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Archive for 10 de enero de 2008


¿Alguna vez se preguntó usted cual es el calor que lo afecta? ¿Cuál es el calor que toma por sorpresa el barrio y que no muchas veces se ve reflejado en esos noticieros que le hacen creer a usted que hace calor nomás cuando las oficinistas ninfómanas salen a ponerse en bolas en la plaza que más a mano les queda? Dios las bendiga. ¿No le parece a usted que a veces hace más o menos calor y los numeritos de temperaturas y sensaciones térmicas no rezan consonantes?

¿No? Bueno, no importa. Hay gente que a la que sí le pasa todo eso. Para ellos, aquí está otra Guía Mántida de cómo identificar la calor fuera de la playa y no morir en el intento.

LinduraCalorcito lindo: Da para salir a tomar un helado, o hacer un asado, o hacer un picnic. Estoy imaginando, porque a decir verdad, cualquier tipo de calorcito me molesta. Se puede andar, medianamente, y la sombra basta y sobra para no sufrir, pero el que se sube al colectivo, pierde. Y si se viaja en tren, a rogar que no se descomponga ninguna vieja, porque el tren no arranca hasta que la revivan a la doña o venga la ambulancia, cosas altamente improbables ambas. Lo bueno es que ciertas damas, arrechas ellas o por lo menos con ganas de histeriquear, se calzan desesperadas sus pantalones blancos ligeros, altamente translúcidos y recomendables con su respectiva tanga. Porque si hay verdad alguna en este mundo, esa verdad es la siguiente: a un buen culo en pantalones blancos no se le quita la mirada de encima así nomás.



Mucho Calor: Es el que se identifica gracias a que los noticieros utilizan cortinas musicales que no salen de las siguientes alternativas:

-Hace Calor, de Los Rodriguez
-Así es el calor, Los Abuelos de la Nada
-Pa´ calor, de Rosana
-Párate y mira, de Los Pericos
-Me haces tanto bien, de Amistades Peligrosas



Lindura 2Un Calor de cagarse: Suele darse los sábados. El ventilador a duras penas hace su trabajo funcionando al máximo y girando incansable. De a ratos el aire se pone caliente, pero zafa. Se puede estar mejor a la sombra de un árbol que tomando algo helado al sol, cabe decir. En cueros, el vecino lava el Fiat Duna al punto de gastarlo y convertirlo en un Fiat Uno, y se refresca con la manguera amigablemente. Su pequeña hija, aún desprovista de rasgos físicos de feminidad, lleva el pecho desnudo y de vez en cuando también se hace remojar en la vereda por la manguera de su padre, sacudiendo sus ojotas con sonoridades chapoteantes. Ya tendrá tiempo de hacerse remojar en la vereda con la manguera humana de algún otro vecino, pero como dije, aún es pequeña y carece de rasgos físicos. En las avenidas, la gente mira precios de cuanto artículo enfriante hay en exhibición, muy segura de que el calor es algo que se inventó en la década del ochenta, porque antes la gente no podía arreglárselas sin freezer y se suicidaba.



Frío: Este tipo de calor se conoce como “frío”. La gente sale envuelta entre bufandas y camperas, buscando refugio de la nieve que se acumula lentamente, copo tras copo, diezmando sin piedad las filas de indigentes, desamparados y demás tipo de lacras anti-macristas poco paquetas. Usted dirá: “Ah qué gracioso” o “Que genial este Mantis, dice que el frío es un tipo de calor y yo acá leyéndolo”. Y hará bien, pero lo cierto es que dos o tres grados de temperatura se consideran “calor” en ciertas regiones del planeta, como por ejemplo Stowe, un pueblito en Vermont. Lo sé porque así nos lo informó un ex-compañero de trabajo que se fue a trabajar allí, a un “resort”, y que dice (cito, copio y pego textualmente respetándole las mayúsculas de bruto) : “ESTA SEMANA FUE MAS CALIDA CON 0 GRADOS O 1 O 2 GRADOS BAJO CERO, PERO LA SEMANA PASADA TUVIMOS 15 O 20 BAJO CERO Y LO MAS DURO DEL INVIERNO ESTA POR VENIR”.

Me encuentro sudando en calzoncillos mientras escribo, y si no creen ustedes que le estoy deseando a este muchacho una fractura de columna a la altura de las cervicales y una posterior mini-avalancha que le tape sólo la boca a fin de cubrir su gritos de ayuda, es porque recién han comenzado a leer este blog, buscando jugadores de fútbol feos o fotos de Jennifer Connelly.



Un blog lleno de linduras, este...Calor Hijo de puta: Es el que me agarró lunes y martes a la salida del trabajo, a las tres de la tarde. O a las dos, si nos medimos de acuerdo a los tiempos no oficialistas. Cuando me veo obligado a abandonar el aire acondicionado de la oficina y el edificio todo, realmente me pregunto: “¿No será peligroso en serio este calor?” “¿No me hará mal?” Ser arrojado dentro de un horno pizzero con un secador de pelo atado al cuello es la analogía que habría utilizado en otras épocas… épocas pasadas ya, de cuando mi estilo narrativo era más bien sofisticado. Hoy en día me conformo con decir que cada vez que salí de trabajar esta semana, tras atravesar las puertas giratorias sentí que estaba metiendo la cabeza en el recto de un hipopótamo, en plena flatulencia dentro del vagón furgón del tren.



Un Calor de la puta madre que lo parió a este Dios de mierda: Ese viene a ser el que experimentó mi madre esta semana, que hoy con 59 años y ya alejada de los calores menopáusicos está bastante menos cristiana de lo que lo estaba cuando yo era niño y ella me llevaba a Liniers, a ver a San Pantaleón. Tengo algunas medallitas, todavía, y el éxito obtenido por el patrono de la salud sobre mi persona es cuestionable, ya que se puede considerar poco si se tiene en cuenta que vivo achacado de algo, o mucho si se considera que pese al asma, la vesícula, la miopía, etc., etc., etc., vivo una vida plena y no me privo de nada. Bueno, nada salvo esas cosas que requieren la posesión de dinero para planearse y ejecutarse.



Lindura BrasileraCalor Hijo de Puta, pero hijo de puta y Mortal: Es el que sentí lunes y martes a los cinco minutos de salir del laburo, y que se repitió al bajar del tren rumbo a casa. Bajo estas condiciones, dos cuadras de caminata alcanzan para que uno experimente malestares y desesperación, llevando un rostro desorientado, adoptado tras muchas películas en las que alguien se pierde en el desierto y empieza a ver espejismos. Las aves estallan en llamas en pleno vuelo, y la suela del calzado se hace brea, dificultando la marcha. La imagen del asfalto caliente que hace hervir y “vibrar” el aire a lo lejos es desmoralizadora. Los vendedores ambulantes de gaseosas, sin embargo, están de para bienes, porque salen a deshacerse de esas bebidas vencidas que compraron a precio de oferta y se la encajan a los desesperados hipertensos que olvidaron cargar agua helada gratis de dispenser en su botellita cantimplora. No quiero preocupar con esto a los seres queridos que puedan estar leyendo, pero me tomé una Paso de los Toros (que de por sí no me gusta) sin fecha de vencimiento, y cuyo sabor decía que había sido envasada más o menos al mismo tiempo que se firmaba el tratado Roca-Runciman.



Los bikinis japoneses la rompenLa puta madre, pero si son las once de la noche: Se hizo de noche y el calor sigue. Psicológicamente, uno se lastima a sí mismo diciendo cosas como: “¿se supone que esto es lo más fresco que va a estar?”, y fisicamente se convierte en todo un reto eso de seguir viviendo. La heladera ha agotado sus reservas de agua fría y los cubitos llevan rato de desaparecidos. “Ambicioso de mí, debería de haber bebido la gaseosa sin cubitos, si total ya estaba fría”, se dice uno a sí mismo, transpirando a grito pelado, llorando vapor. Los más afortunados cuentan con un aire acondicionado de 2000 pesos (sin contar instalación) que, al cortarse la luz, cambiarían contentos por una bolsa de rolitos o media hora en una pileta “pelopincho” llena de agua no necesariamente limpia, o no necesariamente agua. ¿Lo mejor? El sueño no llega ni siquiera a través de los narcóticos más prohibidos, y si se logra dormir algo será solo de a ratos. Mosquitos, la sensación inequívoca de estar en una cama pegajosa de hotel alojamiento y el deseo sincero de que todo termine pronto son las Tres Marías en esta suerte de cinturón de Orión infernal que es el verano del pobre.

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