… esa gente nada en la opulencia. Vaya al baño y róbese la grifería.

-Salchichitas. Si son de copetín, la madre del nene es una vaga que quiere defecar más de lo que le permite el recto y se aprovecha del sueldo del marido, o no pensó en cuidar el centavo que habría ahorrado comprando salchichas comunes y cortándolas luego a cuchillo.

Las servilletas. Hoy en día, las servilletas blancas individuales andan accesibles en precio, pero si en las fotos aparece un antiestético rollo de Rolli-Sec, es porque allí se está cuidando la moneda. Sea consciente y no acapare, que no se note que es usted un angurriento. Y no pase vergüenza: en la piñata hay sólo unos pocos caramelos para los chicos.

Algunos dirán que la verdadera plata aparece cuando el cumpleaños incluye directamente un servicio de Lunch completo, con calentitos, medialunas y masitas de crema, pero yo no me acuerdo, hace rato que no me invitan a esos cumpleaños.

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