Me pregunto lo que sucedería si yo terminase yendo a la cárcel. Dejemos de lado la posibilidad de librarme del asunto durante el juicio, y vayamos al grano: la vida en el presidio.
Tendría horas y horas para leer y estudiar bastante, y no debería preocuparme por detalles como los gastos, la higiene personal o la percepción del paso del tiempo. Eso sería bueno.
Debería prestar, en cualquier caso, especial atención al hecho de que soy un joven grandulón delicado, de tez extremadamente blanca, con rostro de niño libre de bigote, pecho lampiño, anteojos y que debido a la insistencia maternal sufrida durante la niñez se la pasa diciendo: “permiso”, “por favor”, “discúlpeme”, “no es problema” y demás tecnicismos que –como todos sabemos- resultan poco útiles a la hora de evitar que un formoseño apodado “Leche Sucia” te sodomice, regentee y alquile para las orgías homosexuales organizadas quincenalmente por los bolivianos desdentados del pabellón 4.
Tengo muy en claro que la forma más efectiva a la hora de ganarte el respeto del resto de los presos es matar a alguien nomás a los cinco minutos de estar preso. A cualquiera, pero que parezca de poca monta y no pertenezca a ninguna “familia” o “agrupación carcelaria”, obviamente. Porque matar al primo preferido del recluso que sale de vez en cuando y tiene permiso incluso de manejar el auto del gobernador, no daría sino más problemas. Y si luego uno de los guardias recordase al difunto a la voz de “era el hijo que nunca tuve”… eso sería malo en serio.
También ayudaría hacerme algunos tatuajes (ayudan a crear la impresión de que ya estuviste preso), porque no tengo ninguno. Creo que lo recomendable sería elegir motivos demoníacos y denigrantes pero no demasiado específicos, porque en una de esas, que tu cuello diga “los milicos son todos paparulos” puede garantizarte una golpiza semanal, cuarenta días de reclusión solitaria y duchas de agua servida, en el mejor de los casos. Irte al otro extremo también sería peligroso: Un “A las madres y hermanas de los negros villeros hay que quemarlas vivas porque son un cáncer social” sobre el pecho también sería una mala idea, pero creo que el peor tatuaje que uno puede hacerse es una rubia desnuda, con las piernas abiertas, comenzando sus caderas en la base de la espalda propia, de espaldas, en tamaño natural, y a todo color.
Y así, muchas otras cosas. Es por eso que mantengo mis crímenes en stand by: es más fácil hacerme mala sangre y soñar, que tener que lidiar con toda la maroma que se vendría después. Aunque si hubiese estado preso podría permitirme el lujo de rematar mis argumentos diciendo cosas como: “¿Sabés con la caquita de cuantos nenes como vos se me manchó la p*ronga mientras estuve guardado?»
Y ganar en todas las discusiones.
Me encanta la expresión.
firma:
Truever666@hotmail.com