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Archive for 16 de marzo de 2007

Las cucarachas me dan asco, más que nada por ese descarado movimiento que hacen con sus antenas. Nunca pude echarlas de mi hogar, y siempre estamos librando batallas al estilo Sarajevo, donde no hay un ganador definitivo. Ellas se aparecen, yo las piso o las aplasto contra la pared, y luego las envuelvo y tiro al tacho de basura, envueltas en papel absorbente. Solía dejarlas tiradas en el piso, reventadas, como enviando un mensaje mafioso a las otras cucarachas. Al otro día ya no estaban y daba por sentado que mi madre las había recogido durante la noche.

Yo no ví ninguna cucaracha –me dijo ella una vez-. Te habrá parecido que las matabas, pero no.

Una noche, curioso por las desapariciones, reventé una y me quedé espiando envuelto en penumbras, para ver lo que sucedía. Descubrí que si la dejás aplastada y abandonada, otras cucarachas vienen después, y tras descuartizarla, se la llevan al nido. Supongo que para comérserla, porque deben tener mucha proteína.

Una vez hace muchos años intenté exterminarlas rociando mi casa con veneno diluido al punto de la intoxicación, y experimenté el terrible escalofrío que se siente cuando docenas y docenas de cucarachas moribundas salen de cada rincón de tu casa buscando una salvación, revoloteando y cruzando las habitaciones, pegándose contra las paredes… y contra tu cara, tus brazos y tus anteojos. Y sí, esa noche soñé con cucarachas.

Así y todo, desconfío de las personas en cuyas casas no hay alguna cucaracha casi tanto como de los que dicen no gustar de las milanesas con papas fritas. No pueden ser buenas personas.

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¿Nunca oyeron decir: “Mientras lo llevemos en nuestro recuerdo, Fulano va a estar vivo”?
Sé que nadie dura para siempre, pero sé también que existe una cantidad limitada de elementos físicos que componen a un hombre cualquiera. Considerando que no hay dos personas iguales en el Universo, pero que los factores determinantes son finitos, podemos entender que en algún momento, un ser idéntico a mí va a volver a pisar la faz de la Tierra. Una especie de resucitación indirecta/reencarnación directa, un reciclaje. Es una necesidad matemática: en algún momento alguien tiene que salir repetido.
La pregunta es: ¿Cuándo sucederá eso? No lo sé, dentro de millones de años, tal vez, pero mi “yo” va a estar disponible mucho tiempo antes, en un instante preciso: cuando haya dejado de existir por completo, del todo. Cuando no queden fotos ni grabaciones, ni lápida, ni papeles con mi nombre escrito, descendientes, o siquiera gente que me recuerde sin saber mi nombre. Exactamente cuando todo rastro de mi existencia se haya borrado de todas las bases de datos y registros posibles, salvo el de Dios (o parecido). Cuando no sea ni un personaje de ficción. Cuando no sea ni un pensamiento futuro. Cuando no exista la probabilidad de imaginar la coincidencia. Cuando ya no sea sino un atisbo de energía.

El tema es que hay mucha gente olvidada disponible también, y hay que ponerse a la cola. Una buena forma de retrasar la reencarnación de otros es hablando de ellos con otros. Mientras nos acordemos de Hitler, él no va a poder volver. Desde este punto de vista, los tipos más difíciles de regresar al tercer planeta serían los más famosos, por ejemplo: Los Beatles, Cristóbal Colón, William Shakespeare, Jorge Luis Borges, Robert De Niro, Aristóteles… Y el más difícil de todos sería sin lugar a dudas Jesucristo. Ese sí que no volvería más…

Recuerdo a mis muertos queridos, y creo que mis hijos y nietos los conocerán a través de algunas fotos y anécdotas. Pero el tiempo hará su trabajo. Al fin y al cabo, yo no me acuerdo del tatarabuelo de mi tatarabuelo, cuyo nombre desconozco. No creo que nadie lo recuerde, y en esa época no había fotos ni nada. Él ya debe estar disponible para una revancha, y no pasó tanto tiempo.

Yo calculo que al paso que voy, mi existencia terminará absolutamente en menos de mil años. A Alfredo de seguro le tomará un poco más. Lo más difícil será quitarme del Registro Nacional de las Personas, o como se llame. Pero es que la burocracia te jode hasta después de muerto, qué le vamos a hacer.

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Siguiendo con el reconocimiento intrapersonal, añadiré a la lista de cualidades que hacen de mí un muchacho amargo y aburrido, lo siguiente: Siempre creí que hacerse la rata era cosa de giles.
Cuando realmente no tenía ganas de ir al colegio, yo simplemente se lo decía a mi vieja, y faltaba. Al fin y al cabo, lo malo de ir al colegio no era entrar al mismo, sino tener que levantarme temprano, dejar de dormir y salir a tomar frío en los meses menos felices. Mi mente de niño era lo suficientemente lúcida como para saber que tales desgracias uno no las evita paseando por las veredas del barrio como un vagabundo a las ocho de la mañana. Y la tarea la debería de pedir de todas maneras.

En mi caso, la escuela quedaba (y queda) a seis cuadras de mi casa. Exponerme a que cualquier vecino metido me reconociese como al hijo de mi madre y me llevase de una oreja junto a ella (o le fuese a hacer las veces de alcahuete), bueno, no habría sido mi idea de la aventura.

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Categorías en Blogger

Si hay algo que detesto de blogger, es que carece, al menos por default, de las tan útiles «Categorías» que otros lugares ofrecen.

Como quiero categorizar mis posts a toda costa, estoy experimentando con un pequeño script que me permitirá dicha cuestion en 5 minutos, o al menos eso me prometen. Hasta ahora, es un adorno del sidebar, nada más. Pero posteo esto para que quienes sientan curiosidad, no se lleven el chasco de creer que no he escrito nada acerca de «Otros», «Cine, tele y así», «Del Habla», etc.

En fin. Muchas gracias por su colaboración. En Damos Pen@ estamos trabajando para brindarle un mejor servicio.

(ignorar, ahora estamos en wordpress, por culpa de las restricciones en el laburo)

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De vez en cuando llega a mi casilla algún mail de esos que te realizan cuanta pregunta innecesaria hay en esta vida, con la supuesta intención de conocerte mejor. ¿Actor preferido?, ¿Playa o montañas?, Si fueras un auto ¿Cuál serías?, ¿Cuál fue el lugar mas raro en el que tuviste sexo?

Yo ya tengo uno preparado, con más de cien ítems, que completé hace dos o tres años. Casi todas las respuestas ahora serían diferentes, pero lo uso para responder a las personas que disfrutan enviándome estas cosas. No le actualizo ni la edad. Es algo así como decirle: “Mis padres me educaron lo suficiente como para responderle, pero no tanto como para tomarlo en serio. Al fin y al cabo, si quiere que nos conozcamos el uno al otro, invíteme un café y hablaremos”.

La única pregunta que me gusta es la de la comida preferida. En mi caso es la entraña a la plancha”, acompañada de papas fritas, puré de papa, batata, calabaza y zanahoria, o ensalada de lechuga y tomate o papa, huevo y mayonesa. Con mucho pan y Coca-Cola. En realidad, no sé si será mi preferida, pero podría comer tan sólo eso en almuerzos y cenas durante el resto de mi vida, que sería breve pero satisfactoria. Y para los que no saben, la entraña no es una achura, sino un corte vacuno muy sabroso, de características similares al popular “Vacío”. Es conocida como la “carne del Asador”, porque su cocción es breve. Yo soy su fan.

En realidad, este post es una excusa. Lo que busco es que uds. comenten y me confiesen sus comidas favoritas (sean sinceros: no digan cualquier cosa rara para hacerse los sofisticados, me refiero a esa comida que comerías TODOS LOS DIAS sin poner cara de empacho), porque anhelo saber si somos todos tan fanáticos del asado o pasteros como creen algunos. Y si no justifican la respuesta, no vale.

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La culpable de este post es Lulet, que desató mi curiosidad hablando de lo sofisticadas que se han puesto las entrevistas de trabajo de un tiempo a esta parte, incluyendo a esos psicólogos que te analizan sin importar cuales sean tus antecedentes, referencias o prontuario.

Recuerdo un episodio de hace dos años que hasta este momento no le había confesado a nadie. Yo aspiraba a un puesto en una mesa de ayuda telefónica en una famosa cadena de indumentaria y todo lo que detallaré a continuación sucedió en un día de inmenso calor. Yo estaba transpirado, deshidratado, descompuesto y malhumorado. Ya había sido entrevistado por dos flacos de mi edad, quienes ni idea tenían acerca de nada pero que con una lapicera y tilde se hacían cargo de mi destino.

Debido a errores en recursos humanos tuve que tomar dos colectivos y viajar ida y vuelta durante más de una hora. Finalmente, con una estúpida tarjetita en la mano y muchos pedidos de disculpas llegué a la oficina en la que podría descansar y ser entrevistado. Necesitaba trabajar, obviamente. Por eso estaba allí. Por eso había llenado tres veces la misma planilla, esa que deberían llenar los responsables de recibir el currículum que me piden tan en vano.

La agencia responsable de las contrataciones me sumió entonces en una intensa charla con una psicóloga. Simpática la vieja. Por lo menos hasta que me presentó una nueva planilla de cien puntos, al estilo “multiple choice”.

“A vos te parecerá poco importante –me dijo con aires de suficiencia-. Pero esto define quienes tienen el perfil que buscamos”.
“Obviamente” –respondí deseándole un tumor en el último tracto del intestino. Y completé la tarea con religiosidad. Las últimas preguntas las hice al ta-te-ti. Ya estaba harto. Ni siquiera me habían hablado del sueldo o el lugar preciso de trabajo. Fue entonces que ella colmó el vaso.
“En esta hoja –dijo-, por favor, quiero que dibujes una persona, debajo de la lluvia. Cuando termines, salí afuera que te convido un vaso de gaseosa, ¿si? Tomate todo el tiempo que quieras, quiero que te expreses”.

No soy el mejor, pero disfruto de dibujar. Y lo hago moderadamente bien, debido más a la práctica que al talento. Y fue entonces que combinando mi lápiz HB 2 y mi portaminas Pizzini 0.5, además de goma, gotitas de sudor para difuminar y un viejo HB 6 que llevaba en la cartuchera, dibujé como si se me fuera la vida en ello, realizando el dibujo más horripilante que mi mente pudo elucubrar. Me inspiré en Zelda, la hermana de la esposa del protagonista de “Cementerio de Animales”, en el videoclip de Paranoid Android de Radiohead y en la foto de un niño de diez o doce años –supongo que era su hijo- que ella había dejado en su escritorio. Cierta influencia de “El Grito” también tuve.

Dí vida a un muchacho joven y andrógino, de pie, mirando hacia quien tomase la hoja de papel, temblando y mojándose sin ningún tipo de protección, empapado. Era algo perturbador. Todo sombreado en grises, de piel pálida, con ojeras y sus ojos vacíos casi flotando en las cuencas llorosas. Su cabello, largo y desprolijo, sus ropas demasiado grandes para su enjuto cuerpo de formas parecidas a las de un prisionero en un campo de exterminio, sus brazos colgando… El sentimiento de soledad y desamparo angustiante que logré en ese trozo de papel no le he podido reproducir jamás en obra ninguna. Demoré casi media hora, pero valió la pena.

“Te tardaste, ¿eh?” –me dijo sonriendo antes de ver el dibujo. La transformación en su rostro fue grandiosa. Mientras ella se espantaba, yo sonreía y tomaba gaseosa de pomelo. Incómoda, se apuró en despacharme.

No me permitieron quedarme con el dibujo –no saben cuanto me duele eso- ni me volvieron a llamar, como era de esperarse. Pero cuando me acuerdo, no puedo dejar de imaginar la conversación que habrá tenido con los otros dos perejiles:

-“Mirá la expresión…¿Todo esto lo hizo con lápiz?”
-“Este tipo es un enfermo…”
-“Sí, estará loco, pero que bien dibuja…”

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Piensen en todas esas actividades, circunstancias y condiciones que provocan que se nos “canse la vista”. Yo no practico otras actividades que no sean esas, y estoy pagando el precio con inmensos dolores de cabeza, situación que se ha intensificado desde hace unos días. Al más importante de los muchos síntomas que padezco, yo lo denominé: “Mareo de Ascensor”. Porque de a ratos siento cierto desprendimiento y/o desplazamiento cerebral parecido al que me origina llegar al piso deseado en el moderno elevador que nos sube y baja a todos en el edificio donde trabajo. Que me caiga al piso es solo cuestión de días.

Alguien, recién venido del neurólogo, me explicó que lo que yo tengo no es un “mareo”, sino un “vahído”. Y esta es la educativa razón de este post: destacar que existe una diferencia científicamente declarada entre tales situaciones. Porque –aparentemente- cuando sentís que te movés y caés vos, es un “mareo”. Pero cuando sentís que se te mueven las cosas -por ejemplo el piso-, es un “vahído”.

Igualmente, creo que para que sea “vahído”, las cosas se te tienen que mover todas juntas y para el mismo lado en el mismo momento. Porque si no, es poltergeist.

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