Por ahí lo más interesante de estas elecciones, al menos para mí que soy medio viejo y medio cínico, es eso de que toda una generación de votantes se está desencantando con el asunto ese de que el peronismo te gana.
Porque te gana.
Llevo cerca de quince, veinte, treinta… qué se yo. Décadas de ver al peronismo en acción. Y en especial a Massa, que es algo así como «el político de mi vida adulta». El que ves en la tele, el que aparece por esto y por lo otro. El que niega a morir o a perder. El político por definición que lo quiere todo. Era más o menos joven cuando empezó a joder y ahora está un poco más viejo y drogadicto y descontrolado en su sed de poder, pero revolvés un poco el blog y encontrás que le he dedicado más de un post. Sí, se llaman posts. No, no son reels ni tiktoks ni ninguna de todas esas otras cosas de gente joven. Son posts que escribo a la antigua: mojando una pluma de ganso en veneno.
El peronismo de hoy es Massa. Hay minions desperdigados por ahí, pero Massa y Kicillof se encargaron de ganar la cosa, con la ayuda del aparato, de los intendentes, del miedo y de la guita. Con la economía desgarrada en jirones de trapo y piel y pelo, es ese ministro de economía el que es ungido (por Cristina primero, por la gente después) y elegido y coso. Y es probable que en un revés de locos, sea el futuro presidente.
El votante de Milei es un votante joven, nuevo, medio colifa o decepcionado en su mayoría. Algunos jóvenes que se coparon con los memes, algunos decepcionados porque Macri no fue el antikirchnerismo caníbal que se necesitaba (o que se pedía, andá a saber), y mucha gente que quiere patear el avispero y que se pudra todo y a la mierda porque si no va a tener arreglo la cosa, por lo menos, que reviente. Mieli vino a apretar el grano incurable de algo, no sé. O eso sugería hasta hace unos días, porque después salió a pedir el apoyo hasta de la izquierda. No miento si digo que debe haber sido lo más patético que le vi hacer a un candidato. El tipo le corre el culo a la jeringa de la derrota y ahora quiere que lo ayuden, cuando poco más y va y mea la tumba de la abuela de Juan Casta: ese señor imaginario contra el que se peleó por la tele antes de pedirle a Barrionuevo una ayuda que no sé como funcionó (si es que lo hizo) y que, parece, ahora se le va, debido al enlace con Macri.
Pero volviendo al tema: Ganó el peronismo. Otra vez. Y para algunos votantes, fue su desfloración; su telita rota, su debut en eso de que el peronismo, nomás con el oficio, te gane. Y para algunos como quien suscribe, es una sorpresa medio rara. Tipo… ¿Otra vez?
Y no sólo ganó Massa (con fraude y sin fraude, da lo mismo: te juega todas las cartas), sino que dejó a la oposición toda hecha concha. Si se juntan los opositores, pierden. Y si no se juntan, pierden también. Y si ganan, se van a pelear a los veinte minutos, porque fueron (y son) lo suficientemente pelotudos como para no ponerse de acuerdo antes.
Si la idea era hacer un frente anti K, muchachos y muchachos, ahora ya es tarde. Ya está. Sumale a eso que el feriado está a pedir de boca para que los desencantados de la clase media se tomen el palo y manden a cagar las urnas y sabe Dios lo que pasará en esta última ronda.
Da un poco de miedo, ponele. No que haya ganado Massa, sino que en el fondo siento -con pavor lunar, homicida, ciego- que si Massa sacó 36%, Cristina habría sacado 60% caminando.
Y la Argentina es eso. Por los motivos que sea, pero es eso. Un corazón peronista que late y late y late, con el pecho en la Provincia de Buenos Aires, donde no hay yate bandido que te haga perder un voto.