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Archive for the ‘Otros’ Category

Estuve pensando… tres años es mucho tiempo. Es hora de que hagamos algo juntos.

Resulta que descubrí un juego on-line que no requiere tiempo, dinero, inteligencia o una gran computadora con adminículos de última tecnología conectados a ella. Ló unico que requiere es saber algo de Inglés. Este adefesio entretenido al que me refiero se llama Urban Dead, y es la razón por la cual no estoy escribiendo artículos nuevos. Puede que llegue a ser también la razón por la cual no regrese a trabajar el lunes que viene (estoy de vacaciones). No recuerdo exactamente la dirección electrónica, pero si ponen Urban Dead en un buscador les va a salir. En una de esas cancelo la luna de miel también (mentira, mentira, no se cancela nada, quiero caerme del avión y poder comerme un rugbier sin ser acusado de homosexual).

El juego existe desde hace algunos años y tiene su propia Wikipedia, en la cual se listan los ítems, estrategias, lugares a recorrer, etc. El objetivo es sobrevivir, y la mejor forma de hacerlo es juntándose con otros.

Gráficamente hablando es estiércol fresco. Es más, no posee gráficos, ya que todo se reduce a un dibujo, un tablero compuesto de cientos de casilleros, de los cuales vemos nueve (el que estamos habitando y los ocho que lo rodean), entre locaciones, calles, etc. que van revelando la inmensa ciudad ficticia de Malton. O sea: sabés que es un Hospital porque dice «Hospital», y lo mismo con todo, si bien en los tres días que llevo de jugar me aprendí más sobre Malton de lo que sé sobre mi propio barrio. En serio, miren: después de la calle en que vivo viene la calle Patricios o Patricias Argentinas, la calle Gandolfo, otras dos o tres a las cuales no les sé el nombre y finalmente la Avenida Avellaneda. No sé más que eso. El hecho de que los remiseros aún no sepan que podrían hacerme pagar viajes de 30 pesos sin que yo pudiese evitarlo me ayuda a dormir durante las noches.

O sea: Urban Dead es un juego de rol, parecido a esos juegos de tablero donde un montón de vírgenes tiran dados y hablan de hechizos. Quizá de estrategia. La gracia está en elegir una profesión o «clase» para nuestro personaje y luego explotar sus cualidades tratando de juntar experiencia, para poder comprar más habilidades, etc. Los zombies también son personajes controlados por otros morochos a lo largo del mundo, por lo que todo se reduce a un montón de gente odiándose y ayudándose constantemente. Pero lo bueno de este juego es que no se puede sacar ventaja siendo un nerd de los que se quedan conectados juntando experiencia todo el día, ya que los puntos de acción (o energía) son 50 para todos, y cuando se gastan, uno no puede seguir andando, viéndose obligado a descansar, previa localización de un lugar seguro o barricado, pero no tan barricado como para no permitirnos ingresar. Los AP (action points) se recuperan a razón de uno cada media hora, por lo que no podríamos sacarnos ventaja ni queriendo. O sea: más de 50 movimientos por dia no se pueden hacer.

Se juega en cinco minutos. Tal vez menos, por día. Querer salir a matar un zombie el primer día es suicidio. Querer hacerse el banana es suicidio. Y agotarte fuera de un lugar cerrado o seguro es también, suicidio. Y si te morís, pasás a ser un zombie. Podés seguir como zombie (también mejorando y aprendiendo cosas) o buscar que te revivan, pero es difícil. Se pierde mucho tiempo tratando de encontrar un item cualquiera, y es mucho más ventajoso -al menos al principio- pasársela encerrado juntando ítems o huyendo, que salir a cazar. Se puede iniciar el juego siendo zombie, incluso, con alguna ventaja también.

¿Por qué publico todo esto? Porque mi propuesta es obvia (y la siguiente): juntémonos a combatir contra los zombies. Iniciemos una resistencia, que para algo somos el comando damospeniense. Estoy medio insomne y la verdad es que me vino bárbaro. El juego parece una porquería, pero le pasa el trapo a más de una de esas maravillas de gráficos 3D y «realismo» paparulo. Aparezco como Mamboreta, soy un soldadito recién creado, y me encuentro refugiado en una comisaría en East Grayside.

Aparte, ponele que no crees en los zombies: hacés de cuenta que son pibes chorros o cartoneros. Todo sirve; anda igual.

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Suena a que te entren con molleja líquida a través del recto, pero no, nada que ver. La cuestión es que días atrás, y mientras hacía pis, me di cuenta de que disfruto un tanto más el no hacer las cosas que no me gustan, que el hacer las que me gustan. Y eso me hace, supongo, una víctima del placer pasivo. Paso a explicar, porque mucho no se entiende a menos que hayan estado haciendo pis conmigo.

O sea: No es que me guste levantarme tarde, sino que no me gusta levantarme temprano. Me molesta más madrugar, no es que me guste mucho dormir hasta tarde.

Me di cuenta haciendo pis porque, precisamente, hacer pis me provoca un gran placer. Pero no hacer pis me provoca un aún mayor malestar. Algún facultativo médico probablemente diga: “No, lo que te provoca es alivio, ya que meás a lo sumo dos veces al día y andás constantemente con la vejiga llena». Bueno, podemos estar de acuerdo en no estar de acuerdo, entonces. Imagino que 300 años atrás el mismo facultativo habría estado igual de seguro sobre la efectividad de las sopapas de vidrio caliente a la hora de combatir la locura.

Eso me pasa con Damos Pen@. Cada vez tengo menos tiempo para dedicarle, pero no por ello menos ideas. Que algunos temas ya fueron cubiertos… si, seguro. Que hoy en día hay muchos más blogs de los que había en esa época también es cierto. Damos Pen@ me deja a la vez ese sabor de la tarea cumplida y la tarea pendiente, y si bien disfruto mucho haciéndome reír a mi mismo, lo que más me impulsa a escribir es el hecho de que me molesta mucho no hacerlo. Cosa de angurriento o de ególatra desmedido y fanfarrón; de pensar: “antes de que otro escriba algo estúpido respecto al asunto ese de tal cosa, yo tengo que escribir algo brillante” , o algo semejante.

Pero no siempre fue así. En un principio, este blog nació de la sugerencia de un amigo, con quien nos planteamos la idea de hacer algo. Cualquier cosa, considerando que mis tareas diarias consistían en conseguir 99 conjuros de cada clase en el FFVIII y algunos ítems raros para forjar armas, y las suyas en juntar toda la leña y cuero posibles a fin de vender y ganar oro en el Argentum.

Sitúense en la época en la que Blogger te permitía elegir entre varios colores del mismo estilo básico. El primer Damos Pena tenía letras grises (que se veían blancas) sobre un fondo negro, con detalles en verde claro. Que ahora sea blanco con verde se debe sólo a que las fuentes de iluminación que me acompañan cuando escribo han cambiado su naturaleza, pero lo más probable es que así se quede para siempre. Porque –insisto- soy partidario de los placeres pasivos, o la comodidad.

¿Porqué continuó escribiéndose este blog en sus comienzos? Bueno… casi se podría decir que para levantarme una mina, aunque lo cierto es que eso de “levantarme una mina” es una forma de decir “despertarle aunque sea una curiosidad o lástima a alguien que es mucho mejor partido que uno” y nada más. Al principio la idea era la de publicar por publicar, pero pronto me entré a aburrir y casi desistí, hasta que apareció ella. Cuando ella empezó a darme bolilla largué el blog a la mierda, como Dios manda, porque el tiempo y las intenciones (amén de las energías) no dan para todo. Súmenle a eso el hecho de que a las mujeres les gusta también que uno trabaje y juegue menos de cinco horas diarias a los videojuegos, y entenderán. Pero –reinsisto- todo el asunto es una cuestión de placer pasivo. No estar con ella, por alguna extraña razón un tanto terrorífica, me lastima. Y como disfruto mucho más el no hacer las cosas que no me gustan (en este caso, extrañarla, carecer de su presencia), me caso en unas semanas. Llámenlo amor.

Pero…¿Cuándo regresó el entusiasmo por el blog? Cuando tuve tiempo de escribir en el laburo y Esteban Podetti tuvo la gentileza de manifestar mi existencia en su “Yo contra el Mundo”. Cuando quise darme cuenta estaba recibiendo comentarios acusándome de antisemita, pedófilo, ultraderechista /o y zurdo recalcitrante, todo junto. Al día de la fecha, sin embargo, los artículos que más visitantes recibieron fueron los referidos a la lista de futbolistas y las críticas a un cocinero televisivo. Algún mensaje debe haber en ello.

La única excepción a la regla esta de la que hablaba en un principio (el disfrute a través de la indulgencia, demos en llamarla), creo, es la que viene directamente de mis placeres adictivos. Siempre preferiré el comer cosas ricas por encima del no comer cosas feas, y me gusta mucho más jugar a los videojuegos de lo que me molesta tener que hacer otras cosas, ¿se entiende?

Quizá no esté prodigiosamente redactado todo esto, pero a lo que voy es a que si hace tres años alguien me hubiese dicho que yo un día iba a estar probándome un traje para mi casamiento y al mismo tiempo pensando conversaciones con hímenes para poner en este blog (que cumplió años este sábado y me encontró con la PC rota tanto en casa como en el laburo), me habría costado trabajo creerle. Más de cuatrocientos veinte artículos combatiendo el papanatismo apátrida, más de doscientas ochenta mil visitas, una ponchada de comentarios. Nada de esto entra en un currículum, pero bueno… si la idea fundamental de nuestra existencia fuese llenarnos de plata, tanto ustedes como yo estaríamos vendiéndoles agua mineral y pastillas a los papanatas en la Creamfields.

Saludos. Y felices tres años para ustedes también. Pero la pregunta del día es: ¿Cuál de estos horribles artículos fue el que más grabado se les quedó en el cerebro?

A mí me gustó el del formoseño apodado «Leche Sucia».

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El Chinchu en todo su esplendor cuartomundistaAlgunos de ustedes ya están al tanto, pero así y todo no está de más avisar al resto. El ya bastante famoso Chinchulín, esclavo de quien suscribe y mascota de este blog, ha sido entrevistado por Lindsay Gutierrez, en una exclusiva del blog «Polenta con Pajaritos», regido por The Bug, que de acuerdo a lo que sé podría bien tratarse de un señor santafesino con pinta de buena gente o una degenerada más de las tantas que intiman con Jorge Mux amparadas bajo la excusa de «nos vamos de investigación para escribir cosas nuevas en «¿Qué estas buscando?».

Les dejo un fragmento de todo el asunto, hagan click aquí para leer la entrevista completa.



Lindsay: ¿Cosas que más te asustan?

Chinchulín: Ufff… muchas. No sabría por cual comenzar. Meses atrás, cuando todavía vivía encadenado, una de las cosas que más me asustaba era ver que mi amo se preparaba para jugar al borracho imaginario. Porque él no bebe alcohol, pero a veces cuando esta medio, como quien dice, «al divino botón», se hace el borracho. Y es un borracho imaginario del tipo violento, recuerdo que me gritaba cosas muy feas. Lo que más me asustaría hoy en día, sería el tener que regresar a mi África natal, o ser enviado a Venezuela por error en una encomienda. Aunque el hecho de que un ratón pudiese metérseme adentro por la boca y salir comiendo mis intestinos también me asusta. Mi amo dice que puede pasar eso si dormís más de tres horas al día, y por eso a veces me da vidrio molido para comer. Dice que eso me ayuda porque el ratón que se corta el hocico y no puede morderme, y debe ser verdad, porque me sale bastante sangre por el ano. Suerte que no es mía, ¿no?


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Recuerdo la primera vez que pasó. Jueves a la noche, enero del 2004. Fue cuando nos dimos cuenta de que el pibe daba para mucho. Al principio creíamos que era una joda más, de las tantas que dejaba caer después de tragarse el gusanito del tequila. Pero resultó que no.

Miren, miren –dijo antes de callar definitivamente-. Se van a caer de culo.

El primero de los seis en darse cuenta (porque éramos seis, más Carlitos) fue el Chino Poclava, como siempre:
¡Es el de Brigada A! –exclamó-. ¡El de Rocky III!
-¡No puede ser!
-Loco, esto da miedo…
-¡Boludoooooo…!

Y era imposible no darse cuenta, porque Carlitos estaba imitando los sonidos de Mario Baracus a la perfección. O mejor dicho, la falta de los mismos. No podría jamás habérsele confundido con ninguna otra cosa, considerando que Carlitos tenía poco de negro y menos aún de hercúleo. Pero Carlitos, en silencio, era igualito a Mario Baracus. Sin hacer gestos; sin improvisar vestuario ninguno. Sin siquiera moverse del sillón.

Desde aquella noche, Carlos Alampi desarrolló abrumadoramente la capacidad de imitar silencios ajenos. Como todo grupo de amigos que comparte códigos únicos y en el que cada uno se cree más piola que el resto, no tardamos mucho en ponernos de acuerdo e intentar desentrañar las razones o al menos el origen, el secreto de ese talento. Me animo a decir hoy, pasados varios años, que lo que teníamos era envidia, nomás. No sé si de la sana, pero nacida de la fascinación más sincera.

Comenzamos entonces a pedirle imitaciones nuevas. Él traía diez, o doce por semana, y previamente nos pedía ver ciertas películas o programas de televisión. Nuestro juego consistía en dejarlo a Carlitos hacer su gracia y limitarnos a anotar en silencio sobre un papelito la respuesta que creíamos correcta. No necesariamente adivinábamos los seis (la existencia de Ken Watanabe no tiene porqué ser conocida por todo el mundo), pero en caso de no saber alguien la respuesta, jamás se arriesgaba sin saber, para no contaminar las predicciones del resto. Tampoco era condición ineludible el conocer el nombre exacto del imitado, bastaba con dar referencias. Lo que para mí y otros fue Robert De Niro, para el chino fue “el loco de Taxi Driver” y para alguno, “Vito Corleone”. Pero era suficiente.

Eventualmente comenzamos a preguntarnos si no seríamos en realidad nosotros los responsables. Imagínense: un grupo de personas que pasan tanto tiempo compartiendo cosas y tienen y tuvieron tanto (o a tantas) en común, tarde o temprano termina formando parte de una cosa más grande que su propia organización psicofísica. El resultado es superior a la suma de los componentes. En una de esas, éramos nosotros los que pensábamos parecido, y él tan sólo hacía las veces de parabólica humana, de pararrayos espiritual. Entonces, y violando todas las reglas de las noches de los jueves, el chino se fue a un bar en el que todos esperábamos ansiosos (y pretendiéndonos desconocidos), e invitó a un compañero de laburo, con la excusa de haber perdido ex profeso una apuesta del orden de: “te juego una cerveza a que a la abogadita me la levanto esta misma tarde.”

-¿No se parece a alguien, este tipo? -preguntó el chino señalando en dirección a la barra en la que Carlitos se hacía el sota, con el “mute” de su cerebro puesto-. Yo lo veo parecido a alguien de la tele.
-¿Cómo se llama la mina esa… que está rebuena…? -dijo el pobre flaco-. Medio como que tiene un aire a… ¡Sandra Bullock, pero en chabón!

Y tenía razón, al menos, en la identidad de la imitada. Yo había anotado: “la que actuó en “El Demoledor” y “Máxima Velocidad”, porque no me salía el nombre. Carlitos no hizo otra cosa sino esperar a que se fuese para matarse de risa. Del chino, de su compañero, de todos nosotros. Y en una de esas, hasta de si mismo. Le relampagueaban los ojos al desgraciado. Lejos de asustarse de su propia condición, paradójicamente inimitable, nos lanzó el siguiente desafío antes de llenarse la boca de maní:

-No importa donde, como, ni cuando; ustedes elijan a alguien, lo que quieran, que yo se los imito la próxima vez que nos veamos. Elijan al azar, piensen fuerte.

Al otro martes, Carlitos cayó en un coma profundo. Nos avisó su viejo, a la noche. Nos llamó a todos de a uno, por orden alfabético de acuerdo a la guía telefónica. A todos nos dijo el mismo discurso destruido: que los médicos no sabían nada, que había discutido con su novia, que estaba mirando televisión y se desmayó, que era cosa de Dios, que estaba internado. Que fuéramos a verlo. Yo estoy seguro de que sí, fue cosa de Dios. Porque un don como el de Carlitos (como tal vez todos los dones) no se obtiene sin intervención divina.

Dicen que fui el único que no se dio una vuelta por el hospital; que quedé mal en serio. Dos días después, el imitador de silencios se murió. Y no importa lo que crea su novia: es obvio que Carlitos se mató sólo, se inmoló. Eso lo sabemos los que estuvimos con él mientras sus capacidades se desarrollaban hasta lo absurdo, imitando en el silencio a actores del cine mudo e incluso a conductores de magazines radiales. Se desnucó sin querer, como un toro que en bajada se estrella contra una pared roja. Por eso el chino se echa a sí mismo la culpa y cree que nuestro amigo no pudo salir de una última imitación, cayendo por error a imitar justo en ese rato de la tarde que el chino pasó en el cementerio de la Chacarita junto a su hermana, que es estudiante de medicina, coimeando al sereno para conseguir una calavera y algunos otros huesos de esos que no le importan a nadie a la hora de la siesta.

A Carlitos se le fue de las manos la proeza, mientras la practicaba. Es posible. Como si se le hubiera escapado un tiro. A mí me alcanza con la hipótesis del chino. Así, calladito en el cajón, con los ojos cerrados y la boca pegoteada, Carlitos estaba igualito a alguien, seguro. La macana es que… andá a saber quien era ese fulano.

Yo hubiese preferido que lo velaran a cajón cerrado.

*Este es otro de esos artículos “homenaje” de los cuales supiera hablarles meses atrás. Le falta el dibujo para acompañar, siendo Carlitos un Artista Irrelevante. Lo dejo a criterio del homenajeado.

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26 La Misa

IgorUsted se despierta y no está en su casa actual, sino en la que habitaba antes de mudarse. Le pican mucho las manos, y al mirárselas cae en la cuenta de que de las mismas está brotando un líquido negro, muy espeso, como petróleo, si bien usted del petróleo usted no sabe nada porque sólo vio fotos y dibujos de las cosas que lo chupan en la revista Anteojito. Entonces llora, llora y se angustia porque está manchando las sábanas y su señora se va a enojar mucho. Pero su señora no lo escucha porque está afuera, regando las plantas. Sí, las plantas, esas cosas verdes hechas de pasto, como lechugas pero que no se comen.

¿No podés regar en otro momento? le dice usted con voz ronca, tratando de disimular el llanto. Pero ella le responde en un idioma que usted reconoce pero no entiende. Sí, adivinó, le habló en cetáceo la muy turra, porque sabe que usted lloró con “Buscando a Nemo”. Y usted entonces llora de nuevo. Y ella está gorda, porque ya no es más su esposa, sino su suegra. Y encima está vieja, como su suegra. Y como está igual a su suegra, usted no quiere saber nada y sale corriendo y llorando hasta que lo para la policía y le pide documentos. Menos mal que usted salió con los documentos. La cagada es que el líquido negro manchó la foto de una forma muy graciosa y lo hace parecerse a un Darío Grandinetti joven a pesar de que usted en realidad se siente más un Felipe Pigna viejo.

Entonces se le viene encima un peruano que regresa del mercado central en bicicleta, trayendo naranjas para jugo. Pero no es un peruano cualquiera: es de esos peruanos grandotes de los que hablaban en los noticieros hace unos años. Los peruanos gigantes: por eso salió corriendo el policía. ¡Frená o chocamos! le dice usted con voz de nena. Entonces el peruano gigante se pone como loco y amenaza con matarlo. Como no es ningún boludo, lo amenaza en cetáceo, que a esta altura del partido es el único idioma que usted entiende además del latín y el inglés. Usted no responde y empieza a recibir el castigo que se merece: el peruano ató las naranjas al semáforo como si fueran bolas de navidad, que a medida que maduran y se pudren le caen a usted sobre el marote. Usted se ha acobardado, o acorbatado, dependiendo de por donde se lo mire, porque el traje le queda bárbaro. El peruano, por otro lado, es un hijo de puta desde cualquier perspectiva, como ese compañero de trabajo gordo que no llega en hora y come productos de rotisería junto a la PC para que usted tenga que limpiar un millar de migas al otro día. ¿Será que en realidad juega a explotar empanadas metiéndoles petardos dentro? Habemus colesterol and diabetes jacta est –le dice usted al peruano, confundiéndoselo con el gordo-. A tu tirante epidermis le queda poco. Y sonríe.

¿Necesita que le diga lo que tiene que hacer antes de que se caiga la última naranja? Bueno, se lo digo: juéguele. El resto y un poco más, juéguele. Pida prestado y juéguele.

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*Este es el segundo de los artículos homenaje mencionados anteriormente.

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Bueno, se vino el sábado, día bailantero. Y por si me cuesta volver a publicar (debido a motivos ya aclarados días atrás), quiero dejarlos con un simulacro de despedida o descanso momentáneo. Porque no sé ustedes, pero yo creo que esta melodía debería ser la banda sonora oficial de Damos Pen@. No encontré otra que fuera mejor. Imagínense que Mantis y Chinchulín se van caminando por la calle, al atardecer, rumbo al horizonte, hasta perderse. Y Chinchu se tropieza, se levanta, cobra y sigue caminando. Y dénle play, por favor. Click encima, con el dedito y el cosito del mouse, encima, cuando cambia de color. Eso.

Damos Pen@

Y para redondearla, los dejo con este fantástico retrato de Chinchulín, realizado por un lector al que nombraré parcialmente, ya que en una de esas es un tipo buscado y lo mando al frente. No quiero poner a nadie en evidencia frente a sus jefes, ni dar a entender que hay gente con demasiado tiempo libre. Muchas gracias, Jorge F., de verdad. Me dan ganas de decir «no te hubieras molestado», pero la verdad es que me gustó.

Les deseo a todos un muy buen fin de semana, y será hasta la próxima, que espero sea este lunes.

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El exilio

Yo por Dentro – Otros – Trabajando


Nos estamos mudando, el regreso de Damos Pen@ se reflejarà en un comentario, ya que desde el laburo, ni loguearme puedo. O sea, avisaré (serà esta semana), pero ustedes pueden, si quieren, dejar en este post un comentario que diga «Ay Mantis, quiero que el Chinchu me avise cuando el nuevo blog estè activo y funcionando». Prometo enviarlo al negrito con el mensaje. De más està decir que quienes más van a alegrarse van a ser los incondicionales, la muchachada de siempre.

A los curiosos, cabe decir que nos vamos a WordPress. (sì, damospena.wordpress.com) Y si me bloquean el acceso a wordpress, me voy a Blogsome. Y luego, sino, a Bitácoras.net. Y así, hasta que se arme la podrida y alguien le termine metiendo un balazo a alguien. Si pasan, veràn que sigo haciendo el traslado, post por post, en una colosal demostración de tiempo libre.

Saludos.

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