Mucha gente ha hablado acerca de las cosas que hacen a la felicidad. “Dios está en los detalles”, solía decir un arquitecto de nombre que no recuerdo pero que era del tipo “holandés complicado”. Pero vieron que en Holanda no hay piquetes, no hay chorros, ni ninguna de esas otras cosas que te mantienen entretenido cuando no vivís en Holanda sino en otro lado.
Porque en Holanda las cosas van tan bien, que 1.200 miembros del sistema penitenciario se están quedando sin empleo debido a que van a cerrar las cárceles. Van tan pero tan bien, que incluso las pocas cárceles que tienen deben ser lugares geniales. Hace cosa de dos semanas unos delincuentes incluso penetraron en una cárcel de mínima seguridad en la ciudad de Hoorn y se robaron televisores, ya que los prisioneros se hallaban fuera del establecimiento (resulta que los presos tienen permiso de salir los fines de semana).
A mí me suena a que es una gastada al resto del mundo. Si fuera Obama, yo les tiro unos misiles a estos holandeses de mierda, qué querés que te diga. Un mejor hombre pensaría en tratar de aprender de los holandeses, pero si yo fuera un mejor hombre no tendría una Traffic de vidrios polarizados con patente trucha y el interior acolchado, y un botiquín con sedante para caballos -que tampoco usaría para seducir adolescentes a la salida del colegio-, sino que directamente tendría un sótano con incinerador especialmente acondicionado para llevar a cabo mis extrañas danzas de amor. O una quinta en Merlo, donde los gritos pudiesen perderse entre los eucaliptos, y donde hubiese mucho lugar donde cavar.
Pero basta de hablar de Holanda: lo que quería conversarles es que creo que la gente confunde la felicidad con el alivio. La felicidad es una circunstancia, pero el alivio es lo que hace a la felicidad más intensa. Porque la mejor parte de estar vivo, podríamos decir, es no estar muerto. Podría llegar uno a graficar muy eficientemente tanto el lazo como la diferencia entre la felicidad y el alivio mediante el siguiente ejemplo: la felicidad es tener un hijo, después de haber pasado por algo tan complicado como un embarazo. Vos llorás de emoción, tu pareja también, una nueva etapa empieza, ahora somos una familia, etc. El alivio es ver que el nene se te parece. Estoy seguro de que los hombres me entienden. Y hablo sin conocimiento de causa (debido a que no soy padre), pero la verdad es que hablo sin saber acerca del 90% de lo que hablo, y hasta ahora eso no sólo no me detuvo, sino que es prácticamente el secreto de mi éxito.
Es probable que puedan reconocer esa sensación de bienestar, que a veces suele disfrazarse o pasar desapercibida, pero está. Es casi como el alivio egoísta (pero sensato) de que le pase a otro y no a uno, que es bueno y paga los impuestos y tira la basura al tacho. Porque uno es medio imbécil y cree en esas cosas. Sucede, por ejemplo, cuando uno pasa por delante de una casa velatoria y ve gente reunida. Yo en lo personal siento un pequeño alivio de no ser uno de los deudos, y un gran alivio de no ser el muerto. Pasar por la puerta del hospital y ver a un montón de gente afligida en la Guardia también suele provocarme una sensación muy parecida. Y no es que me alegre del dolor ajeno, sino que me alivio ante el “no-dolor” propio.
En algunos casos, no obstante, este alivio alegrador proviene no de la ausencia de desgracias personales sino de un momento intenso en el que algo sorpresivo que podría haber salido catastróficamente mal, termina saliendo bien. Viene a ser como un “retruco” pasivo que uno le puede llegar a cantar a las circunstancias, aún sin haber tenido nada que ver en la resolución de los hechos. Y esto fue precisamente lo que me ocurrió este sábado. La cosa fue así
A eso de las diez de la noche, yo salí con el auto a un lugar cercano a casa (unas diez cuadras). Para bien o para mal, mi automóvil requiere de mí una notable cantidad de atención, ya que al ser un vehículo de hace quince años, no cuenta con la suficiente cantidad de indicadores que poseen los autos estos del futuro que usa la gente hoy en día, con lucecitas para avisarte de que dejaste esto o lo otro prendido, o sistemas de desconexión y ahorro de esto o el otro. Lo que quiero decir con esto es que me olvido el desempañador y la calefacción prendida dos de cada tres veces, con lo cual se vacía la batería, etc. Porque ahora que lo pienso, tienen lucecitas pero son muy chiquitas y están como al costadito. Entonces, cuando manejo, le presto más atención a esto de los chirimbolitos que al tráfico mismo, el hecho de estar vestido o no, las señales de tránsito, la velocidad a la que circulo, el hecho de que esta calle sea o no contramano, o a cualquier otra cosa.
Y en esa línea de pensamiento estaba cuando me bajé del auto (una vez en destino) con la intención de saludar a mi tía. La calle no estaba del todo iluminada, y yo las luces interiores del auto no las prendo porque, como dije, luego me las olvido prendidas y se vacía la batería. Una vez saludada la pariente, me subí al auto y emprendí el regreso a casa. Pensé en echar algo de nafta pero me contuve debido a que no llevaba encima más de 15 pesos, cantidad económica insuficiente para echarle nafta a algo hoy en día (a menos que uno ande en ciclomotor o en una cortadora de pasto. O un auto a radio-control).
Y llegué a casa, y me bajé del auto. Y no sentí conmigo los documentos del auto. Y algo que yo no les había contado a ustedes hasta ahora (sólo debido a restricciones de los recursos narrativos) es que yo llevo los documentos del auto en una carterita negra del tipo “plana-oculta”, del mismo modo en el que un gangster afro-americano lleva su pistola: suelta y nomás metida en la cintura contra el cinturón, entre los pantalones y los abdominales hercúleos (en mi caso, porque sufro una adicción al gimnasio. De ahí, mis músculos).
La cuestión es que cuando me bajé del auto esta carterita no aparecía, no aparecía y no aparecía. Hice entonces lo que siempre hago cuando me pongo nervioso: toser. Y tosiendo entré a buscar entre los asientos del auto, mitad al tanteo, mitad rogando que apareciese. Pero no apareció. Fue entonces que sentí el escalofrío de quien recuerda haberse bajado del auto en una calle mal iluminada para saludar a alguien, sin fijarse de si se le caían o no los documentos del auto en ese instante.
La puta –dije.
Y subí al auto, raudo y presuroso, con la certeza de que había perdido los documentos del -precisamente- auto. Con la imagen de la calle vacía y mal iluminada pero sin una carterita en medio de todo, a la desgraciada espera de que cualquiera pudiese habérsela llevado nomás por el simple hecho de acumular porquerías que no le sirven sino al dueño. Me hallaba a la vuelta de la esquina del lugar del hecho cuando vi venir, en la dirección contraria, a un grupo de muchachotes adolescentes del tipo “No salí todavía en Policías en acción porque están editando el tape”. Lleno de prejuicios como soy, imaginé que si no ellos, cualquiera que hubiese pasado por allí los habría recogido. Pero no los culpé a ellos, sino a mí mismo.
En una de esas mi tía salió a la calle y pudo recogerla antes de que otro lo hiciera –dije para mis adentros, tratando de convencerme y de tapar la tos. Pero era mentirme a mi mismo, sí. Como cuando mi esposa se va a atrabajar y yo me disfrazo de Magneto y con un poco de tanza y cinta ato del techo los cuchillos del cajón de la cocina de tal forma que parezca que los estoy haciendo levitar me digo a mi mismo que voy a empezar a comer más sano, y esas cosas.
Y doblé. Y medio como entre la mugre del parabrisas y la oscuridad de la noche y la soledad de la callecita y el brillo de lo que empieza a ser la humedad de la noche sobre el pavimento, creí ver algo. ¿Es? ¿Es? Mi corazón decía que era, pero mi cerebro no estaba del todo convencido. Mis riñones me decían que sí, que era, pero los pulmones enfermos desconfiaban. En la garganta, un nudo. En la frente, el sudor helado. En la vesícula, cálculos. Mi pene no opinó, ocupado en presionar el pedal del embrague a fin de que yo pudiera pasar el cambio… pero… ¡Era!
¡Ah, el alivio! ¡La felicidad hecha alivio y viceversa! ¡La certeza de no haber perdido los documentos del auto! Sonriendo, me bajé del auto y recogí la carterita, que apenas se veía mas allá de haber quedado sembrada, como baobab automotriz, en medio de la calle. A continuación volví a casa, comí algo e hice otras cosas, pero que no vienen al caso. La mejor parte del relato ya la tienen.
La pregunta del día, entonces, es: ¿Cuándo fue la última vez que confundieron el alivio con la felicidad?
Y EL AGRADECIMIENTO A SAN BOLAINAS???!!!
desagradecido!!! todos sabemos q le rezaste! y cumplió!
La verdad… es en este tipo de momentos es que me vuelvo más despojadamente cristiano que nunca.
It worked… it worked indeed.
Ahh sisi, que fea sensacion la de ir con el auto rogando que no haya pasado algun inutil-levanta-porquerias y se haya llevado los documentos! o la billetera! o el celular! o las llaves de casa! bueh, practicamente todo lo portable fue perdido en mi caso (o dejado sobre el techo del auto). Gracias a eso uno hace nuevas amistades en el registro civil, automotor, la comisaria, etc, etc. (la mujer policia que tipea en la comisaria ya no me pide nombre y apellido).
Me encanto el detalle de la imagen de la cedula verde, que ademas evidencia que aún no fue perdida (si no es una imagen sacada de internet).
Por suerte, ultimamente mis alivios se refieren solo a llegadas tarde, que provocan el nerviosismo sudoroso de la urgencia, los empujones a esos que suben las escaleras del subte a razon de 1 escalon cada 3 segundos (léase 20 e/m), y la corrida para cruzar en el semáforo antes que corte. El alivio es descubrir que en mi oficina son todos mas vagos que yo, y mi llegada tarde pasa inadvertida debido a la llegada mas tarde aun de mi(s) jefe(s). Obviamente uno toma su puesto y reacomoda todo para que a la llegada del jefe, se disimule que se está ahi hace 3 segundos…Que ganas de ser millonario!
Un abrazo comandante!
Resulta obvio que es sacada de internet, caramba.
mantis:
solo puede leer el primer párrafo y me suscito lo siguiente:
¡no hables cagadas! el arquitecto se llamaba Mies van der Rohe y era alemán como todo lo bueno [incluyendo las frankfurters]
http://es.wikipedia.org/wiki/Ludwig_Mies_van_der_Rohe
perdón por el exabrupto pero tocaste una fibra sensible.
Si, hombre, ya sé quien es. Hice algún trabajo práctico a su respecto y todo…
Lo de «holandes complicado» se refiere, como bien digo, al nombre. El resto son idas y vueltas de quien intenta conseguir un efecto humorístico que a usted se le escapó.
Es como decir: «conozco un restaurant escocés donde se comen unas hamburguesas riquísimas» e ir al Mc Donald’s.
bueno loco! que humorcito! me voy a comer una milanesa napolitana, se entiende no?
además si no está Calendaria, alguien tiene que explicarle a los negros cabezas que leen tu blog como son las cosas.
mordi o educando al soberano.
No estas educando a nadie, estas siendo simplemente un forro mas.. Salame.
qtp, Mantis! què te costaba poner tu cèdula verde? pucha! ni que una comentarista loca de tu blog se vaya hasta ese barrio donde vos vivìs , que vaya a saber dònde queda y te toque timbre a cualquier hora de la madrugada!!
Yo, la verdad, hace mucho que no siento alivio por nada, ni alegria, ni nada..asi que hoy no puedo aportar .
Pero me alegro de que haya recuperado los documentos y se haya evitado quilombos de denuncia, papeleo y todo eso..
Un beso a mi sobrinito alemàn mordi y uno grandote para usted!
Hablando de eso… la ví, a usted, el otro día. Precisamente ese día de la casi pérdida de los documentos. No sé si estaba usted saliendo o entrando, pero estaba de jeans muy azules.
O tal vez no la ví y sólo quiero incomodarla.
O sea que me vio y no me saludò….queda disculpado xq andaba asustado x lo de los documentos…pero la pròxima salude! què clase de vecino es? qlp!
Y si…me incomoda que ud me conozca y yo a ud no!!! jajjajjaa
Estará ud. esperando que entre un arquitecto a decirle que ese era Mies van der Rohe y a hacer un detalle extenso de otras cosas que dijo o le son atribuidas al susodicho, pero ese no seré yo.
Sobre el alivio… no se si recuerda algo que escribió Podeti sobre las pequeñas desgracias (que sería mejor la acumulación de estas antes que sufrir una sola importante). Bueno, yo adscribo a esta idea y pasado el susto y la bronca inicial, me daría cierto alivio eso de perder algo, aunque sería mejor que fueran un par de monedas en lugar de los papeles del auto.
¡Saludos!
Verá usted, Tony, yo efectivamente comparto eso, en cierta medida… y la verdad es que no me acuerdo de eso que escribió Podeti, probablemente porque el tipo escribe mucho, y porque yo suelo a veces repetir cosas que escribo en mis propios artículos (cinco años no pasan gratis).
Pero volviendo, por ejemplo: yo sé que el auto no fue la mejor inversión (porque tuve que ponerle plata encima a fin de dejarlo hecho el bólido confiable que es hoy), pero cuando me caga el mecánico (así como le salvé el semestre a quien me lo vendió), tengo la sensación de que estoy pagando un impuesto cósmico que me libra de otras desgracias que bien podrían estar relacionadas.
Un episodio de «Married with children» lo mostraba al padre de familia y hablaba sobre la forma en que éste «juntaba mala suerte» cuando todo, pero todo, le venía saliendo bien. Cuando se dió cuenta de que era completamente feliz y que nada podía fallar, le reventó todo junto.
O sea: sí, sí.
Qué divertido es leer lo que escribe, don Mantis.
Un abrazo.
lamento informarle que he encontrado ese toque personal que buscaba en mi lectura, lectura a la cual recurro en momentos de alpedismo en el trabajo, la que ademas de causarme una pequeña y disimulada sonrisa, hace que el tiempo de no productividad se pase mas rapido.. en fin.. se gano un lector mas don Mantis..
Nabrazo-
La contraseña.. !!! la contraseña!!!!!!! a ver si la deduzco o dedusco o como se escriba
Hooola! estaba al pedo como bocina de avión / pito de estatua y pasaba a saludar…
Yo sospeché que lo de «holandés complicado» era un recurso estético del relato, o una trampa caza-fanáticos, o una forma sutil de decir «yo se quien es, pero no me importa».
Mis respetos.