Cada vez que alguien utiliza la expresión “gustos son gustos”, siento el peor de los escalofríos, porque presumo la que se viene. Dejando de lado lo alguna vez explicitado a través del Manual de la Belleza Objetiva, destacaré que en algunas situaciones esas tres terroríficas palabras pueden aplicarse en forma de válido concepto.
-Los vinos. ¿Cuál es el mejor vino para tal o cual comida? El que te guste. Por más vueltas que se le quiera dar al asunto de que las carnes rojas deben acompañarse de vinos tintos y los pescados de vinos blancos, tomar un vino que no hace feliz al paladar es una herejía fundamentada por todo gourmet, sommelier y/o enólogo decente. Se puede recomendar alguno en particular de acuerdo a ciertas características del plato, pero hasta ahí nomás. El dizque experto tendrá la razón y una explicación, pero usted sabe lo que le gusta. Y se clava un pejerrey rociado con Fanta.
-Las milanesas. Las verdaderas son gruesas, jugosas, con grasa y hueso. Así deberían comerse. Las que preferimos la mayoría de los argentinos son secas, finas y bien crocantes, desprovistas no sólo de hueso, sino también de cintas de grasa o pequeñas durezas elásticas de esas que a veces se le escapaban a la abuela. Porque la historia de la gastronomía tendrá la razón, pero usted sabe lo que le gusta. Y hace sonar dos milangas de bola de lomo como si nada, con huevos fritos y papas fritas.
-La crema chantilly. La verdadera apenas si tiene azúcar, pero muchos de nosotros la preferimos dulce a niveles que rozan el delirio y la “incomibilidad”, combinándola con chocolates y frutas (incluso a veces, éstas últimas, en almíbar). No importa lo que digan los libros galos: usted sabe lo que le gusta. Y se come a cucharadas lo que sobró de rellenar la torta del otro día, mientras mira el último episodio de “American Chopper”.
A lo que voy es a que Ricardo Arjona puede gustarle, señora, pero eso no hace necesariamente bueno, o poeta. Justifíquese todo lo que quiera. Y no me venga con que no entiende porqué no me gusta cuando es un éxito, ya que según su criterio, yo podría comer bosta de perro a cucharadas. A fin de cuentas, cientos de miles de millones de moscas no pueden estar equivocadas.
Se lo dice alguien que prefiere las empanadas medio cruditas y los fideos recalentados. Dese una vuelta por YouTube y busque “Ryuichi Sakamoto”, que en una de esas le gusta. De nada.
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