Ayer abrí una ventana en el explorador de Internet que utilizo y me dirigí presuroso a ver lo que tenía para ofrecer Esteban Podeti a través de su blog en el Kran Diario Arkentino. Leí y me reí un rato con el asunto ese del viaje a La Plata, pero a un costado, un titular de Ultimo Momento (en ese momento era el último) llamó mi atención. El titular decía: “Kaká dice que cuando deje el fútbol se dedicará a la religión”.
Era obvio que Kaká era evangélico, para el ojo mínimamente entrenado. Se le notaba a la legua debido a lo insulso de su aspecto casual (que no es el de un católico ni el de un mormón) durante las entrevistas que le hacían durante las concentraciones en el último mundial. El hecho de que anduviese leyendo la Biblia todo el tiempo y usara musculosas como la de la foto debajo de su ropa también lo delataban, sí. Aparentemente, quiere ser pastor, cosa muy común entre los evangélicos debido a que a diferencia de la mayoría de los católicos, suelen estar bastante más involucrados en las actividades de la iglesia. Y hago uso del plural de la 3° persona del plural en vez de la 1° para conjugar el verbo soler porque si bien yo estoy por volverme evangélico, de acá a que me vean tratando de “enseñarle la palabra” a un tipo que mató a media docena de fulanos para robarles sus respectivos automóviles hay mucho trecho. Yo le enseñaría otra cosa. A portarse bien, le enseñaría. O una foto en la que aparezco mutilando a sus hijos con una morsa, por ejemplo, le enseñaría.
–Y… la vida es así –me dije, comparando tácitamente al brasileño con otros jugadores de fútbol mucho más degenerados y más sabios a la hora de aprovechar su exposición pública, volteándose a cuanta mina, bidón de vino y/o linea de merca les pasa cerca-. Dios le da pan al que no tiene dientes…
Pero a un costado, en el ranking de notas más leídas, sin querer vi lo siguiente:
“DETIENEN EN ROSARIO A UN HOMBRE QUE QUISO QUEMAR A SU HIJO POR LLEVARSE LAS MATERIAS”
Y de repente, Kaká dejó de interesarme.
Primero imaginé algo más complejo que la realidad. Creí que el tipo (se llama Horacio) lo había quemado al pibe en Buenos Aires y luego intentado fugar al interior del país, hasta que me di cuenta de que la culpa en la interpretación errónea no era mía, sino de los redactores de Clarín y sus capacidades narrativas hechas de Durlock. Es por eso que yo voy a abrir ante ustedes el abanico de observaciones que está haciendo falta. Llámenme “analista sensato de la realidad”, si así lo prefieren.
Primero lo primero: el guachito se llevó todas las materias. Para llevarse todas las materias tiene que haber estado haciéndose demasiado el pelotudo, ya que algunas asignaturas se aprueban nomás asistiendo a clase más veces que el docente, y para otras tantas ni eso hace falta. Corría quinto año del secundario cuando yo supe sacarme un 9 en una evaluación de Literatura acerca de Boquitas Pintadas, un libro largo, aburrido, horrible y pesado de Manuel Puig al cual le leí unas quince páginas y la contratapa porque justo para ese entonces me había comprado el adaptador para jugar al Playstation de a cinco con mis amigos y todo no se puede. Y a Educación Física fui ocho veces en todo el secundario. En total; y me la llevé nomás en cuarto año.
Dicen las malas lenguas que previamente, el padre lo habría golpeado. No resulta muy difícil entonces imaginar que el muchacho, poseído obviamente por esa típica actitud rebelde de los adolescentes, haya sido capaz de desafiar a su padre a la voz de: “jajajaja, no me duele, viejo cansino… ¿no tienes nada más que eso? Jajajajajaja…”. Yo no soy ningún abogado, pero a mí se me hace incluso que en ese caso la causa debería caratularse como “Legítima Defensa de un pobre tipo ante una agresión agravada por el vínculo con un hijo desagradecido y malvado como el de la leyenda del Caraú”. Y no me vengan con que no importa legalmente cuando se arremete contra la autoestima porque aparentemente si te cruzás con alguna de los participantes de Cuestión de Peso, le tocás bocina y le gritás algo así como: “escupí el fitito, obesa hija de re-mil putas” pasás a ser un insensible ante los enfermos y alguien termina demandándote por daño moral. Imagino al pobre Horacio teniéndo que empinarse dos cajas de vino blanco para poder contar con el envalentonamiento necesario para ponerle límites al descarriado…
Pero hay algo que a nadie debería pasar desapercibido: si el nene andaba frecuentando amistades de las que lo pueden iniciar en las drogas y la delincuencia (lo más probable y que doy por sentado, porque debe haber estado vagando por cualquier lado a fin de poder llevarse todas las materias), pues entonces yo no veo donde estaría el problema en golpearlo y amenazarlo con quemarlo vivo a fin de ponerlo en vereda. Es más, no sabía que había otra forma de luchar contra las adicciones y la delincuencia. Peor aún, los desafío a encontrar una manera más efectiva de convencer a alguien de algo. Miren, les armo una estadística sobre la marcha y díganme si no resulta creíble:
*Menos del 1% de los delincuentes que son golpeados y quemados vivos reinciden en sus actos criminales. (Fuente: Departamento de Investigaciones Criminalisticas Adjuntas)
¿Vieron? Obviamente, tenemos pregunta del día. Y ésta es: ¿Qué haría usted si su hijo se llevara todas las materias y usted se enterase a fines de noviembre? o ¿Qué habría hecho en caso de estar en el lugar de Horacio? No vale decir que le tiraría querosén encima e intentaría quemarlo vivo, no vale, no vale…
Yo le habría puesto el caño de una escopeta de 12 el culo, y lo habría amenazado “intensamente”. O sea, habría cargado una posta de sal, tirado del gatillo y luego sugerido la posibilidad de seguir tirando. Si se lo están imaginando, les sugiero que imaginen que en la otra mano (la izquierda) tengo el teléfono celular en plena comunicación con el director del colegio, a fin de que se quede tranquilo y vea que estoy tomando cartas en el asunto. Ayuda a enriquecer la escena en varios niveles.