Finalmente, tal y como lo sospechaba tras haber visitado un consultorio varias veces en el último rato, la semana pasada fui dado de alta por la que se convirtió oficialmente en mi dentista. Puedo decir que tengo una dentadura desordenada (se vienen los frenos) pero capaz de arrancarle un cuerno a una vaca, o partir en dos una mesada de mármol. Me parece que lo más justo para cualquiera que haya leído el artículo nacido de lo mal que la pasé con una carnicera anterior (o no sepa de que se trata todo el asunto), que la experiencia denominada “Tratamiento de conducto bien hecho” se deje por sentada en algunos párrafos. Pero dividiremos la obra en tres actos. Sinceros actos.
Primer Acto: La dentista y yo.
Comienza cuando uno (que en este caso es Mantis) le explica al especialista todas esas razones que lo llevan a tener el comedor en peor estado que el de muchas momias mexicanas. Vale decir: “Cada vez que voy al médico me entero de que tengo algo nuevo”, “No le quiero cuestionar los precios, pero tuve que elegir entre atenderme los dientes o comer de acá hasta que me depositen el sueldo en veinte días”, “Mire que a mí las caries me salen más rápidamente que al resto de los cristianos”, “lo que usted me haga va salir publicado en un blog al que entran muchos loquitos peligrosos a los cuales simpatizo”, “Pablo Echarri está peor” o “Áteme, porque llegado el caso no tendré problemas en darle una patada en los ovarios y salir corriendo”. Luego, uno se sienta, porque esa cosa parece cómoda y cara. Además, está llena de manijitas y botones, y en una de esas es un módulo de escape que sirve para salir volando.
A continuación, la especialista mira con un espejito dentro de nuestra boca abierta y luego saca un par de pequeñas radiografías, con ayuda de nuestro dedo, que sujeta la plaquita. Es entonces que se termina de convencer de que la carie posee dimensiones equivalentes a las de un Renault 12.
Segundo Acto: Manos a la obra.
Comienza dramáticamente, con la especialista avisando que uno va a ser anestesiado, jeringazo mediante. El pinchazo no duele, más da un poco de impresión el sentir que la aguja entra y sale repetidas veces y en diferentes regiones. Pero no más que eso. Igualmente, imagino que pedirle a un chico de ocho años que no se ponga nervioso en semejante situación, es tan ridículo como pretender que un Stevie Wonder borracho dibuje una imagen del exilio de Sarmiento utilizando un chorro de orina sobre la arena.
Al ratito, ya nada duele. Cierta incomodidad permanece debido a que el nervio se encuentra inflamado, pero la dentista comienza a toquetear con sus herramientas, a fin de probar nuestra sensibilidad. Recomiendo hacer lo que yo hice, y decir que sentís todo aunque no sea así. Eso te garantiza otro pinchazo que no se siente, y un poco más de anestesia, sin costo adicional. Y entonces, aparece el torno.
Ser atacado por un pequeño taladro que gira a incontables revoluciones por minuto gracias a que una pequeña turbina lo impulsa con entusiasmo, en una experiencia digna de vivirse en muela propia. It feels like being skullfucked by R2D2. Polvo de diente quemado y agua llenan la boca con facilidad, provocando ligeras arcadas. La emoción máxima se consigue cuando la especialista se dispone a (cito) “agrandar los conductos” dándole al taladro en línea recta. Es entonces que uno se maldice y promete cepillarse los dientes no sólo después de cada comida, sino también después de cada bebida, y después de cada lectura, y después de escribir cada post, y después de cada sacada de boleto en el colectivo, con un cepillo en cada mano, utilizando el dentífrico experimental más poderoso desarrollado a la fecha, y hacer buches con ácido muriático, y no comer nunca más, por las dudas.
Finalmente, el nervio destrozado queda al descubierto. Entonces, pinzas mediante, se colocan unas trabas y una cubierta de goma alrededor de la pieza dentaria, a fin de reducir el área de trabajo y evitar accidente, imagino. El nervio es removido con pequeñas limas y agujitas que suben y bajan, raspando y limpiando. No se siente dolor ninguno, pero sí el forcejeo, única constante en todo el rato. Luego, con minúsculos canutillos de papel sumergido en cera, los últimos restos son quemados. Otro tapón de cera y una pasta provisoria de inconfundible sabor a témpera son lo último que se pone sobre la muela.
Tercer Acto: La despedida
Uno recibe la recomendación de tomar un analgésico cada seis u ocho horas, y regresar pronto, a fin de que sea ejecutada una reparación, o colocados un perno y una corona de porcelana, dependiendo de cuanto pueda pagar y de cuan mal haya quedado la pieza (aunque los principios profesionales del especialista también influyen). En mi caso, bastó con un perno en cada muela, una “agüita con gusto a soda fuerte” y una pastita que se endurece cuando es alumbrada con una linterna azul más que interesante.
Y listo. Lo único que dolió, a fin de cuentas, fue el bolsillo. Como siempre, bah.
Este caballero que soy yo, compañero, siente bastante aprehensión cuando se encuentra en manos del odontólogo. Odontóloga, en mi caso particular. Y, al respecto, he descubierto una técnica nueva para morigerar el temor que consiste en concentrarse en las tetas de la profesional que suele apoyarlas en mis brazos u hombros mientras trabaja. Además, sospecho que algo más se trae siempre que, finalizando su intervención me dice: -Ahora, a comernos la lucecita.
UAP, Compañero.
Ufa sr Mantis, desde hace semanas que vengo pateando el «yo voy a hacerme el odontograma» que es el paso previo y definitivo para someterme a esa tortura. Lo que me acobarda es estar hora y media sentada en un sillón con la mandíbula inmóvil, con una aspiradora succionandome la saliva.
Y si, para distraerse son mejores las odontólogas, aunque sea para criticarle la ropa.
Ya esta mejor??
Besos
Amperio: Provecho, Compañero, provecho.
Caliope: Si la especialista es buena, vaya. No vale la pena postergar lo inevitable, y termina saliendo más caro.
Estoy maso. Algo raro ha sucedido, muy bien no se… muelas de juicio, tal vez.
Querido Mantis:
Lo acompaño tanto en su no-dolor físico, como en su sufrimiento económico. Fui al dentista hace una semana y me metió una camarita, donde pude apreciar en pantalla gigante que mis dientes parecen un queso gruyerè. Lo bueno fue que el doc me aseguró dejarme como nuevo, por módicos 3 mil pesos argentinos. (Pa que vea que hasta me preocupé de hacerle la conversión, si señor.)
Así que aprovecho este foro para ofrecer un riñon, modelo 1976.
Saludos, don Mantis.
Bueno… pero a usted hasta le metieron una cámara… así, cualquiera. Le salió caro porque fue buscando un Gran Hermano dental.
Yo gasté menos que eso, por ahora. Y le aseguro que por dos mil pesos lo dejo mejor que nuevo, y hasta le convido unos fideos con tuco.
Una sola cosa, ¿cuándo probó témpera?
Siempre digo que si los odontólogos equiparan el consultorio con auriculares para escuchar buena música y no ese sonido que te pone los pelos de punta de la turbina o una pelicula en 3D con un algún aparatejo futurista, cosa que uno NI PUEDA OIR NI PUEDA VER lo que están haciendo con nuestra pobrecita boca, todo sería más ameno y no habría tanta gente sin comedero.
Porque convengamos que no es barato tener la dentadura en condiciones, pero más de uno no va al dentista POR CAGAZO.. He dicho
Obviamente la comparacion del segundo acto fue un claro efecto de la anestecia.
Imaginarse eso del noble R2D2 tmabien, aunque con mayor dosis podria involucrar a c3PO que da mas para locas homovisiones.
Es muy traumatico todo, sintiendose con la dentadura de una piraña inglesa con caries jurasicas. Mejor suerte con la proxima sesion, si porque siempre hay mas.
Hace dos años que tuve esa experiencia Mantis. Aún recuerdo el «croch, croch de las agujas taladrando las raíces y sacando la porqueria sanguinolienta, luego una aguja con algo parecido al hipoclorito de socio para desinfectar, la jeta abierta cuatro horas con una goma, unos pernos, una corona». Una porqueria. En esa ocasión el bolsillo no me dolió tanto, pero casi cago a palos a la odontologa, más loca que una cabra, por que no me queria atender por la obra social.
Le saludo, verde compañero.
Me gusta eso de ser uno de los «loquitos peligrosos» a los que le agrada Sr. Mantis, yo me lavo los dientes lo mejor que puedo y hago todo lo posbible por ir muy poco al dentista, se que eso es malo, ya que como muchos caramelos y hay que tener una buena higiene bucal, pero mis fobias son: los dentistas, los teletubbies y las camisas a cuadros.
Deberia de tener una dentadura postiza como la que usan los ancianos y usarla para comer y morder lápices, asi se mantendrian intactos los dientes.
Godsize: He andado muchso caminos, Godsize. No quieres estar donde yo estuve.
Araña: Yo tengo cagazo a que me saquen más plata de la que deberían. Más miedo me da infectarme y morir por culpa de una muela.
Neosatan: No, tampoco hizo falta doparme tanto, esta dentista es una maravilla.
Lord Marianus: En una de esas no cubría la obra social… tampoco de ponga tan loco.
Lavender: Cualquier cosa que coma le va a hacer un agujero en los dientes. Usted, tarde o temprano, termina yendo al dentista, siempre.
Mi odontólogo es un amigo que aprovecha para hacerme las peores propuestas homosexuales cuando tengo la boca abierta y no puedo contestarle como debiera.
Eso, cuando me atiende. Porque cada vez que tengo turno suele decirme «estoy muy cansado. ¿Por qué no venís mañana y hoy tomamos mate con facturas, mejor?»
Y así, lo que podía ser una tortura con instrumentos propios de una tecnología enloquecida, se transforma en una cálida mateada entre amigos.
Aclaro: las propuestas homosexuales son en broma y están directamente relacionadas con el hecho de que tengo la boca abierta.
Me fascina la pistolita azul. Parece un rayo laser de cine de ciencia ficción clase Z de los ’60. Me la imagino a mi dentista disfrazada de Spock, cuando usa esa cosa (y le sacaría el uniforme con los dientes, pero esa es otra historia).
Jorge Mux: Menos mal que aclaró, porque su relación con el odontólogo se estaba poniendo demasiado turbia, incluso para este blog. De seguro el tipo le pone mucha azúcar al mate, no se distraiga.
Deg: A mí, perdóneme usted, no me gusta que nadie me ponga ningún tipo de pistola en ningún lado.
Saludos.
La odontología, es la madre de la mentira. Un negocio turbio, podrido, como las muelas de un cartonero -o las mías. La primera vez que me hice un conducto -corrección: me hicieron un conducto- me lo hicieron mal. Por eso es importante que te «agranden los agujeritos» -si, incluído el de «atriqui»- para que no se te vayan a infectar. Eso si que es jodido. Esa primera vez la dentista Deirdre -irlandesa bruta- que trabaja para la doctora Manterola, en Congreso, me los hizo mal. Muy mal. Así que si alguién tiene pensado entregar su comedor a estos irresponsables: Atención, te van a cagar, para que vuelvas una y otra vez, y así cobrar sus miseros morlacos del plan/obra/seguro de salud. ¿Sabían que existe una vacuna contra la caries?
Bueno, la verdad que muy parecida mi experiencia, acabo de hacerme un fuckin’ TC, muy muy bueno el post
saludos
Marcos
Bueno yo me hice hoy el tratamiento del conducto y ahora estoy con la pasta provisoria. Vuelvo en unos 15 dias me parece para terminar con el proceso. En este 2º proceso qué es lo que ocurre?
Anestesia otra vez? torno? cómo es?
Gracias