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Archive for 14 de septiembre de 2006

After Espiche

Yo por Dentro – Madre Naturaleza – Vida Diaria

Aún no he decidido lo que quiero que se haga con mis restos a la hora de mi muerte.

No tengo mucho de mi espíritu a favor de que se donen mis órganos, pero eso se debe a que mi egoísmo me impediría descansar en paz sabiendo que uno de mis componentes le podría ser instalado a alguna histérica adicta a los mensajes de texto, el análisis de su inteligencia emocional y los fotologs, o a cualquier otra persona que en vida también me hubiese caído mal. No quiero correr riesgos y es por eso que una vez superada la barrera de los cuarenta años -si es que llego- me iré a dormir todas las noches sujetando una granada de fragmentación y un medidor de pulso cardíaco en mis manos derecha e izquierda, respectivamente.

Lo interesante es que después de muerto, uno puede ser cremado, enterrado, archivado, etc. Se tienen mas opciones que cuando se estaba vivo. Sobra decir que me patea el hígado saber que gente conocida va a gastar dinero en ataúdes con manijas de bronce y coronas florales en lugar de regalarme hoy un juego de sillones y un Home Theater que podría agradecerles, me harían más feliz y costarían menos. Y hasta les permitiría que en un costado les hiciesen grabar “Te quieren tus tíos y primos” o lo que se les ocurriese, no sería problema.

Personalmente, creo que una pirámide (egipcia) es lo más. Lleva consigo esa idea de magnificencia que hace que la gente diga cosas como: “Ah, car*jo… ¡Ese tipo sí que se murió, eh!”; pero sin lugar a dudas, la alternativa que más se presta a la discusión y a la originalidad es la del embalsamamiento para exposición, que creo prohibida en la República Argentina.

Lamentablemente, el resultado final pierde mucha encanto cuando nos damos cuenta de que el embalsamado no funcionará como un muñeco articulado gigante al cual se le pueda cambiar la posición de vez en cuando, debido a que toda articulación es solidificada en el proceso y deja de funcionar. A la larga, el abuelo pasaría a convertirse en un aburrido perchero, mas allá de que hubiese sido embalsamado vistiendo un atuendo y gesto similar al del Tío Sam en los famosos afiches (I WANT YOU) de las oficinas de reclutamiento del ejército de los Estados Unidos, y ubicado en un costadito del baño, con su brazo apuntando en dirección a la jabonera del bidet, fijos los ojos en el inodoro.

Pensándolo mejor, creo que eso no podría aburrir a nadie, nunca.

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