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Archive for 6 de junio de 2007


Los frutos del bosque son el énfasis agregado que me hace parecer más inteligente. Porque habiendo trabajado en algunos restaurantes sé muy bien que los frutos del bosque “frescos” son las frutillas y las frutillas. Y las frutillas. Tal vez algunas frambuesas, o moras o calafates, o un poco de arándanos, pero apenas, si es que hay de casualidad (cajones, superproducción accidental o plena temporada), y en caso de que resulte inevitable tener que mostrarlas en el plato. Lo demás, es conserva, y hasta se pueden usar berenjenas bien disimuladas. La excepción la hacen ocasionalmente los comederos “Puerto Maderistas” o “Jockey Clubistas” para ricachones en los que te las cobran como si las hubiese sembrado Tiger Woods y cosechado George Lucas.

Sin embargo, a muchas señoras los frutos del bosque, no sé, como que las seducen. Y les solucionan sus problemas de “tránsito”, que se les congestiona con facilidad. No hay forma: no van a convencerme de que el precio de los yogures y cultivos del tipo «acomodadores de la flora intestinal y reguladores del tránsito que vienen en botellitas de un traguito» no es un despropósito.

De todas formas, el premio a la mejor estafa al paparulo se la lleva la manteca liviana, corrediza, “súper-untable” o Light (o ponele otro apodo que quieras). Siendo el resultado luego refinado de una emulsión de una fase acuosa y una sólida (léase agua y grasa batidas a lo pavote), la manteca Light es menos manteca y más agua, a un precio inexplicablemente más elevado. Pero tratar de hacerle entender a cualquiera que pagar dos kilos de manteca y recibir medio kilo es una tontería, resulta bastante difícil en estos días. Sobre todo con eso de que también resulta coherente tener un desodorante al precio de dos, festejar la vida sana y las mayonesas sin huevo, aceite, limón ni ningún otro de los ingredientes que tienen las mayonesas.

Hay que ser muy –insisto- muy ingenuo para creer que vas a comer un cordero patagónico en un restaurant de Belgrano, Caballito o Martínez. La patagonia no tiene suficientes corderos, y la gran mayoría de los mismos le son vendidos a Inglaterra o a los holandeses que se pasean por San Martín de los Andes. No es broma: uno tiene más probabilidades de comerse un chancho Piluqui, que un cordero patagónico.

Y podría seguir, hablando de cuantos quesos (o cuales) son realmente los “cuatro quesos” invocados a la hora de generar muchas preparaciones, pero no quiero que me odien por haberme levantado malhumorado e iconoclasta.

Demasiado para un miércoles.

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