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Archive for 17 de marzo de 2007

Llevaba tiempo tratando de encontrar un detonante que me permitiese hablarles acerca de lo que yo he sabido denominar y “CRP” o “cosas realmente perturbadoras”. Mi primer encuentro con un elemento de ese tipo supo sucederme cuando vi “el silencio de los inocentes” años atrás, siendo niño. La escena en que el fulano buscado (Bufalo Bill, el secuestrador/asesino serial) baila y se acomoda los genitales a fin de esconderlos a la cámara (espejo) y parecer una mujer desnuda, probablemente haya sido todo lo necesario como para que yo me abasteciese de pesadillas durante los siguientes dos meses.

Hasta ayer, lo más perturbador que había visto en mi vida había sido el payaso Pennywise. Tal vez, algunos momentos de la película “Cementerio de Animales”, como por ejemplo, cada vez que aparece Zelda o cuando el niñito de traje, resucitado demoníacamente, anda por ahí dando vueltas. That´s some seriously disturbing shit.

Hasta ayer, dije. Porque sin querer, me crucé con esto.

La imagen aparentemente pertenece a una publicidad surgida a raíz de la apertura de un McDonald´s en India. Tómense algunos segundos para digerirla. Más de uno habrá cerrado la venta del explorador. Para los que se haya quedado y no sepan inglés, cabe aclarar que el mensaje dice: “Just opened, near Kimaya Kothrud” o lo que viene a ser “Inauguramos/abrimos hace poquito, cerca de Kimaya Kothrud”.

Mas allá de dejar en claro que cualquier -por pequeña que fuese- intención mía de viajar a la India o dejar de pisar suelo privativo de la provincia de Buenos Aires ya es cosa del pasado gracias a lo presente, quisiera saber qué opinan ustedes al respecto. Pueden hacerse muchos chistes gráficos, seguro. A mí se me ocurrió uno muy bueno, que incluye a la esposa del domador de un circo negándose a un exámen de ADN a la voz de “Te lo juro, te lo juro”, pero lo extraño es que no entiendo muy bien cual era la idea de los creativos. Imagino que el “payasito bebé del infierno” retocado con el Photoshop viene a representar la reciente inauguración. Tal vez el “just opened” tiene que ver con la boca enorme y colorada. No lo sé. Y tampoco estoy muy seguro de querer saberlo, por cierto. Pero si al menos lo hubiesen vestido, no tendría ese aspecto de muñeco de sex-shop para pervertidos infernales extremos. Incluso el macabro efecto de la manta hace que parezca un torso mutilado. Esa no es forma de venderme una hamburguesa, a menos que la idea sea “pedile a tus papis un Mc Combo o alguien podría visitarte mientras dormís”. Ni falta hace decir que si fuera mujer o novia de un “mimo” o payaso, ya estaría yo solicitando la ligadura de trompas.

Así y todo sospecho que nada podría ser más perturbador que tener un gato que en lugar de maullar, se riese a carcajadas agudas. La sola idea me pone la piel de gallina.

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¿Qué es lo más triste de el programa “Los Fuegos” de Francis Mallmann, en el canal ElGourmet.com, donde el reconocido cocinero se manda entre la nieve a hacer un camping y una fogata?

¿Será el hecho de que Francis Mallmann llegue en jet ski al lugar de campamento?
¿O el hecho de que toda su indumentaria de «gauchou» es comprada en un paseo para turistas y en total debe haber costado más que el jet ski?
¿Será la leña, que viene en una cajita, cortadita en bastones? ¿O el hecho de que antes de encenderla Francis se recueste sobre un cuero de oveja? ¿O el hecho de que después de encenderla se fume «el puro de todos los días a las diez de la mañana»?

¿O eso de que en determinado momento se quite la campera abrigadísima y se ponga en su lugar un poncho para hacerse el lugareño y se note que se está cagando de frío por el chiflete que le entra por los costados?
¿O el instante en que se pone a hacer tortas fritas con grasa refinada de precio no menor al del kilo de picada especial?
¿O ver al chef comiendo sin cubiertos pero cuidando la comida con una pinza importada, de acero inoxidable y apertura regulable?
¿O el hecho de que Francis Mallmann sea dueño de cinco restaurantes repartidos por la patagonia, Uruguay, The Hamptons (New York) y Mendoza; uno de ellos hotel en el que por menos de 180 dólares per cápita ni siquiera te abre la puerta?
¿O el hecho de que a los 18 años Francis Mallmann ya era dueño de un restaurant en Bariloche?
¿O el asunto de no ser la esposa de Francis Mallmann?

¿O el hecho de que siendo ya acaudaladísimo y un excelente profesional de admirabilísima y galardonada trayectoria, se preste a este tipo de paparruchadas?

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Resulta inevitable que a muchos, la palabra “bengala” ahora les suene a Callejeros, Ibarra, Chabán y padres amenazando con carnear a quien haga falta. En mi caso, la palabra “bengala” suena a aquella niña muerta durante un show en Mundo Marino, San Clemente del Tuyú. Muchos se olvidaron del episodio, pero yo no, porque desde entonces les temo a los hombres musculosos que montan en motos acuáticas y te apuntan con cosas. Pero lo que realmente quiero es compartir una simpática situación de la que fui parte en algún momento.

Por motivos que no vienen al caso tuve que dirigirme a la UBA (Letras, ¿Bellas Artes?, Ciudad de Buenos Aires, Puán a no me acuerdo que altura, todos mas o menos sabemos donde queda) en plena época de elecciones internas. Si normalmente por allí resulta difícil caminar sin verle el rostro a Ernesto Guevara (entre otros), se imaginarán (los que no lo hayan experimentado) el escándalo que entonces estaba tomando parte. Papeles, panfletos, carteles, más panfletos, discos compactos pirateados, mucho cigarrillo, mucho porro, mucho Julio López, muchos anteojos, mucha barba y pelo largo, mucho olor a sucio y por sobre todas las cosas, mucho, mucho (insisto) papel. Los afiches (pegados hasta en el suelo) eran encimados y recontra encimados, lo que inevitablemente llevaba a los menos afortunados a terminar en el piso, hechos jirones. Al día de hoy no puedo creer la cantidad de “izquierdas”, “socialismos”, “comunismos” y “democracias” a disponibilidad: debe haber uno para cada necesidad. Con el shogunato y las clases estábamos mejor. Por lo de las espadas, digo.

Mientras aguardaba a que se resolviese la cuestión que allí me citaba, dediqué un tiempo a observar el comportamiento de la muchachada. Gustándome como me gustan los libros reconozco que, cuando niño, más de una vez pensé en dedicarme a las letras (en un día cualquiera de otros ratos yo podría haber encajado allí, ya que al igual que muchos llevo algo de barba, anteojos, tengo una boina, disfruto de las discusiones interesantes y tengo algunos números de la revista Barcelona), pero no creo que hoy en día mi espíritu se encuentre en condiciones de hacerle honores a esa iniciativa, considerando que utilizo calzado cerrado, cabello corto y ocasionalmente, jabón. Bueno, no, mentira, estoy siendo prejuicioso porque es divertido: no todos en la UBA son hippies gritones, protestantes hediondos, alumnos sospechosamente eternos o huérfanos de rector. Pero entendieron el punto.

De repente, una mano, como si nada, arroja una colilla de cigarrillo que va a parar a escasos pasos de mí. El propietario de la mano descuidada -un mozalbete de mi edad, remera colorada, sandalias, cincuenta kilos de peso y gafas- no prestó mayor atención al asunto, pero yo quedé extasiado ante la situación, a lo Ignatius. Se notó que no era la primera vez que lo hacía. Como siempre me dije a mi mismo que algún día me permitiría el lujo de tener mi propio desaparecido, abrí mi mochila y saqué el pulóver, la agenda, la botellita de agua… pero no, no había espacio suficiente para llevármelo. Pucha. Entonces, presuroso, y pensando en que en caso de incendio toda esa papelera pegajosa no tardaría en convertirse en mi cámara de ejecución improvisada, caminé y pisé con fuerza los restos de la mentada lumbre. ¿Exagerado? No habían transcurrido cinco minutos, que el incidente se repitió, con otra joven arrojando una luciérnaga tabacalera sobre el piso tapizado de panfletos. Y créanlo o no, el papel comenzó a oscurecerse, a quemarse generando un humito tímido, “queriendo agarrar” fuego. Por si acaso, repetí el procedimiento. Al ratito, con mi deber cumplido, me marché del lugar aliviadísimo, lamentando indignado el descuido en las instalaciones.

Cabe decir probablemente las personas mejor capacitadas de la Argentina salen de allí, a pesar del desorden y las condiciones de estudio. Me caen tan bien tales engendros intelectuales, que me casaré con una de ellos. Las carreras son largas y exigentes, y para cursarlas con la frente y promedio en alto hay que leer mucho, y aprender en serio. Un Profesor/Licenciado en Filosofía/Letras suele saber más que un abogado, un ingeniero o un médico (por nombrar las tres profesiones que más les gustan a las madres y suegras argentinas), y puede dejarte llorando sobre tus propias heces y humillación en cualquier partido de Carrera de Mente, eso es seguro. Probablemente incluso pueda dictar una clase de cualquier materia en una escuela, mejor que varios profesores o maestros. Aunque lo del Carrera de Mente resulte más impresionante, son personas a clonar y cuidar, de ingresos mensuales a veces ridículos y siempre menores que los de cualquier jugador de fútbol, concejal analfabeto o dizque actor de “Alma Pirata”.

Ahora bien, digo, sabiendo que semejantes cerebros son capaces de semejante animalada, y suponiendo que el día de mañana la UBA se incendiase debido a la cantidad de elementos siempre listos para el desastre (no hace falta mencionar las decenas de mesas y sillas atravesadas en los pasillos que impedirían cualquier intento de huída), ¿No va a ser de caradura ir a quejársele a Ibarra, o al corrupto de turno, como si fuera él el único responsable? ¿No va a sonar a tomada de pelo que se hable de las grandes promesas incineradas? Confieso que, eventualmente, voy a tener ganas de darles una piña en la cara a los padres de los muertos, o a los amigos y sobrevivientes enlutados. Bueno, no sé si a todos, pero al menos sí a esos que reciben un subsidio del gobierno, no estudian, no trabajan y creen que las bengalas son parte del show pero no de los riesgos.

¿Y si en una de esas –ponele- la culpa de la tragedia de Cromañón la tuvo la falta de conciencia social? Digo, porque ya no estamos hablando de –ponele- “negritos”, “ignorantes”, “rollingas”, “desamparados sociales” o “cabezas” ni “traviesos colegiales”, sino de –ponele otra vez- mentes brillantes o cuando menos sometidas a un proceso de enriquecimiento intelectual privilegiado. Tal vez la realidad es clara en eso de que –ponele- a todos nos chupa un huevo todo, siempre y cuando no sean nuestros los pendejos –ponele que me refiero al vello genital y no a los párvulos irresponsables- que se chamusquen. Porque si Telerman mañana se despierta menos afrancesado y dice que hay que sacar los afiches y limpiar los pasillos, los hippies se le van a oponer con todo lo que tengan.

Empieza diciembre. A no pensar con el ojete, por favor. Cuídense.

(A los papanatas encarecidamente les pido no pierdan tiempo con este artículo, pero si les resulta irrefrenable el hacerlo, les solicito procuren no utilizar insultos gratuitos en los comentarios. Los mismos serán removidos. Llamarme “facho” está permitido, mientras se justifique antes con un “ponele”. Y lo del desaparecido en la mochila era demasiado buen chiste como para desperdiciarse. Si no lo entendieron, fue porque Damos Pen@ no es para ustedes. Circulen.)

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Vivimos en un mundo inseguro, y muy particularmente en un país bastante descuidado respecto a ello, lo que se entiende una vez uno empieza a comprender que los poderosos, tanto a nivel político como religioso o económico, suelen tener uno o más muertos escondiditos en el placard. Más allá de eso, creo que para llegar a viejo se hace imprescindible acatar al menos un reducido grupo de directivas básicas. Como estas diez, que para empezar, están bastante bien.

1-No coma alimentos vencidos o con “muchos días de heladera encima”, nomás para hacerse el gracioso frente a sus amigos. Una mayonesa en mal estado es lo suficientemente tóxica como para difuntearlo. A usted y a cualquiera. Pero si no hay otra cosa, no salga a robar un supermercado, porque se expone a lo del tiroteo, y me imagino que al no tener para comprarse unos sánguches, menos va a tener para un revólver. Ayune.

2-Sea bueno con sus compañeritos de clase. Más le vale tener la prepaga al día, si su hobby es reírse del tímido del aula. Hoy por hoy, cualquier niño lleva consigo algo con que defenderse, mas allá de sus puñitos de nudillos débiles. Los más decididos suelen optar por los cuchillos y las armas automáticas, pero siempre estarán los improvisados que no dudarán en echar de destornilladores, tijeras, baldosas flojas o un compás Pizzini, de los caros. Bueno es también no formar parte del grupo de “populares felices y exitosos”, porque sabido es que a esos es quienes primero se apunta. Si el tímido del aula lo invita a su casa a jugar a los videojuegos, vaya. Y salúdelo siempre con un gesto amable.

3-No se deje secuestrar. Esta es importante. Si puede, evite que lo secuestren, porque en una de esas lo matan y eso es un bajón. Bueno es andar siempre hecho un rotoso, y en caso de tener padres acaudalados o de medianamente buen pasar, cambiar tanto de apellido como de lugar de residencia. Si su dinero es mucho, puede optar por un guardaespaldas, pero tampoco se confíe tanto: estoy convencido de que por cincuenta millones de dólares, cualquiera lo vende a uno.

4-No frecuente bares de mala muerte, en caso de ser un matón de poca monta. Se ha comprobado que cuando Steven Seagal sale a buscar testigos o información (Steven Seagal no necesita evidencia) al respecto de un magnate corrupto, nunca entrará a cafeterías lujosas sino que preferirá los bares ruinosos y de iluminación pobre. Por sobre todas las cosas, no entre a lugares donde haya una rocola a monedas, mesa de pool o botellas sobre la barra. Si bien la golpiza es ordenada (uno contra uno, de a uno) y rara vez conduce a la muerte (usted deberá esperar su turno, de acuerdo a donde esté sentado), siempre resulta inevitable. Si el que lo busca a usted es Charles Bronson, listo, ya fue, puede darse por finado. En nombre de todo lo que es santo, no se meta con la mujer, hija o mejor amigo de Charles Bronson. Si lo hace, estará mas muerto que Steve Irwin en un tanque lleno de rayas.

5-Si se ve involucrado en una persecución y tiroteo, procure ser el que está persiguiendo y efectuando los disparos. Esta es importantísima. Se ha comprobado que en la gran mayoría de los asesinatos, el que dispara la pistola es el que sobrevive. Y si hay varios con pistola, trate de ser quien encaje el último balazo. En caso de secuestro, cabe agregar a lo anterior, trate de ser el secuestrador.

6-No haga enojar a Dios. No hay excusa. Y si Dios se enoja, tampoco habrá escapatoria. Dios es Dios, y cuando tira, no usa balas de goma. Nunca diga algo así como “¿Y que me podría pasar?” porque le puede pasar de todo. Y me refiero a que se puede llegar a morir tres veces antes de tocar el piso.

7-En caso de dictadura militar, involúcrese sin medias tintas en actividades extremas. Como muchos saben, a la hora de desaparecer gente, los militares suelen tomar la sartén por el mango y “chupar” por las dudas, como así los revolucionarios reventar a quien quede más a mano. Se ha comprobado que involucrarse a pleno en cualquiera de los bandos (ser Jefe de las Fuerzas Armadas o de grupo subversivo) le asegura a uno luego un puesto en el gobierno con jugoso sueldo o pensión y amistades de esas que hacen que nadie piense en tocarle un pelo, ni por error. Pero no se quede a mitad de camino, porque va a ser boleta.

8-Si el borracho del pueblo le dice que vio un gremlin o un zombi, mándese a mudar. No pregunte, ni se quede a hacerse el gracioso o a esperar a ver uno. No se arriesgue. No importa si usted tiene una escopeta, mándese a mudar. Múdese a un lugar al que los zombis y gremlins no parezcan querer ir. Supóngase un Angola, o un Sudán. Pero antes, abastézcase de repelente para mosquitos y vacúnese. Y use jeringas descartables, asegurándose de que las abran frente a usted. Lo mismo con las gaseosas.

9-No saque fotos ni testifique en contra de nadie poderoso. Parece una estupidez, pero todavía hay gente que no aprendió que armarle broncas o escupirle el asado a un acusado peligroso, es meterse en problemas. Recuerde que no estamos tratando de definir si se trata de algo malo o bueno, justo o injusto, humano o inhumano, sino de sobrevivir hasta mañana. Para humano está usted: cuídese. Invierta en propiedades. Procure ser el poderoso, en cualquier caso.

10-Si se mete a una secta y una persona muy atractiva del sexo opuesto le ofrece veneno, diga que no, que pasa, que está lleno. Lo mismo si le ofrecen drogas (winners don´t use drugs) o sandía con vino (winners don´t use watermelon & wine). Así también escóndase del basilisco y no permita que se le junten la cola y la cabeza de la culebrilla. Y si es enviado a la guerra de Irak y siente que hace mucho calor, por el amor de Dios, no se quite el chaleco antibalas. Use siempre el chaleco antibalas.

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Resulta, que días atrás, habiendo cometido el error de depositar en mi billetera más dinero que el usual (andaba con diez pesos en vez de cinco) y de regreso a casa, caminando por la avenida, me ví tentado por un cartel que decía lo siguiente: “¼ kilo de helado: $1,50. Venta por mayor y menor”

Barato, sí. Lo suficiente como para que me den el helado más bromatológicamente peligroso jamás creado. Imaginé incluso hojitas de afeitar y jeringas usadas. El negocio (si es que así puede decírsele a un local de revoque fresco, iluminación menesterosa, olor a humedad y cortina de tiras plásticas) constaba de un sesentón despeinado y unos cuantos freezers haciendo las veces de mostrador. También había un diario y una silla. La escena era más triste que cualquier fragmento de “La Lista de Schindler”. Pero un cuarto kilo de helado a un peso cincuenta es decir: “barato”, sí.

El tipo abrió el freezer y antes de tomar un recipiente, preguntó: “¿dulce de leche y americana, chocolate y frutilla o chocolate y vainilla?” Me di cuenta entonces de que ya venían envasados y precintados. Recordé a Harrison Ford, de pie frente al precipicio. “Es un salto de fe”, me dije. “Será barato, salga pato o gallareta”. Pedí entonces el de americana y dulce de leche, pero apenas lo tuve en la mano supe donde estaba el tongo, porque el peso del pequeño envase de poliestireno expandido resultaba gracioso.

¡Epa, maestro! –le dije al estafador-. ¿Está seguro de que acá hay un cuarto?
-Así viene de la fábrica –fue su respuesta.

Resultaba obvio que allí no había 250 gramos ni por casualidad. Comparé mentalmente el peso del pote con el peso de las incontables porciones de ñoquis que tantas veces separé durante épocas pasadas (más gastronómicas) y calculé que allí no había más de180 grs., ni menos de 150grs. El precinto mismo decía (con ingenio) la capacidad del envase (aprox. 360 c.c.) en lugar del peso. Pero acostumbrado a pagar $4 los 250 grs., me decidí a llevarlo de todas maneras y probar la calidad, ya que seguía favoreciéndome matemáticamente. Se habrán dado cuenta ustedes de que para entonces ya estaba dispuesto a hacer casi cualquier cosa a fin de aprovechar la oferta.

-¿No tendrá una balancita? –pregunté haciéndome el tonto.
-Si no lo querés, no lo llevés –terminó diciéndome.

Ja. Y aunque debería de haberle dicho “metételo, forro”, opté por pagar y marcharme con el helado, lleno de curiosidad. Ya no quería el helado, sino ver lo que había dentro (léase aceptar la apuesta para ver las cartas del rival: “pago por ver”). Dos cuadras mas adelante, a la vuelta de casa, entré a una de las panaderías de las cuales soy cliente y tras saludar, pedí prestada una balanza que confesó exactamente 167 grs. Al llegar a mi hogar, le comenté el incidente a mi madre quien enseguida llamó a la comisaría, dispuesta a hablar con un tucumano amigo que allí tiene desde hace siglos. “Aprovechen. Manden un coche y van a ver que consiguen helado gratis” fue su último comentario. Ignoro lo que sucedió. Esa noche mi novia y yo disfrutamos del helado, que resultó particularmente agradable y liviano debido a la consistencia, ligera y aireada como ella sola. Una suerte de “merengue suizo de helado”, parecía. Muy rico.

Ahora bien, yo trato de ser bueno, pero cuando intento salir, ellos me arrastran hacia adentro nuevamente. No se que quiero decir con eso, pero aparece en “El Padrino”. Y como justiciero que soy, debo ejercer las leyes del equilibrio cósmico. Ya se la supe hacer a una panadera y ahora le toca al chanta éste. Aquí van las opciones, de la cuales una será llevada a cabo, dependiendo de vuestros votos. Considerando que a diario paso caminando frente al lugar, temprano, varias horas antes de su apertura, no tendré problemas en llevar a cabo cualquier acto vandálico antes de que el año termine. Va en serio la cosa.

a) Caca de perro. Poseo en casa suficiente vida perruna como para recoger 250 grs. de caca relativamente fresca. La idea es la de embarrarle toda la entrada y dejar la siguiente nota: “Esto es un cuarto de kilo, puto”

b) Cemento plástico. Alcanza con que prepare un poco de Poxipol y con la ayuda de un escarbadientes rellene todas las cerraduras. Me obligará a comprar Poxipol y tardar un buen rato (amén de cierto riesgo de ser detenido), pero a él le terminará saliendo mucho más caro y llevando todavía más rato. Ahí la gracia. Podría usar Poxiran a fin de ganar tiempo, pero no creo que resulte tan efectivo.

c) Fuego. Puedo llenar un globo con kerosene y aventárselo a la puerta. Luego, arrojar un bollo de papel envuelto en llamas y correr, total es de madrugada y rara vez hay alguien cerca. No, mejor no, a ver si un vecino sale lastimado. Esta no vale.

d) Nada, y que Dios se encargue. Hay quienes dicen que la mejor venganza es vivir feliz un millón de años, haciendo caso omiso a lo que se nos haya hecho. Pero eso es estúpido, porque nadie vive un millón de años. Esta tampoco vale.

e) Graffiti. Con aerosol, escribir algo así como “acá no entren a comprar sin balanza porque el cuarto de kilo pesa menos”. O “Acá atiende un policía ex-torturador, asesino, amigo de Etchecolatz”. También pense en «Usted, heladero, ha sido marcado por la revolución damospeniense. Tenga cuidado»

f) Caca, pero mía. Puedo llevarle el envase lleno de caca, embarrarle bien (cuidado y guante de goma mediante) toda la cerradura, la cadena y los candados de la persiana metálica y acompañar la obra de la siguiente nota: “¿Ves que no había un cuarto de kilo?”
¿Cuál debería ser la Gran Represalia Mántida?

La de la caca de perro

La del pegamento

La del graffiti acusador

La de la caca de Mantis

Ahí tienen. Si no votan, al menos tienen ejemplos de vandalismo básico para llevar a cabo.

(nota para los que lean este update en wordpress, al final, fue la de la caca de perro, dáis después de año nuevo, y estuvo bárbaro. En cualquier caso, el boliche cerró hace dos semanas)

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Estas son algunas preguntas que me estoy haciendo en estos días. No están relacionadas entre sí, pero eso no importa. Algunas de seguro se responderían vía Google o Wikipedia, y otras no tanto. Pero no tengo tiempo para andar saciando mis curiosidades una por una, así que voy a contar con vuestra colaboración para resolver al menos parcialmente mi existencia. Algunas les parecerán infantiles y otras tendenciosas, pero a todas las hago esperando una respuesta sensata, en serio, acá no hay nada de retórica. Bueno, es que soy así: hombre de escaso mundo, en muchos sentidos.

1-Cuando un billete viejo se pone realmente viejo, que no sirve para casi nada y está todo unido con cinta adhesiva, ¿Puede llevarse al banco y cambiarse por uno nuevito? ¿O hay que ir a la Casa de la Moneda?

2-Si uno no se opone a los casamientos entre homosexuales ni a la pena de muerte, ¿Es de izquierda, de derecha, o se contrarrestan las posturas y queda de centro? ¿Y si se opone, no pasa lo mismo? ¿Cómo funciona el Liberalismo?

3-Si frente a un asiento vacío en el tren se ubican una embarazada, una mujer con un bebé en brazos, un viejito tembloroso y un muchacho con la pierna rota, ¿A quien le corresponde más el asiento?

4-Si vas creyendo sinceramente en varias religiones y pecando de manera flagrante en todas a excepción de la última en la que estás antes de morirte, ¿Te vas al Cielo de esta? ¿O al Infierno de alguna de las anteriores? ¿Se divide el alma para sufrir en todas un rato? ¿O vas al infierno de aquellas religiones en las cuales no creíste?

5-¿No es acaso, la mejor forma de estar seguro, el pertenecer a una patota gremialista, ser puntero político o algo así? ¿No te convertís en intocable para otros delincuentes, chorros, policías y hasta para la justicia? ¿No es ese el verdadero beneficio de la política, más allá de las brutas ganancias económicas?

6-¿De donde sale el haz de luz de los sables Jedi o Sith, en las películas de la saga Star Wars? ¿Por qué hay de diferentes colores? ¿Algún color es más poderoso que otro?

7-¿Cuándo una relación deja de ser algo “incorrecto” o “no muy bien visto” para ser directamente pedofilia? Quiero decir, ponele que mi novia me deja y yo me enamoro de una chica de doce años, de esas que se desarrollan rapidito, ¿Hasta dónde se puede llegar? ¿Y si está todo bien con los padres?

8-¿Está mal creer que todo lo que sucede es movida política, y que –por ejemplo- los desmanes en el traslado de Perón sirvieron para diluir algún otro asunto? ¿No creen ustedes que Emilio Quiroz abrió fuego para justificar la mordida que debe tener todos los meses? ¿No creen que el hijo de Moyano estuvo flojo, teniendo como chofer a ese bobo que vació un cargador sin bajar siquiera a uno?

9-Un cartonero al cual le suena el celular de 500 pesos con un ringtone de un grupo de cumbia villera, ¿Viene a ser un oxímoron en mano, al estilo de la milanesa napolitana? ¿O que carajo es?

10-En un día de clima tolerable, ¿Cuál es el mínimo de cuadras a caminar antes de pensar en tomar un colectivo? Eso de no caminar más de diez/quince cuadras cuando no hay apuro, ¿no es cosa de malcriados?

11-¿Está mal pensar que a Julio López lo torturaron y asesinaron nomás el mismo día de su desaparición, y que los actos de reclamo son una suerte de velorio popular medio farandulero que deja contentos a muchos?

12-¿Qué es el reaggetón? ¿Qué bandas lo tocan? ¿Se escribe así?

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Lo de hace unos días, de las anécdotas referidas a lo bruto en los adeptos al culturismo físico fue un absoluto desastre. No creo que haya habido en Damos Pen@ un artículo menos exitoso, y estoy contando incluso a aquellos que no fueron leídos por nadie, publicados a principios del año pasado. Lo salvaron algunos muchachos como el valeroso Amperio, a quien Chinchulín terminará entrevistando aunque no quiera.

En las primeras cinco horas de estar publicado, sólo se recibieron cuatro comentarios de mujeres a las cuales les encantaba la idea de tener un brutito (o casi) para ellas. Lo que jode es que después se quejan y salen a decir que las modelos son desnutridas, taradas, que Carla Conte es fiera, que la otra está operada, que son todas gatitos que viven en pose mostrando el upite, que tienen pinta de travestis o que no servirían para nada porque no son mujeres reales con celulitis, que los hombres que dejan a sus novias o esposas siempre lo hacen cambiándolas por “una más negra, gorda, fea o chueca” y que se yo cuanta otra palabra. Eso me explica muchas cosas.

Primero: Alguien alguna vez dijo que el hecho de que la mayoría de las personas que hacen equitación sean mujeres (y a las niñas les gusten los ponys) debe tener algo que ver con eso de que tal actividad consiste en subirse encima de una criatura sudada, fibrosa, vigorosa y muscular que no sabe decir una palabra pero es feliz obedeciendo órdenes, resopla con fuerza sin molestarse y es casi por definición la quintaesencia de la virilidad y masculinidad. Por algo el polo es el delirio de los nobles británicos como el príncipe Carlos.

Segundo: Los buscan tiernos, sensibles, inteligentes y compañeros para toda la vida, pero las infidelidades se cometen con el sodero o en su defecto, con Cacho Castaña. O el sodero de Cacho Castaña. A Hugo Grant se lo crucificó por haber hecho únicamente lo que las señoras vienen haciendo desde siempre: sacarse las ganas con el más maltrecho caballito de batalla. Pero en los comments se llegó a nombrar a Carlos Tevez, homínido feo como vomitar sidra caliente por los oídos.

Pero tercero, y por sobre todas las cosas, también me hace entender lo siguiente: cuando escribo en Damos Pen@ corro el riesgo de pedir una pizza y que en su lugar se me traiga una bolsa de portland. Ya no se me entiende. Siempre creí saber expresarme con claridad a la hora de decir algo, pero veo que no es así. Perdí la capacidad de expresarme.

Por algún motivo, muchos de los comentarios fueron los que habría esperado si yo hubiese enarbolado una crítica u oposición envidiosa al culto al físico revalorizando la ortografía y las buenas costumbres a la hora de redactar algo, cuando en realidad lo que quería era reírme de un panfleto y conseguir alguna anécdota interesante. Los textos pertenecientes a la institución en cuestión podrían haber sido perfectamente corregidos por Word o una secretaria mas o menos instruida, y así y todo, la fama de “discapacitados gramáticos” que tienen los patovicas no habría resultado injustificada. Eso no importaba, no venía al caso. Pero no supe decirlo claramente.

El error fue mío. Se debe probablemente a que suelo dar por sentado que el fenómeno de que a veces no se me entienda no es sino otra manifestación de la distribución equitativa de papanatas en cualquier situación. Fui yo quien dio por sentado que quienes me leyesen iban a “llenar los espacios”. Porque ese es el problema de la comunicación: que requiere y depende de que se den por sentado cosas. Y me he encontrado con más de un experto a la hora de ignorar lo que no encaja en su perspectiva. Por eso, de ahora en más trataré de no dejar espacios en blanco. Porque el papanatas soy yo.

Me gustaría, entonces, que alguno de ustedes me contase de alguna vez en la que hayan sentido aquello de: ¿Qué hora es? Azul ¿Cómo te llamás? No, radio. Pero no me animo a pedirlo, porque no sé lo que pueda llegar a salir…

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